Capítulo 19: sin previo aviso

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Capítulo 19: sin previo aviso

Alan conoció a Lucas por casualidad.

Fue durante un día gris mientras buscaba empleo. Acababa de fugarse con Mario y el dinero se acababa. Hasta entonces, habían logrado sobrevivir gracias a los trabajos de un día; repartiendo volantes, haciendo de mascota para una tienda de teléfonos, promotor en ventas de comida. Incluso fue a los barrios, a tocar de casa en casa para ofrecer productos o servicios de limpieza de jardín. Hacía lo que fuera para conseguir el dinero que respaldaría la cuota del día.

Sin embargo, resultaban trabajos tan fugaces que no alcanzaba a reunir el dinero requerido para pagar el alquiler de una casa. Hasta entonces, solo se hospedaban en posadas, siempre esperando conseguir un cuarto que no costase mucho dinero. Y la comida la compraban ya hecha, lo cual era un alivio pues no contaban con cocina. Pero eso suponía un gasto más elevado. Necesitaban estabilizarse para continuar con sus vidas.

Era en esos momentos cuando Alan se arrepentía de no haber seguido en la universidad. No tendría un título de inmediato porque una carrera es larga, pero suponía que tendría más opciones que solo buscar empleos de medio tiempo. Su título de bachiller no era suficiente y en los escasos empleos publicados en los periódicos, requerían a personas estudiadas y con experiencia.

Ese día, Alan había suspirado con tristeza mientras recordaba el rostro preocupado de su canario. Esa situación le afectaba a Mario, pues no deseaba ser una carga y Alan estaba decidido a probarle que no lo era.

Una señora se acercó y Alan sonrió, mostrando toda su amabilidad mientras le entregaba un panfleto. Tocaba seguir entregando volantes. Mucha gente lo ignoraba, otros tomaban el panfleto por amabilidad y otros por curiosidad. El motivo no importaba, lo que importaba es que los panfletos se acabaran.

Con curiosidad, siguió caminando más allá del sitio asignado, buscando con la vista algún aviso que notificase que necesitaban empleados. Fue así como llegó al restaurante, fijando sus ojos en el aviso y en los muchos jóvenes que hacían fila para entregar curriculum.

—¿Vas para mesero? —le preguntó uno de los empleados con curiosidad.

Alan lo había visto y le había sonreído, asintiendo en respuesta.

—Necesito el trabajo —confesó mientras miraba con ansiedad la fila de jóvenes—. Lo necesito con urgencia.

—Todo el mundo necesita trabajar —replicó el desconocido con divertidas risas.

Alan amplió su sonrisa. El muchacho era risueño y no parecía reacio a ayudarlo un poco. Decidió arriesgarse.

—¿Tú crees que puedes echarme una mano? —preguntó, entrando en confianza—. De verdad, necesito trabajar. Soy muy bueno limpiando mesas, lavando platos y hasta haciendo comida. Además, mi atractivo siempre atrae a las clientas. Un pastelito como yo no van a conseguir en ninguna parte.

El desconocido se rió de buen agrado. Parecía que le había caído bien.

—Haces un buen trabajo vendiéndote, pero no es a mí a quien debes convencer.

—Lo sé, pero trabajas aquí. Puedes hablarles muy bien de mí a tus jefes.

—¿Y qué me ofreces a cambio?

—Bueno, puedo echarte una mano con lo que sea.

—¿Lo que sea? —inquirió con tono divertido mientras alzaba una ceja. Alan captó la indirecta.

—Ah, no de ese tipo —volvió a reírse para distender el tema—. Me refiero a quehaceres domésticos o favores que exceptúen cualquier tema sexual. Lo prometo, haré todo lo que me pidas, solo... solo ayúdame a conseguir este empleo. Por favor. Mi canario y yo lo necesitamos.

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⏰ Última actualización: Dec 10, 2021 ⏰

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Secretos De Familia. ME PERTENECES (PARTE II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora