Capítulo 4: Ecos del pasado

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Capítulo 4: Ecos del pasado

Adrián estaba fastidiado. Enojado. Disgustado. Aparte de haber reprobado el examen, también tenía que calarse aquello.

Miró el pizarrón negro del salón, Leandro dibujaba con tiza blanca la fórmula del triángulo rectángulo. Luego observó reprobatoriamente a las alumnas de la clase. Casi todas estaban con el cuerpo inclinado hacía delante, prestando atención a cada una de sus palabras. Pero Adrián sabía que la trigonometría no despertaba ese tipo de reacción en ellas y eso era lo que le molestaba. Seguramente estaban sacando una placa mental a escala de todo el cuerpo del maestro con sus mínimos detalles.

Tampoco podía culparlas tanto, en el instituto la mayoría de los profesores eran señoras pasadas de la edad y viejos regordetes, así que Leandro era carne nueva. Adrián sabía que tenía un cuerpo al que provocaba lamerle el pecho y muchas cosas más. Pero era el típico profesor desgraciado que no aceptaba retrasos, gustaba de trabajos pulcros, originales, y amaba como nadie el sufrimiento ajeno, tanto como para gozar y reír maquiavélicamente mientras tachaba con marcador rojo un "0" bien grande, justo como el que le había puesto a su examen.

Viéndolo de ese modo, a Adrián no le pareció tan sexy.

Mientras tanto, Leandro trataba de ignorar con educación las preguntas. A fin de cuentas, era un día como cualquier otro. Ir al instituto y dar clases, aguantarse a los jovencitos caprichosos y saboteadores de clases, a los que se dormían mientras explicaba los ejercicios de física o matemáticas. Y también tenía que aguantarse las preguntas del club de fans femenino.

—¿Profe, usted es casado?

—¿Tiene hijos?

—¿Qué signo es?

Leandro no se inmutó ni un segundo y siguió explicando el ejercicio, haciendo oídos sordos a sus inquietudes.

—Si el ángulo es treinta entonces la tangente sería...

Continúo diciendo.

—¡Profe! —reclamaron a coro las muchachas muy indignadas.

—Respuesta incorrecta. Recuerden que el opuesto a treinta es sesenta y los valores de los lados son...

—Profe, no ignore las preguntas.

Leandro rió despacio y les dio la cara

—No estoy casado ni tengo hijos, ¿ya? —volvió su vista al pizarrón, empeñado en impartir educación—. Ahora, volviendo al tema, la cantidad que debemos colocar aquí en la tabla de valores es...

—¿Y no tiene novia?

Leandro suspiró casi con tristeza. 

—Como no están prestando atención, tendrán que llenar la tabla de valores desde el principio.

—¡¡Profe!!

Aun con todo, Leandro se lo pensó un segundo, ¿Tenía novia? No, tenía novio. Pero no podía decirles eso a las estudiantes, aunque si les revelaba su verdadera orientación sexual, posiblemente lo dejarían en paz y dejarían de enviarles cartas confesando su amor, o como otras veces en que había chicas más osadas y se le declaraban en la cara.

—¿Profe, tiene novia?—siguieron insistiendo.

—Sí, tengo novia.

—¿No quiere otra? — sin quererlo se rió en voz alta. ¡Ni hablar! tenía suficiente con Adrián como para buscarse otra novia.

—No, no quiero otra. Me basta y sobra con lo que tengo —y les sonrió con esa sonrisa encantadora suya; dulce y adornada por unos labios color rosa que hacía que se le hundiera un hoyuelito en la mejilla derecha—. Ya fue suficiente. Pónganse a estudiar, quiero esa tabla de valores para hoy. ¿Entendieron?

Secretos De Familia. ME PERTENECES (PARTE II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora