Capitulo 17: Infierno personal IV. Libre albedrio
Adrián tenía catorce años cuando decidió que quería descubrir la verdad. Y era algo que tenía que hacer por si mismo porque ni su madre ni su hermano iban a revelarle nada. Ya hacia un tiempo que se habían establecido en la misma ciudad de siempre y resultaba un alivio porque vivir como nómada, viviendo de aquí allá, no era lo suyo. Ahora el apartamento tenía muebles y cada uno poseía su propia cama y cuarto. Conocía los vecinos, el camino a la escuela y a la terminal de pasajeros. Tenía edad suficiente para viajar sin que nadie le preguntara nada, igual tampoco planeaba ir muy lejos.
Ese día, desvió el camino a la escuela y se fue a tomar un bus que lo llevaría a la ciudad gemela. No era muy lejos, pero era mejor tomar el transporte. Desde la ventana observó el paisaje singular de la ciudad urbana y fue adentrándose de a poco, intentando reconocer en ellos algo familiar pues esa era la ciudad donde Leandro vivía. Sin embargo, la memoria le jugaba en contra pues no pudo reconocer nada. El bus se detuvo y Adrián tuvo que abandonarlo, caminando así en una ciudad que le era desconocía.
Perdió el rumbo, indagando entre una cosa y otra, preguntando por el nombre de una vecindad que no sabía si existía o si así se llamaba. Acabó llegando hasta los barrios peligrosos y delictivos donde el robo era frecuente. Estaba a punto de rendirse, darse la vuelta y volver a casa, eso hasta que reconoció el parque donde Leandro solía jugar con él. Se acercó y contempló a los niños jugar en los columpios. En su mente, se creó un camino imaginario inspirado por las reminiscencias que acudían a él y que conducían hasta su antigua casa. Lo siguió, dejándose llevar por el instinto y en efecto, acabó llegando a su antigua casa.
La observó desde afuera, parecía que una familia nueva vivía allí y eso no le importó. Le importaba más la casa de al lado, donde él presumía que vivía Leandro. Recorrió el camino de piedra hasta llegar a la puerta de la casa, observando de paso que el denso jardín ya no existía y que incluso, la fachada parecía un poco descuidada. No era así como lo recordaba, quizás la mamá de Leandro ya no tenía tantos ánimos como antes. Y pensando en eso se atrevió a tocar el timbre, notando además que un perro estaba amarrado junto al árbol. Frunció el entrecejo, sabía que Luis amaba a los animales, pero no era de esos que ataban a un perro. Tuvo que salir de sus pensamientos al darse cuenta de que la puerta fue abierta.
Adrián estaba preparado para ver a la mamá de Leandro o alguno de sus hermanos, pero no era nadie, nadie a quien él pudiese reconocer.
—¿Si? —dijo una mujer en el umbral de la puerta, tenía la cara que poseen las amas de casa; un poco cansada y ojerosa por el cuidado de niños y el quehacer de la casa. Al fondo se escuchó el llanto de un bebé.
—Disculpe, ¿Está Leandro? —preguntó con duda.
La mujer lo miró sin comprender, dándose luego la vuelta al ver que el bebé seguía llorando.
—No hay nadie que viva aquí con ese nombre —musitó la mujer, queriendo cerrar la puerta para ocuparse de sus asuntos. Adrián la detuvo.
—¡Espere! —puso la mano en la puerta—. De verdad necesito hablar con Leandro.
—Niño ya te dije que no vive aquí. Tal vez te equivocaste.
—No, imposible. ¡Él vivía aquí!
—Compramos la casa hace como un año. Tal vez se mudó.
—¿Mudarse?
—La gente se muda todo el tiempo —lo miró como si él fuese particularmente estúpido—. Y esta casa ha pasado por varios dueños. No sé nada de los anteriores. Yo sólo la compré y ya esta. Ahora déjame que me voy a ocupar de mis asuntos.
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Secretos De Familia. ME PERTENECES (PARTE II)
Roman d'amourHan pasado varios meses desde que la relación de Leandro y Adrián se ha estabilizado. Todo marcha bien hasta que ciertos eventos remueven en Leandro sus oscuras memorias, recuerdos sobre los sucesos que condujeron a la muerte de su mejor amiga y qu...