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El mundo era pequeño y más en la Reserva. Donde fuera que vaya Astrid se encontraba con el temible primate de ojos rojos, realmente ya estaba teniendo miedo de él.

Por otro lado, Jericó creía en las coincidencias y este día estaban muy presentes. Su bella humana se encontraba muy de seguido con él: primero tuvo que ir al centro médico dónde ella le curó el brazo de un corte, luego estuvo en la cafetería, luego en el camino al gimnasio, luego en el gimnasio y luego en el hotel. Todo el día la vió y eso lo tenía de buen humor pero también estaba feliz porque se dió cuenta que Astrid comenzó a cambiar su forma de vida aunque se preocupaba que se sobreesfuerze con los ejercicios en el gimnasio.

- pareces feliz.- dijo Smile mientras entrenaban.

- es posible.

- ¿ Tendrá algo que ver con la enfermera?- dijo Smile sonriendo con malicia.

- Tal vez...

- "tal vez", ¿Por que no dices "si"?- dijo Smile provocandolo.

- Debo ir lento con ella  si quiero llegar a algo.

-¿A si que vas muy enserio?

- Si, muy enserio.- dijo Jericó recordando lo que siente por Astrid.

Realmente estaba llegando a cierto punto que todo lo que quería hacer era entrar en la casa de Astrid a medianoche y robarla, para luego hacerle el amor de forma apasionada y caliente para que no olvide lo hermosa que era y lo posesivo que lo ponía. Quería marcar cada milímetro de piel con sus colmillos, darle unas nalgadas en ese trasero tan llamativo y chupar sus abundantes pechos como si fueran el mejor manjar de los dioses. Quería hacerla suya de forma posesiva y dominante, hacerle saber que él era su macho y, por ende, ella era su hembra.

- Yo que tú me apuraria.- dijo Smile.

-¿Porque?

- Escuché que no eres el único tras de ella, Book también esta interesado.

Esa noticia le cayó a Jericó como un balde de agua fría, conocía al macho y sabía que él podría enamorar a cualquier hembra humana.
Debía cambiar su táctica.
Se había confiado en que nadie se interesaría en SU chica porque ella no lo permitiría pero Book tenía sus métodos que desde luego eran mejores que los de él.
Eso le hizo preguntarse ¿Algunas vez Astrid lo vería? Sino, lo haría él mismo, se encargaría de hacerse mostrar. Él era un macho especie y cuando una especie quiere algo va por ello, en este caso él iría por ella.

(*)

Astrid se sentía cómoda en su cama mientras leía un libro erótico, tal vez era masoquista en soñar algo tan utópico pero se imaginaba a ella en el lugar de la protagonista. Realmente deseaba vivir esas cosas y experimentar lo que es una pasión y un amor puro y arrasador.

Deseaba a un hombre que la amase con tal locura y obsesión que no podría vivir sin ella. Que su sola presencia alterara su compostura, que pensara en ella como una mujer que cuya belleza y encantos se hayan convertido en su obsesión. Que su cercanía sea una tortura para su cuerpo, cabeza y alma. Una mujer que haya colado en su vida de forma tan absoluta que él nunca podría sentirse completo hasta poseerla. Quería que su pasión se soltara y lo dominará de tal forma que su lujuria salvaje la obligara a encerrarse en su habitación con llave para poder proteger su virtud. Que su locura por ella venciera cualquier dominio racional y que hiciera hasta lo imposible por conquistar su amor.

Quería un amor puro y  bruto.

Sabía que ese amor solo sería obtenido a través de libros y series de televisión. Ese amor no existía, tal vez en la época de los vikingos pero ahora le quedaba las simples labia de un hombre del siglo XX.

Suspiró decepcionada y con tristeza pero él solo pensar en ese tipo de hombre sintió un calor en su zona sur. Se había excitado. Sin pensarlo mucho se subió el camisón y se bajó sus bragas y comenzó a masturbarse pensando en aquel utópico hombre.

Él la tomaba de la cintura bruscamente y para besarla primitivamente en busca de sus gemidos y suspiros. Él besaría su cuello como si le perteneciera de la misma forma que le recorrería el cuerpo y atendería sus urgidos pezones que se erguían en señal de una necesidad que sería calmada cuando él depositara sus labios y los chuparía como si quisiera beber de su leche. Luego una mano obscena y atrevida bajaría y masajearia ese brote tan necesitado como ella lo estaba masajeando en ese momento.
Se imaginó como sería el pene: sería grande, venoso y totalmente necesitado de su cueva secreta. Podía casi sentirlo apropiandose de su cuerpo, podía sentir la longitud de su falo rozando con sus paredes vaginales húmedas. Escucharía gruñidos, suspiros y gemidos. Le hablaría sucio pero sin ser un depravado, la seduciría con palabras.
Y cuando llegaran a ese punto donde el cielo y el infierno se mezclan, en lo más alto de todo ambos se mirarían a los ojos expresando lo que sus cuerpos y almas sienten el uno por el otro.

Entonces se asustó, en esa parte se imaginó un solo color de ojos.

Marrones Casi rojos...

Se sintió frustrada al darse cuenta que se había imaginado a una especie, un primate más específicamente.

Jericó.

(*)

El primate se encontraba en el árbol de siempre disfrutando del maravilloso show que Astrid le había dado, claro que también habia sido un infierno ya que le daba morbo y pudor masturbarse allí mismo pero esa noche sabía que necesitaría más de una botella de gel para masturbarse o bien un baño con hielo. Tal vez ninguna de las dos opciones sean suficientes, él la necesitaba a ella, estaba tentado a irrumpir en esa habitación y hacerla suya, que supiera que su miembro solo se levantaba por ella y que su falo ansiaba por estar rodeado de sus calientes paredes.

La necesitaba con urgencia pero sabía que eso no lo ayudaría en su plan para conquistarla. Solo debía aguantarse y mantener a raya su deseo bravío por poseerla.

Astrid ¿Que me has hecho?

Astrid: Belleza Divina (Nuevas Especies)0.4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora