Capítulo 10 LAS VIRTUDES OCULTAS DE LAS COSAS

808 5 0
                                    

Existen otras virtudes en las cosas, que no pertenecen a

Elemento alguno, como la de impedir el efecto del vino, alejar el

ántrax, forjar el hierro, o alguna otra; y esa virtud es la

consecuencia de la especie o de la forma de las cosas, lo que hace

que de una pequeña cantidad no sobre-venga un pequeño efecto,

lo cual no se halla en la cualidad de un Elemento; pues estas

virtudes, al ser muy formales, pueden producir grandes efectos

con la menor materia; por el contrario, la cualidad elemental para

actuar en gran medida necesita mucha materia. Las Propiedades

Ocultas se llaman así porque sus causas no se manifiestan y

porque el espíritu humano no las puede penetrar: he aquí por qué

sólo los filósofos, por larga experiencia más razón natural

pudieron adquirir una parte del cono-cimiento, pues así como las

carnes se digieren en nuestro estómago, por el calor que

conocemos, de igual manera se transforman por cierta virtud

oculta que ignoramos, no por el calor, porque así se

transformarían más rápido en el fuego que en el estómago. Lo

mismo ocurre con las cosas de cualidades elementales que

conocemos, y de ciertas virtudes que les son naturales y nacen con

ellas, que admiramos, y de las que nos asombramos de no poseer

el conocimiento o de no haberlas visto, como es el ejemplo del

ave Fénix, que renace de sí misma, como dice Ovidio:

Hay un ave que los asirios llaman Fénix, que renace de si

misma...

Y agrega:

Los egipcios se reúnen para ver con admiración la cosa

maravillosa, y muestran al punto su regocijo ante esta ave única. Matreo recibe extrema admiración de griegos y romanos al

decir que apacentaba a una bestia salvaje que se devoraba a sí

misma, y hasta hoy hay gente que desea saber cuál era la bestia de

Matreo. Nadie dejaría de asombrarse de que existen peces bajo

tierra, de los que han hecho mención Aristóteles, Teofrasto y el

historiador Polibio, y de que Pausanias nos habló de ciertas

piedras que cantan; por tanto, estas son operaciones de las

virtudes ocultas. Así ocurre que el avestruz para nada daña su

estómago con un hierro caliente, digiere un hierro frío y hasta el

más duro, para nutrir su cuerpo. Asimismo, el pececillo llamado

Echeneis detiene de tal manera la impetuosidad de los vientos, y

doma la furia del mar, por más fuertes y violentas que sean las

tempestades, y cualquiera sea la cantidad de velas de que se sirvan

los navíos, mientras que por poco que las toque, las detiene y las

hace rezagarse de manera que quedan sin movimiento. De igual

modo, las salamandras y las bestezuelas llamadas Pyraustae viven

en el fuego, y aunque parezca que se consumen, nada les impide

conservarse. También hay cierta resina, con la que dicen que las

amazonas frotaban sus armas, que las preservaba de ser dañadas o

perjudicadas por el hierro o el fuego; se sabe que Alejandro el

Grande frotó con esa resina las puertas caspianas, que eran de

bronce.

Incluso está escrito que el arca de Noé, construida hace miles

de años y que aún dura sobre las montañas de Armenia, estaba

compuesta por esta resina. Hay una cantidad de otras maravillas

de esta clase, casi increíbles, conocidas sin embargo por la

experiencia misma: así las historias antiguas hacen mención de los

sátiros, animales con figura mitad hombre y mitad bestia, pero

dotados de raciocinio, de los que san Jerónimo dice que uno de

ellos habló a san Antonio, el ermitaño, condenando en sí mismo el

error de los gentiles de adorar a los animales, y rogándole que

rezara a Dios por él; y asegura que, en otra ocasión, apareció en

público uno de ellos, siendo al punto remitido a Constantino.

LA MAGIA N A T U R A LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora