9

8.3K 629 30
                                    

2 semanas después
Astrid se encontraba curando a Jericó por segunda vez en el día mientras el macho sonreía enamorado.

-¿Es enserio?-Dijo Astrid molesta.

-¿Qué?-Dijo "inocentemente".

-Tú sabes qué.-Dijo tirando el algodón en la basura.

-No es mí culpa que me salte un tigre está vez.

-Ah pero meterte en una pelea en la mañana si fue tu culpa.-Dijo mirandola acusadoramente.- O cortarte "accidentalmente" con una chapa ayer, o que "accidentalmente" caigas de un árbol. No soy tonta Jericó.

El macho gruñó y la acercó con el brazo sano por la cadera para ubicarla entre sus piernas. Amaba la forma en la que Astrid arrugaba su nariz al estar molesta.

-No negaré que utilizo varios de esos accidentes a mí favor para venir a verte pero te extraño todo el día.-Dijo en un tono suave.

-Aun así no me gusta que te lastimes, Jericó.-Dijo suspirando.

-Esta bien.-Dijo él asintiendo.-Seré más cuidadoso.

-Bien.-Dijo ella para alejarse y comenzar a guardar las cosas en el botiquín que tenía en su casa.

Sin embargo sintió un gran pecho apoyarse sobre su espalda y se puso nerviosa.

Desde que Jericó le confesó sus sentimientos ellos tenían un "algo", Astrid le había pedido ir lento y él aceptó.
Sin embargo, como toda Especie él tiene sus momentos donde es muy intenso, posesivo y extremadamente caliente pero ya respetando si decición de aún no llegar al sexo. Astrid quería conocerlo bien como persona, estar segura de él y de ella. No mentiría si dijera que le gustaba mucho Jericó, casi bordeando el sentimiento de amor pero aún así no quería adelantarse a las cosas.

Sintió como él olía su cabello y suspiraba. Por alguna razón su cuerpo también reaccionaba por él, sus pezones se ponían duros y sabía que sus bragas goteaban.

-Huelo tu excitación, me está volviendo loco.-Dijo Jericó contra la parte posterior de su cabeza.-Quiero follarte, quiero hacerte mía, marcarte y que ningún macho se te acerque.

Astrid gimió levemente por la brusquedad y la crudeza de sus palabras. Nunca le habían dicho cosas tan excitantes y primitivas, realmente ella también quería ser marcada por él pero sus inseguridades estaban ahí y también su vergüenza por su cuerpo, si buen había bajado tal vez un kilo aún se consideraba gorda y poco atractiva, no estaba lista.

-Aun no...-Susurró suavemente sintiéndose decepcionada de si misma.

-¿Por qué no?-Dijo Jericó abrazándola por las suculentas caderas que poseía.-Me tienes duro Astrid.

-¿Cómo puedo tenerte duro si no soy atractiva?-Preguntó ella curiosa.

Jericó gruñó y le dió vuelta para enfrentarla, se veía molesto y parecía que quería matar a alguien. Genial, lo había hecho enojar. Sin embargo luego esos ojos casi rojos la miraron con cariño y ternura mientras la acercaba a su cuerpo con un brazo acariciando sus caderas y con la otra mano acariciaba la mejilla de Astrid con ternura.

-¿Cómo puedes decirme eso?-Dijo Jericó como si le doliera su pregunta.-Eres totalmente hermosa, eres increíblemente preciosa.

-No puedo creer eso.-Dijo ella negando.

-¿Por qué no?

-Porque mí cuerpo no está en los estándares de belleza.

Jericó gruñó sorprendiendola y la agarró mucho más posesivamente.

-Sé que los humanos tienen una estúpida medida física ideal para decir que es bello y que no, pero amor, eso es una idiotez. ¿De que te sirve ser hueso y piel si eres una mierda de persona?

Astrid pensó las palabras un buen momento, pero llegó a la conclusión que esa no era la respuesta que necesitaba, también había personas no tan atractiva y eran unos monstruos.

-Además.-Continuó Jericó juguetón y pervertido.- Cuánto más carne es más sabrosa la presa.

Sus mejillas se calentaron y por alguna razón sintió sus piernas temblar. Era verdad pero eso no disipaba su inseguridad ¿Y si sentía asco cuando la viera desnuda? No podría aguantar esa humillación.

-Aun así no me siento lista.

Jericó suspiró y negó. Tomaría tiempo para que ella lo entienda pero confiaba en que lo haría.

-Vas a ovular pronto.-Dijo Jericó.-Y cuando lo hagas, aleja tu aroma de mí o perderé el control.

-¿Que me harías?-Preguntó ella ansiosa.

-Te follaria como un animal.-Contestó gruñendo.

No sabía porque pero esa idea de cierta forma la emocionó, quería que Jericó la cumpliera de alguna forma, de alguna manera. Sin embargo también la asustó ¿Sería malo? Siempre había fantaseado con que un hombre esté desesperado por ella y ahí estaba Jericó, loco por ella.
Astrid gimió bajo cuando Jericó apoyo su duro miembro contra su vientre.

-Jer...

-¡Joder!-Gruñó él.

Jericó la tomó del mentón posesivamente y la besó. Su beso era rudo y primitivo, consumidor por así decirlo. Astrid no pudo resistirse a seguirlo, claro que ella era un poco torpe ante un un real beso apasionado.

Jericó gruñó cuando los brazos de Astrid le rodearon el cuello y se apagó más a él, eso le encantaba. Le enamoraba el aroma, el sabor y la calidez de Astrid tanto que quería perderse en ella para siempre.

-Astrid.-Gimió.

Astrid se sorprendió cuando Jericó la puso sobre la mesa y se ubicó entre sus piernas para volver a besarla con fuerza mientras sus manos recorrían debajo del vestido sus piernas.

-Jerico.-Gimió cuando él llegó al borde de sus bragas.

-Dejame probarte,  beber de ti.-Dijo Jericó mordiendo su cuello blanco sacando suspiros a Astrid, quién ya se rendía ante él.

-Si.-Gimiò ella de forma necesitada.

Jericó la miró por un momento y luego apartó la tela del vestido dejando ver sus bragas húmedas. Él acarició ese lugar mientras le desabrochaba el vestido para liberar los pechos de Astrid, a los cuales lamió y chupó mientras que con su otra mano él  acarició su zona íntima dentro de las bragas.

-Jer...

-Amarás esto.

Astrid sabia que si. Se encontraba disfrutando mucho de las caricias íntimas mientras genia, le encantaba la forma en como él acariciaba sus pliegues, la forma en como lamia sus pezones. ¡Joder! Sabía que llegaría pronto. Astrid gimió más fuerte viendo Jericó comenzó a acariciar su clítoris.

-Eres tan receptiva a mis toques.-Gruñó él.-Quiero darte el beso íntimo, lamer en ese lugar que nadie a tocado como yo te estoy tocando. Quiero que seas mía.

-Si.

-¿Si qué?-Dijo Jericó deteniéndose a lo que ella le miró frustrada.

-Hazme lo que me quieras hacer.

Jericó sintió que el animal salvaje en su interior cobraba vida, estaba listo para atacar a su presa, a Astrid. Quería comerla saborearla, gozar de ella, llevarla a dónde nadie la llevo nunca y, por lo que veía en sus ojos, ella también lo deseaba.

Astrid: Belleza Divina (Nuevas Especies)0.4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora