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«Los salones de las ladies y lordys son un semillero de imperfección. Las ladys, lordys exquisitos no deben permanecer en ellos mucho tiempo».

Tratado de las ladies, lordys más exquisitos.

«No hay ningún lugar más interesante en todo Londres que el palco junto a una sala de baile...».

El Folleto de los Escándalos, octubre de 1823.


—¡Pensaba que tu temporada había terminado y que ya no habría más bailes!

Jun se dejó caer en un sofá de la pequeña antesala del salón de las ladies y lordys de Weston House y dejó escapar un largo suspiro mientras se masajeaba el talón a través de su fina zapatilla.

—Y así debería ser. —Kibum, su amigo más fiel y recién acuñado duqui de Rivington, se levantó el bajo de su elaborada ropa azul para inspeccionar el lugar donde había caído su dobladillo—. Pero mientras el Parlamento continúe en sesión, la temporada de bailes se prolongará. Todas las, los anfitriones quieren que su festividad de otoño sea más impresionante que la última. Y tú tienes la culpa de todo —dijo Kibum tajantemente.

—¿Cómo iba a saber que Wookie pretendía iniciar una revolución de la diversión en mi honor? —Ryeowook, el hermanito de Kibum y cuñadito de Jun, había recibido el encargo de suavizar la presentación de Jun en la sociedad londinense tras su llegada aquella primavera.

Con la llegada del verano, el marquís había reemprendido su tarea. Una oleada de bailes de verano y actividades había mantenido a Jun en el ojo del huracán público, provocando que las otras anfitrionas y anfitriones de la buena sociedad se quedaran en la ciudad mucho después del final de la temporada.

El objetivo de Wookie era encontrarle un buen partido.

El de Jun, la supervivencia.

Tras llamar con la mano a una de las jóvenes sirvientas, Kibum arrancó una hebra de hilo de su bolso de mano y se la entregó a la muchacha, quien ya se había arrodillado a su lado para reparar el daño. Mirando a Jun a través del espejo, dijo:

—Tuviste suerte de haber podido declinar la Extravagancia Naranjal de Lady Davis de la semana pasada.

—Ella no lo llamó de ese modo.

—¡Sí que lo hizo! Tendrías que haberlo visto, Jun... era una explosión de color, y no precisamente armonioso. Todo era naranja: la ropa... los arreglos florales... los sirvientes tenían nuevas libreas, por el amor de Dios... la comida...

—¿La comida? —Jun arrugó la nariz.

Kibum asintió.

—Fue terrible. Todo era del color de la zanahoria. Un festín para conejos. Da gracias por no haberte encontrado bien.

Jun se preguntó qué habría pensado lady Davis —una decana especialmente bien informada— si hubiera acudido a la fiesta llena de arañazos tras el encuentro con Grabeham de la semana anterior.

Sonrió tímidamente ante aquel pensamiento y se dedicó a devolver media docena de rizos rebeldes a su lugar original.

—Pensaba que, ahora que eres un duqui, no tendrías que soportar esos eventos.

—Yo también lo pensaba. Pero Siwon no es de la misma opinión. O, para ser más precisos, la duquesa de Dowager no es de la misma opinión. —Suspiró—. Si vuelvo a ver un cuerno de la abundancia, creo que no podré soportarlo.

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