Capítulo 12

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Cuando el anciano me lo ordenó, me recosté en la poco confortable cama que se hallaba casi escondida en uno de los rincones de su pequeña morada

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Cuando el anciano me lo ordenó, me recosté en la poco confortable cama que se hallaba casi escondida en uno de los rincones de su pequeña morada. Antes de aquello, él me dio ciertas instrucciones y consejos que debía recordar, y muy bien, a la hora de ir a un lugar como el purgatorio:

«Lo primero que debes saber, es que a ese sitio un ser de carne y hueso no podrá ingresar bajo ningún motivo. Por lo tanto, tendrás que acceder a ese sitio mientras tu cuerpo permanece en este plano. Verás, querida, realizarás básicamente un viaje astral»

Apenas era la primera instrucción y, según sus propias palabras, la más básica, y todo ese asunto ya me daba muy mala espina. Sin embargo, considerando que el purgatorio era un sitio donde las almas impuras van a expiar sus pecados, a realizar penitencia como se dice, aquello no me extrañaba en demasía.

«La segunda cosa, es que una vez allí, todo lo que verás, estará en el punto intermedio entre lo real y lo falso. No puedes asegurar jamás que lo que verás allí sea cierto, así como tampoco podrás asegurar lo contrario. Por esa razón, Zafira, deberás centrarte solo en lo que te compete. No pierdas tu tiempo en asuntos que solamente te retrasarían».

Aquella segunda instrucción sí que llamó mi atención, aunque asumiendo que solo iba a ese sitio a enfrentarme con mi lado oscuro, tampoco tenía en mente perder mi tiempo en otras cosas, así que lo único que el anciano consiguió con esa segunda instrucción fue despertar mi curiosidad, es decir, ¿con qué me iré a encontrar a ese sitio?

«Y lo tercero, Zafira, en ese sitio existen textos sagrados, las bases de cualquier religión existente en el mundo, las claves acerca del cielo y el infierno, la vida de cada ser que caminó o caminará en este y cualquier otro mundo. Así que, por más curiosidad que sientas, no abras un solo pergamino si no contiene tu nombre grabado en él. Y, si valoras tu cordura, incluso si te toparas con el libro de tu vida, jamás leas el futuro. Porque los acontecimientos venideros podrían ser bienaventurados, pero también muy, muy terribles. Así que ve con cuidado».

Después de aquellos tips dejados por el anciano, y sobre todo tras oír tantos detalles de lo último, mi curiosidad se desbordó e hizo que comunicara mi mayor duda al respecto:

—Oiga, ¿cómo es que sabe tanto sobre ese lugar?

El anciano simplemente sonrió, mientras machacaba unas ramas en un bol, según él, esto era parte fundamental para que realizara el viaje astral.

—No serás la primera, ni la última, en visitar ese sitio, hija.

Aquella respuesta satisfizo toda pizca de curiosidad al respecto, pero todavía en el fondo de mi ser, me preguntaba el qué clase de cosas tuvo que experimentar una persona como él para tener que ir a parar al purgatorio.

Una vez preparó todo el extraño brebaje, el anciano mezcló la raíz machacada con agua y la revolvió hasta formar una espuma espesa, la cual recordaba más al café que a otra cosa.

La Hija del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora