Capitulo 2

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Lauren llamó a Camila a su casa y se sorprendió de que no estuviese. La llamó al móvil y tampoco contestó. Preocupada porque era ya muy tarde salió corriendo de su casa. Estando ya en el jardín miró hacía el tejado de su propia casa y ¡allí estaba! Suspiró aliviada y subió por la escalera, que se tambaleó levemente con el peso. Se sentó junto a ella y miró el cielo estrellado.

- ¿Qué ha sido ahora? -preguntó Lauren despreocupada.

- No lo sé. Me fui en cuanto empezaron a discutir. La escena pierde su gracia cuando se repite diariamente -explicó Camila mirando a la nada.

- No entiendo por qué no te vas de tu casa- replicó tras un suspiro- ¡No eres feliz allí!

- ¡Dramática! -bromeó intentando improvisar una sonrisa.

- ¿Por qué estás en mi tejado entonces? -replicó irritada- Eres la única adulta de esa casa.

- Es posible- confirmó con tristeza- Pero son mis padres y sin mí, acabarían matándose entre ellos. Mi madre acabaría llevando acabo alguna de sus estup¡das amenazas y mi padre acabaría dejándola o metiéndola en un manicomio -suspiró resignada y la miró con una radiante sonrisa- ¡Soy indispensable!

- Cambiemos de tema -propuso Lauren- Hace tiempo me dijiste que necesitabas trabajo para tener algo de dinero.

- Sí, no quiero tener que acudir a mi padre para esas cosas. Ya sabes como es. Prefiero un dinero seguro por si lo necesito para algo.

- Camz, soy yo. No me mientas. Sé que quieres dinero para pagar las facturas que a tu padre se le "olvida" pagar. Eres la única que hace la compra y se ocupa de esa casa.

- Vamos, ¡que soy una santa! -bromeó con desgana.

Desde que su padre había emprendido la autonomía laboral, Camila se tuvo que preocupar de que el dinero se invirtiera, en alguna medida, en el hogar familiar y no solo en el negocio, como su padre deseaba. Su madre, aunque muy buena, era muy inmadura y caprichosa, cualidades que disgustaban a su hija tanto como provocaba la necesidad de protegerla. Con los años había aprendido a no involucrarse en las peleas entre sus padres, ya que ella era la única que sufría con ellas. Pasaba horas llorando en su habitación pensando que cuando saliese vería como su madre se marchaba o su padre tenía el coraje de gritarla y decirle cuanto deseaba que cumpliese su promesa de marcharse. Pero siempre se encontraba la misma escena, los dos abrazados y besándose, como dos colegiales, actuando como si nada hubiese pasado. Solo Camila sufría. Hasta que decidió salir de escena y huir a los acogedores brazos de su amiga. O a su tejado.

- ¿Quién era el tipo que estuvo en la universidad esta mañana contigo? -preguntó preocupada- Era...- elegante, pensó Lauren y tuvo que admitir que guapo- mucho mayor que tú.

- Tranquila hermanita mayor -se burló soltando una carcajada- ¿Crees que un tipo así se fijaría en mi? -¡Por supuesto que sí!, se contestó ella misma.

- Bueno... yo solo pensaba que era raro que te buscase -contestó aliviada.

- Era mi jefe -afirmó sin pensar- Trabajo... ahm... ¡cuido a sus hijos! Eso es, por las noches. Por eso no puedo salir con ustedes. Y me fue a buscar porque... su mujer me despidió el sábado y venía a disculparse en su nombre. Había tomado de más y se habían peleado. La tomó conmigo -mintió ella.

- ¡Oh, vaya! No me dijiste. Me alegro que hayas encontrado algo. Cuidar niños no debe ser muy difícil. Aunque nunca me llames para que te ayude.

Lauren continuó bromeando sobre su supuesto trabajo, mientras que ella se reía para sus adentros, pensando que no era tan diferente de lo que hacía en realidad. Sin duda, los tipos con los que tenía que lidiar cada fin de semana no eran ni mucho menos, unos niños, pero muchos se comportaban como tales. Todos ellos, para ser más exactos. Y creían que ella era su juguete. Un juguete por el que todos se peleaban cada noche y con el que soñaban y recordaban cada día. Pero solo era una fantasía más. Ese era su trabajo, provocar los deseos y lujurias de todos ellos, entretenerlos y sobre todo, hacer que se quedasen y consumiesen. Y lo hacía realmente bien. Tanto, que su jefe tuvo que ir a buscarla, tras hacer una caja con la mitad de las ganancias esperadas. En poco tiempo se había hecho muchos amigos, los cuales se marcharon en el acto al saber que ella no estaba. Así que para asegurarse los beneficios, había sido ascendida a relaciones públicas. No estaba mal para una simple bailarina, pensó orgullosa.

- Entonces -dijo saliendo de sus pensamientos- Ari al fin consiguió lo que quería.
- Sí -confirmó apenada- El sábado cedí.
- Hablas como si te hubiesen obligado -afirmó risueña.
- Es la tipa más egoísta y creída que he conocido en mi vida. Y no creas que no sé como te trata.
- ¿Por qué te enredaste con ella entonces?
- Pues porque está muy buena -respondió como si fuese lo más evidente del mundo.
- ¡Te pierden las mujeres! -le acusó riendo ella.
- Lo sé, lo sé -abrazándola- Hacen conmigo lo que quieren.
- No. Tú haces con ellas lo que puedes y se dejan.
- ¡Eh! -dijo fingiendo enojarse- Yo solo hago lo que ellas me piden ¿Qué culpa tengo yo de ser tan irresistible?
- ¡Disculpa! Voy a vomitar y ahora vuelvo -bromeó fingiendo levantarse para irse.
- ¡Ven acá! -ordenó sonriente mientras la apretaba contra ella.

Lauren siempre estaba ahí cuando ella la necesitaba. La cuidaba sin hacerla sentir vulnerable ni dependiente. Ella también había sido un paño de lágrimas para ella cuando sus padres se habían divorciado y tras unos funestos años con su madre, Lauren había decidido vivir con su padre, quien se había vuelto a casar en el primer año de convivencia. Esto alegró a Lauren, porque adoraba a su madrastra y no le gustaba vivir sola con su padre, aunque no había problemas entre ellos, fueron unos meses muy tensos. Camila había estado allí con ella, almorzando y cenando juntos casi todos los días, hasta que su madrastra se mudó tras la boda. En poco tiempo tuvo la madre que nunca había tenido, se preocupaba por ella y la mimaba como el resto de mujeres de su entorno. Para ella era el momento más feliz de su vida, ni una sola mujer de su entorno se le resistía.

La mañana siguiente fue como cualquier otra. Fueron a clases y se encontraron en los jardines con el resto de amigos. Bromeaban y reían. Ya todos se habían acostumbrado a que siempre una de las dos se tendiese sobre el regazo de la otra. Con el tiempo dejaron de hacer suposiciones, al darse cuenta de que nada pasaba entre ellas. Nadie hacía comentarios ya. Excepto Ally. No era del agrado de ninguno, pero la soportaban, forzosamente, por ser prima de Lauren. Y nadie haría nada que enfureciera a la cabecilla de esa "banda". Ni uno solo de sus miembros discutía con ella porque la apreciaban casi tanto como lo admiraban y envidiaban. Solo había una persona a la que pudiesen obedecer con mayor vehemencia, pero era más por temor, y esa era Camila. Lauren adoraba ver como sus amigos la temían, como si fuese capaz de matarlos con la mirada. Posiblemente, porque más de uno había recibido alguna de sus bromas o venganzas, y nunca ninguna de las dos era pacífica. Era bueno temerla, de eso no le cabía ninguna duda a su amiga.

Apoyada sobre un árbol, Camila escuchaba las bromas de todos, mientras jugaba distraída con el cabello de Lauren, que se encontraba sobre su regazo. Mirando el cielo, a la nada, se sobresaltó. Entre la multitud de estudiantes una cara conocida caminaba hacía ella. Pero ¿qué hacía allí? ¡Lo iba a estropear todo! Se alarmó y del saltó casi provoca una contractura muscular en el cuello de su amiga. Tenía que calmarse y disimular, así que proceso una gentil sonrisa y se levantó, escuchando las protestas malhumoradas de Lauren.

Lo último que necesitaba es que su "otra" vida viniese a invadirle esta. Y algo le decía que la presencia de su mejor amiga Dinah, ¡lo haría! Era una belleza que provocaba miradas allá por donde pasaba. Sabía de sus encantos y los aprovechaba bien para conseguir las mejores propinas. Era una de las mejores bailarinas de todas con las que había trabajado pero esta prefería estar de camarera, por las generosas ganancias y el contacto con los clientes. Se habían hecho intimas por el respeto mutuo que sentían la una por la otra. Y Dinah era la única que sabía todo respecto a las dos caras de Camila.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó apresuradamente, al acercarse.
- Joaquín se ha enterado de que estudias aquí y puede que venga a visitarte. Pensé que querrías saberlo -espetó burlona.
- ¡Ay no! Ese hombre no puede ser más pesado aunque se entrené para ello -protestó alejándose de la mirada de sus amigos. Todos habían notado la presencia de la sensual desconocida y la desnudaban con la mirada- Vámonos de aquí o tendré que buscarte guardaespaldas -afirmó Camila arrastrando del brazo a Dinah, muerta de la risa.

Caminaron alejándose de los jardines y entrando al primer edificio que encontraron. Tenían que encontrar la manera de librarse de ese hombre. Había postergado demasiado tiempo la ruptura, pero ya era hora. Camila había accedido a salir con el atractivo joven, pensando que un hombre de su nivel y reputación no la tomaría en serio y solo se divertirían un poco, pero el rico y fornido hombre decía haberse enamorado. Ella lo había hecho creer que era una harapienta camarera sin oficio ni beneficio, pero al parecer Joaquín había aprovechado bien sus contactos para descubrir que era una estudiante sobresaliente de familia respetable. La revelación no la agradó y aunque Dinah se ofreció para ayudarla a librarse de él, no se le ocurría una forma de hacerlo. A no ser que....

Amigas Desconocidas (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora