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Un macho especie casi nunca llora, no por ser machistas sino porque ya han vivido tantas cosas crueles que ya su corazón y mente ya no se perturban. Sin embargo, esta era la primera vez que Jericó lloró frente a alguien en mucho tiempo, y este "alguien" no era cualquier persona, era la persona que más amaba en el mundo y quien estaba seguro de entregarle sus lágrimas así como ella le entregó su corazón.
Haber crecido sin nada bueno en su vida, siendo maltratado de niño para luego ser liberado cuando es un adulto no fue fácil. Las palabras de su mujer calaron en lo profundo de él porque nadie nunca le había dicho algo tan hermoso. Toda su vida pensó que a nadie le importaba lo que pasará con él más que él mismo, no pertenecía a nadie y nadie lo quería. Pero ahora eso era diferente, frente a él estaba el ángel que lo cuidaría, le daría el amor que tanto había anhelado de niño y lo mejor de todo, ella confiaba él. Sus duros recuerdos y su horrible pasado fue borrado en un flash cuando escuchó esas dulces palabras salir de esos labios carnosos, ya ni estaba solo y le importaba a alguien. A Astrid.

–Te amo Astrid, demasiado que jamás podría describirlo.–Dijo para abrazarla por la cintura como un niño mientras ella le acariciaba el cabello.–Eres mi energía, mi vida y lo único que me importa en el mundo y ma.

–Tu eres igual para mí. Antes... Sentía que estaba sola en el mundo, que nadie me quería realmente. Soy huérfana, apenas recuerdo a mis padres, mis abuelos me criaron pero... No por mucho y mis tíos ...bueno creo que lo hicieron obligados al principio. Siempre me sentí sola y por eso me desahogaba con la comida hasta crear una adicción sin darme cuenta, al final todos los niños se burlaban de mi bajando mucho mi autoestima y termine siendo desdichada. Creí que estaba sola, que no...

–¿Que no pertenecias a nadie?–Preguntó él contra la piel de su abdomen.

–Exscto. Luego pensé que había encontrado a alguien que me amara, a Brian, pero solo me trataba peor.–Jerico gruñó al escuchar ese nombre y Astrid sonrió- Aún así pensaba que solo podía tenerlo a él porque nadie más se fijaría en mi. Él me lo decía: "tienes suerte que yo te quiera porque nadie más lo hará en esta vida" y le creí.

–Hijo de puta.–Gruñó Jericó y se aferró aún más a ella.

– Él no quería que aprendiera a ser independiente, quería que dependiera de él en todo por lo que no me dejaba ejercer como enfermera. Pero cuando un día volví a mi departamento que compartía con él luego de ir al supermercado, escuché gemidos desde nuestra habitación y al entrar en el dormitorio los vi... Brian estaba follando con mi prima...

–¡Miserable bastardo!–Gruñó aún más molesto.–Juro que si lo veo lo mato.

–Yo lo habría hecho, no en ese momento porque no era ni la mitad de la persona que soy ahora. Eso fue hace un año, pero hace unos meses me enteré que se casó con ella porque la dejó embarazada y mi tío se puso duro con ambos y los obligó o de lo contrario lo hecharia de la empresa y le cortaría el trabajo. Mi tía me envió una carta contándome eso y una foto de la bebé...es una niña muy bonita.

Jericó estaba hirviendo de ira hacia esos dos individuos pero se calmó cuando vio a Astrid sonriendo al recordar a la bebé, entonces supo que ambos anhelaban lo mismo: una familia.

– ¿Es la carta que siempre te hace llorar?

–¿Cómo lo sabes?–Preguntó Astrid asombrada y Jericó se rió.

–Llamame enfermo o acosador pero desde que te vi solo podía verte a la distancia.–Jericó se incorporó un poco.– He estado ahí, cada noche y en cada lágrima desde que te conozco. Te he observado desde un árbol, sentado, viendo cómo sufrias. Tantas veces quise entrar y abrazarte pero tenía miedo.

–¿Miedo? ¿De qué?

–De que me rechazaras, de que me temieras o pensaras que soy una bestia de ojos rojos indigno de ti.–Dijo avergonzado el primate y Astrid se acercó a él y le besó la frente.

–Eres completamente digno de mí. Tus ojos son lo que más me enamora, creo que es mi color favorito. Gracias por estar ahí, Jer, gracias por darme tanta felicidad.

–No nena.–Dijo él colocando sus manos en las mejillas de Astrid.–Soy dichoso por ti, así que gracias a ti. Nunca más tendrás que pasar por eso de nuevo. Ese idiota no te merece, nadie lo hace, ni siquiera yo pero haré mi esfuerzo por hacerlo. Tendremos una vida feliz, tendremos muchos cachorros , sobre todo tendremos la familia que nos merecemos.

Astrid se rió antes de besarlo, antes de robarle el aliento. Jericó la besó juguetonamente primero para luego besarla con todo su amor, con todo ser. Poco a poco la fue acostando en la cama cubriéndola con su enorme cuerpo, tal y como le gustaba hacerlo. A ambos les gustaba imaginar que Jericó era la barrera entre Astrid y el mal, él siempre la mantendría a salvo y feliz, con él nunca le faltaría nada y ambos lo sabían.
Por eso Astrid estaba dispuesta a dar el siguiente paso en su vida con Jericó. Lo quería a su lado para siempre.

Astrid rompió el beso y se alejó un poco del primate.

–Pero creo que para que tengamos nuestra familia es necesario que firmemos unos papeles ¿No? –Dijo sonriendo.

Jericó se quedó congelado decifrando sus palabras. La escuchó, la entendió pero aún no podía creer que sea real lo que ella pedía.

–¿Enserio lo quieres hacer?–Dijo el primate sin evitar que su emoción sea notable en sus palabras. Astrid asintió.

–Si, pero quiero que me lo propongas tú.– Dijo juguetona.

Sin embargo Jericó se lo tomaba muy enserio y tardó solo un segunda bajarse de la cama y arrodillarse en el piso sujetando las manos de Astrid, quién lo vió sorprendida, y Jericó beso sus manos.

–Astrid, mi amor, mi vida. Eres la única hembra para mí en este y en todos los universos existentes por lo que no podría imaginarme una vida sin tí. Por eso mismo este primate indigno de tu ser te súplica que seas su compañera para siempre de forma oficial. Te daré todo el mundo si me lo pides pero por favor, se mía.

Astrid no podría detener las lágrimas aún si quisiera, ese macho sabía cómo conquistarla cada vez mas. Lo amaba tanto y realmente estaba emocionada que solo podía asentir repetidamente sonriendo.
Jericó sonrió como si se le abriera los cielos y se abalanzó hacia ella para abrazarla.

–¡Si, si, si quiero ser tuya para siempre Jericó!–Le dijo Astrid emocionada en su oído.

–¡Joder, es lo mejor que me puede estar pasando en toda mi vida, Astrid!– Exclamó feliz para luego besarla de nuevo.

Durante esa noche, o lo que quedaba de ella, celebraron su unión de la forma más única y profunda: haciendo el amor.

Astrid: Belleza Divina (Nuevas Especies)0.4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora