El Alma del Instrumento

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Érase yo un niño en Sevilla cuando escuché por primera vez un instrumento musical. Quedé engatusado, no por la música, sino por el instrumento de donde salía, un violín.

Al crecer me dediqué al oficio de luthier, es decir, un fabricador de instrumentos. Mi meta era superar al mismísimo Stradivarius, cuya calidad en creación de instrumentos no había podido ser superada jamás.

Existen rumores que decían que Stradivarius cubría todos sus instrumentos con una resina especial que nadie había podido averiguar o imitar.

Fabriqué miles y miles de violas y violines utilizando todas las resinas que se me ocurrieron. Pero llegó un punto en el que no pude encontrar algo que ya no hubiera utilizado ya.

Me metí entonces en el mundo del alquimismo en búsqueda de la resina de Stradivarius. Pasados unos años en el tampoco encontré la resina, pero conocí a un brujo que venía de Haití y que sabía muchas cosas, sobre todo de las almas de las personas.

En una de mis conversaciones con el me comentó que existía un ritual mediante el cual podías anclar el alma de una persona a un objeto. Entonces recordé que en la caja de resonancia de los instrumentos de cuerda hay un palito de madera que evita que la caja pierda su forma llamado alma.

Aplicando el ritual descubrí que un alma joven tiene un sonido agudo, mientras que una adulta tiene un sonido profundo y fuerte.

Y aunque jamás logré descubrir cual era la resina que usaba Stradivarius ¡Mis instrumentos tienen un sonido que los expertos califican de humano!

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