Capitulo 12: Infierno personal III. La puerta que nunca se abre.
—Nunca olvides que tú eres el hermano mayor, Luis —decía muy seriamente su papá, un hombre de gran estatura y con bigotes bien recortados. El pequeño Luis de seis años se paraba muy recto como si fuese uno de esos soldaditos de plomo y miraba fijamente a su papá con toda la seriedad que se le era posible a su edad.
—No lo olvidaré, papá.
—¿Y qué otra cosa es la que no debes olvidar?
—Como hermano mayor, soy responsable de mis hermanos menores. Debo cuidarlos.
—Muy bien, siempre tienes que dar el ejemplo, Luis—continuó diciendo su padre—. Tus hermanos pequeños constantemente te miraran, verán en ti una competencia que querrán superar, por eso siempre debes tener la frente en alto y procurar ser lo mejor de lo mejor.
Creció con esa idea; la de ser el hermano más sobreprotector del mundo, cuidaba a Santi y a Leandro como un buen hermano mayor, hasta que ser el mayor se convirtió en una carga muy pesada, hasta que comprendió que incluso los hermanos mayores tienen envidia de los menores.
Esa tarde, a lo lejos, luego de venir de la escuela se encontró con una verdad que aun a sus catorce años no sabía cómo asimilar. Observando a su hermano Leandro desde una esquina, lo vio jugar a las escondidas con Susana, corrían y reían y en más de una ocasión se besaron en las mejillas. Para la gente común sólo se trataban de dos niños creciendo a la adolescencia, pero para Luis fue la imagen que necesitaba para caer en la tierra. Porque desde hacia rato, mucho rato, que se había fijado en la sonrisa de su Susana, en que era tierna y hermosa, y calentaba su corazón de un modo en que no debería hacerlo.
La escena en si le produjo un remezón en el pecho, algo como una línea de fuego que dolía con tristeza y pesar.
"No Luis" se dijo, haciendo de tripas su corazón para que esa tristeza no lo arropara "No está bien sentir eso por la chica que será la novia de Leandro"
Para entonces, Susana tenía once años y Leandro también y se veían tan bonitos juntos como podrían serlo una pareja de canarios. Luis se alejó de allí, de esa escena y su ternura que tanto dolor le producía, admitiendo para sus adentros que Susana era el primer amor de Leandro, y para su desgracia, era el suyo también...
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Era media noche.
Luis se levantó de la cama, asediado por sus propias preocupaciones. Fue hasta la puerta de entrada y se aseguró que estuviera bien cerrada. Comprobó el seguro una y otra vez, convenciendo de que en efecto, la puerta se mantenía cerrada. Entonces, retornó el camino de regreso a la cama. Pero cuando iba a mitad de camino se devolvió hasta la puerta, verificando nuevamente si se encontraba con seguro. La acción la repitió un par de veces más, tratando de convencerse de que todo se mantenía asegurado, él estaba seguro de que así era, sin embargo le era imposible evitar la acción. Necesitaba repetirlo una y otra vez, como una oración, para saciar esa preocupación latente en sus venas.
Si Leandro era compulsivo obsesivo con la limpieza, Luis lo era con las cerraduras. Su obsesión era tal que a veces sólo dormía la mitad del tiempo, su compulsión le impedía dormir tranquilamente, preocupado constantemente en si la puerta estaba cerrada. A veces pasaba noches enteras ansioso y nervioso, tratando de controlar su compulsión, pero su ansía no se calmaba hasta que veía realizado su ritual de cada noche. Y cada vez aumentaba más...
—Está cerrada, lo prometo —susurró Aarón a su lado en la cama, quien era cociente de su enfermedad.
Luis suspiró hondo e intentó calmar su angustia, pensando en otros asuntos, sin embargo, la idea de que la puerta no estuviese asegurada y alguien pudiese entrar lo acechaba sin compasión, enfermando sus nervios.
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Secretos De Familia. ME PERTENECES (PARTE II)
RomanceHan pasado varios meses desde que la relación de Leandro y Adrián se ha estabilizado. Todo marcha bien hasta que ciertos eventos remueven en Leandro sus oscuras memorias, recuerdos sobre los sucesos que condujeron a la muerte de su mejor amiga y qu...