🎬6: Aprendiendo de uno.

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El peso de la realidad cayó sobre los hombros de Izuku al entrar al pequeño departamento.

     Vacío. Helado. Solo.

     Sus rodillas le fallaron y cayó cual muerto al piso. Estaba totalmente desconsolado, era débil, enclencle e introvertido. Estos factores fueron su perdición. Tal vez la señora Inko estaría viva si tuviera fuerza, si no fuera un llorón empedernido, o si la valentía se encendiera en su alma con naturalidad. Pero no era así, necesitaba que alguien le rescatara. Tan inútil, mezquino en todos los sentidos. ¿Cómo ha sobrevivido todos estos años?

     Tenía que conseguir trabajo, de lo contrario lo echarían a la calle, quizá tendría que abandonar la escuela, ya no podrá sustentarla. Los anhelos parecían huir, alejarse. Ni siquiera podía palparlos con la punta de los dedos.

     Se cosecha el coraje consigo mismo, con su padre que le ha abandonado, le ha dejado cargas y deudas a por mayor, está furibundo con el mundo. Ojalá la policía encuentre a Hisashi y lo hundan en la cárcel para siempre. No quería verlo, jamás. La existencia de Hisashi únicamente había atribuido dolor y desasosiego a su madre y a él. Sin tías, sin tíos, sin abuelos, sin parientes o amigos que le acobijen, Inko y Midoriya no podían escapar de las sanguinarias garras de Hisashi.

      Se hace un ovillo con sus brazos y piernas. Como Tenko dijo, a lo mejor esto no hubiera pasado si no existiera. El universo le agradecería que cometiera suicidio. »¡Anda! Honra al mundo con tu muerte«, le dice su cerebro. Las promesas son estúpidas, palabras verbales con sabor a obligación, insulsas, desagradables.

     Sonaba fácil vivir, aunque, la práctica es laboriosa.

     Gimió adolorido, el corazón siendo atacado por espinas que revientan la carne y venas.

—Mamá... —gimoteó.

     Su única familia ya no está. ¿Qué iba a hacer? ¿Adónde hay que ir? ¿Qué pasará con él ahora? Las uñas se enterraron en sus hombros en un abrazo solitario, gruesas lágrimas empapando su ropa negra y moquillo escurriendo de la nariz. Ardía, ardía mucho. La desesperación asediando.

     ¿Su mamá estará bien en donde sea que esté? ¿Duele en donde está? ¿Puede ir con ella?

     Le arribó el recuerdo de una noche oscura de cuando tenía siete años, ellos dos, madre e hijo escondidos en el armario mientras Hisashi armaba escándalo en la casa, la trapisonda de objetos de cristal chocando con las paredes. Su cuerpo temblando por los horrorosos sonidos. Inko tarareando una canción que oyó en la radio, masajea sus orejas, los dedos de la mujer hundiéndose en su cabello.

—Está bien, está bien. Tu mami está aquí. Aquí voy a estar para protegerte.

     El Izuku de siete años acomodó su cabeza en el pecho ajeno, sus manitas aferrándose al cuello materno. Algo no estaba bien, el Izuku de siete años lo sabía, un padre no debía comportarse así. Si se osa a abrir el armario, con total certeza no iba a estar en condiciones para salir mañana a jugar con Tenko. Para que Izuku lo entendiera, las acciones de Hisashi debieron ser constantes.

—Lo siento, Izuku. No soy buena madre.

     Izuku quería decirle a su mamá que eso no era cierto. Que dejara de decir cosas sin sentido, mas temía que su voz sonara alta y su padre los sacara a jalones de su escondite, de sólo pensarlo, comenzó a temblar con ahínco. 

—Shh, shh, shh —susurró Inko—. Qué egoísta soy.

     Izuku no comprendió. ¿Cómo entendería que su madre planeaba entregarlo a un orfanato para el propio bien de Izuku? Es egoísta al no querer desprenderse de su pequeño hijo, de su pequeña luz con pecas.

¿Quién engañó a Izuku Midoriya? | Boku No Hero AcademiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora