Demócrito, Orfeo y muchos pitagóricos, que indagaron muy
sensata-mente las virtudes de los cuerpos celestes y de los
inferiores, dijeron que todo estaba lleno de dioses, y esto no sin
razón, puesto que ninguna cosa, por grandes que sean sus virtudes,
puede estar contenta de su naturaleza sin el auxilio de la potencia
divina; aquellos llamaban dioses a las virtudes divinas expandidas
en las cosas, y a esas virtudes Zoroastro las llama atractores
divinos, y Sinesio atractivos simbólicos; otros, vidas; otros, almas,
de las que decían que las virtudes de las cosas dependían y que el
alma única extendía una materia sobre las otras en las que opera;
como el hombre que extiende su entendimiento sobre las cosas
inteligibles y su imaginación sobre las que se imaginan; y esto era
lo que en-tendían diciendo por ejemplo, que el alma, al salir de un
ser, entraba en otro, y que le fascinaba e impedía sus operaciones
como el diamante impide que el imán atraiga al hierro. De manera
que el alma, primum mobile, como se ha dicho, actúa y se mueve
por propio designio, de sí y por sí, y el cuerpo o la materia, inhábil
o insuficiente para moverse por sí, discrepa mucho con el alma y
se halla muy alejada de su facultad; por ello se dice que es
menester un mediador más excelente, a saber, que no sea como un
cuerpo sino como un alma, y si no fuese como ésta, que lo sea casi
como un cuerpo, por el que el alma se una a éste; aquellos
pensadores hacen consistir el Espíritu del mundo en este medio,
que se dice que es la quintaesencia, porque no proviene de los
cuatro elementos, sino que es cierto quinto elemento que está por
encima de ellos y que subsiste sin ellos. Por ello es absolutamente
necesario tal espíritu, como medio por el cual las almas celestes se
hallan en un cuerpo burdo y le comunican sus cualidades
maravillosas, y este espíritu en los cuerpos del mundo, como en
nuestro cuerpo humano; pues así como nuestras al-mas comunican
a través del espíritu sus fuerzas a nuestros miembros, igualmente
la virtud del alma del mundo se expande sobre todas las cosas a
través de la quintaesencia, ya que en el universo nada hay que no sienta alguna chispa de su virtud o que carezca de sus fuerzas.
Mas en mayor y más particular medida influye sobre los cuerpos
que más han captado este espíritu, y lo hace a través de los rayos
de las estrellas a medida que las cosas se adaptan. Es, por tanto, a
través de este espíritu que todas las cualidades ocultas se
expanden sobre las hierbas, las piedras, los metales y los
animales, por medio del sol, de la luna, de los planetas y de las
estrellas que están por encima de los planetas, y este espíritu
puede por ello sernos más útil para que sepamos separarnos de los
otros elementos o para que sepamos servirnos mejor de las cosas
en las que aquél se halla en mayor abundancia; pues las cosas
sobre las que este espíritu se expande menos o donde la materia es
menos retenida, más lo perfecciona y produce más prontamente su
semejante, ya que él contiene toda la virtud de producir y de
engendrar; es por ello que los alquimistas buscan extraer o separar
este espíritu del oro, y tan pronto pueden extraerlo o separarlo y
aplicarlo en seguida a toda clase de materias de la misma especie,
es decir, a los metales, al punto logran crear o*;o y plata. Nosotros
sabemos hacerlo y lo hemos visto practicar algunas'
veces; pero no
hemos podido fabricar más oro que el peso de oro del que
extrajimos el espíritu, pues éste era de forma expandida y no
contraída, no pudiendo contra su proporción y medida
perfeccionar un cuerpo imperfecto, aunque no rechazo la idea de
que ello pueda hacerse mediante otro artificio.
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LA MAGIA N A T U R A L
AcakPrimer libro para aquellas personas que quieren iniciar en el mundo esotérico y ocultismo. Es importante destacar que este libro no es para curiosos, si no para personas que quieran aprender más sobre la magia real