«Las relaciones que duran toda la vida comienzan con suavidad y temeridad. Las ladies y «Las relaciones que duran toda la vida comienzan con suavidad y temeridad. Las ladies y lordys delicados nunca hablan abiertamente con los caballeros».
Tratado de las ladies y lordys más exquisitos.
«Guy no es el único que tendrá un temperamento ardiente este otoño...».
El Folleto de los Escándalos, noviembre de 1823.
Dunscroft se caracterizaba por ser un pueblo de lo más tranquilo; la idílica vida campestre solo se veía interrumpida por la pérdida de algún que otro buey o cuando algún carruaje se descontrolaba calle abajo, pero tal y como sucedía con la mayoría de las pequeñas poblaciones del país, en aquel pueblo había muy pocas cosas dignas de mención.
Excepto la Noche de las Hogueras.
Por lo que parecía a primera vista, esa noche todos los habitantes de Dunscroft habían salido a participar de la fiesta. Acababa de ponerse el sol y habían engalanado el pueblo para la ocasión y encendido farolillos por todo el perímetro de la pradera, bañando los puestos ambulantes con una acogedora luz dorada.
En cuanto Jun se bajó del carruaje se vio abordado por los olores y sonidos de aquel ambiente festivo. Había cientos de personas en el césped, todos disfrutando de una u otra parte de la feria; los niños, con máscaras de papel, correteaban entre las piernas de sus mayores antes de pararse en algún espectáculo titiritero o ante chicas sonrientes con fuentes de manzanas caramelizadas. Había incluso un enorme cerdo asándose varios metros más allá.
Jun se quedó observando a un grupo de adolescentes que, con muecas y bailes, intentaban hacer que una estatua viviente abandonara su rígida pose. Sus payasadas consiguieron arrancarle una carcajada y se dejó llevar por aquella maravillosa sensación.
—¿Lo ves? —dijo Minhyun a su lado—. Te dije que no tenías que preocuparte.
—Todavía no estoy muy seguro —replicó Jun con una sonrisa en los labios—. Aún no he visto la hoguera del que hablabais.
En el centro de la plaza del pueblo había una enorme pira de madera coronada por un muñeco de paja con aspecto apesadumbrado. La cabeza del monigote colgaba peligrosamente hacia un lado, dando la sensación de que bastaría un simple soplo de aire para desmembrarlo en vez de las llamas del fuego. Un grupo de niños corría alrededor de la aún no encendida hoguera, cantando y bailando, y un bebé regordete estaba sentado a un lado cubierto de caramelo pegajoso de la cabeza a los pies.
Jun se volvió hacia su cuñadito y le sonrió.
—Ahora que estoy delante, no parece tan aterradora.
—Espera a que los niños hayan comido dulces hasta hartarse y todo el mundo intente que no se acerquen mucho a la hoguera para protegerlos. Entonces sabrás lo que es el miedo. —Minhyun buscó con la mirada entre la multitud—. La mayoría de las chicas y chicos deberían estar por aquí. Excepto por AR y Leighton, la casa se quedó vacía cuando nos marchamos.
En cuanto escuchó el nombre de Jung Min se puso tenso. Llevaba todo el día pensando en él; incluso se había pasado gran parte de la mañana buscando cualquier excusa para ir de habitación en habitación, aprovechando la menor oportunidad para entrar en el cuarto de niños o en el despacho de su hermano.
Pero parecía que se lo había tragado la tierra.
Debería alegrarse porque él hubiera decidido guardar las distancias. Además, no debería tentar al destino. Al fin y al cabo, Jung Min ya había elegido y solo era cuestión de tiempo que volviera a Londres y se casara con otra persona.