Existen otras virtudes en las cosas, que no pertenecen a
Elemento alguno, como la de impedir el efecto del vino, alejar el
ántrax, forjar el hierro, o alguna otra; y esa virtud es la
consecuencia de la especie o de la forma de las cosas, lo que hace
que de una pequeña cantidad no sobre-venga un pequeño efecto,
lo cual no se halla en la cualidad de un Elemento; pues estas
virtudes, al ser muy formales, pueden producir grandes efectos
con la menor materia; por el contrario, la cualidad elemental para
actuar en gran medida necesita mucha materia. Las Propiedades
Ocultas se llaman así porque sus causas no se manifiestan y
porque el espíritu humano no las puede penetrar: he aquí por qué
sólo los filósofos, por larga experiencia más razón natural
pudieron adquirir una parte del cono-cimiento, pues así como las
carnes se digieren en nuestro estómago, por el calor que
conocemos, de igual manera se transforman por cierta virtud
oculta que ignoramos, no por el calor, porque así se
transformarían más rápido en el fuego que en el estómago. Lo
mismo ocurre con las cosas de cualidades elementales que
conocemos, y de ciertas virtudes que les son naturales y nacen con
ellas, que admiramos, y de las que nos asombramos de no poseer
el conocimiento o de no haberlas visto, como es el ejemplo del
ave Fénix, que renace de sí misma, como dice Ovidio:
Hay un ave que los asirios llaman Fénix, que renace de si
misma...
Y agrega:
Los egipcios se reúnen para ver con admiración la cosa
maravillosa, y muestran al punto su regocijo ante esta ave única. Matreo recibe extrema admiración de griegos y romanos al
decir que apacentaba a una bestia salvaje que se devoraba a sí
misma, y hasta hoy hay gente que desea saber cuál era la bestia de
Matreo. Nadie dejaría de asombrarse de que existen peces bajo
tierra, de los que han hecho mención Aristóteles, Teofrasto y el
historiador Polibio, y de que Pausanias nos habló de ciertas
piedras que cantan; por tanto, estas son operaciones de las
virtudes ocultas. Así ocurre que el avestruz para nada daña su
estómago con un hierro caliente, digiere un hierro frío y hasta el
más duro, para nutrir su cuerpo. Asimismo, el pececillo llamado
Echeneis detiene de tal manera la impetuosidad de los vientos, y
doma la furia del mar, por más fuertes y violentas que sean las
tempestades, y cualquiera sea la cantidad de velas de que se sirvan
los navíos, mientras que por poco que las toque, las detiene y las
hace rezagarse de manera que quedan sin movimiento. De igual
modo, las salamandras y las bestezuelas llamadas Pyraustae viven
en el fuego, y aunque parezca que se consumen, nada les impide
conservarse. También hay cierta resina, con la que dicen que las
amazonas frotaban sus armas, que las preservaba de ser dañadas o
perjudicadas por el hierro o el fuego; se sabe que Alejandro el
Grande frotó con esa resina las puertas caspianas, que eran de
bronce.
Incluso está escrito que el arca de Noé, construida hace miles
de años y que aún dura sobre las montañas de Armenia, estaba
compuesta por esta resina. Hay una cantidad de otras maravillas
de esta clase, casi increíbles, conocidas sin embargo por la
experiencia misma: así las historias antiguas hacen mención de los
sátiros, animales con figura mitad hombre y mitad bestia, pero
dotados de raciocinio, de los que san Jerónimo dice que uno de
ellos habló a san Antonio, el ermitaño, condenando en sí mismo el
error de los gentiles de adorar a los animales, y rogándole que
rezara a Dios por él; y asegura que, en otra ocasión, apareció en
público uno de ellos, siendo al punto remitido a Constantino.
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LA MAGIA N A T U R A L
RandomPrimer libro para aquellas personas que quieren iniciar en el mundo esotérico y ocultismo. Es importante destacar que este libro no es para curiosos, si no para personas que quieran aprender más sobre la magia real