Saber

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"¿Percy?" preguntó Will en sus pensamientos, con la esperanza de que su amigo le contestara "Váyanse" contestó claro y fuerte la voz de Percy "Saquen a todos de aquí" Will sintió que estaba sufriendo un deja vu, pero no estaba seguro si ya había vivido esa escena o la volvería a vivir más adelante "¿Por qué? ¿Qué es lo que está pasando? ¿Dónde estás?" insistió el rubio "Váyanse".

Antes de que alguno de los otros pudiera si quiera volver a preguntar, Percy apareció tras Ares y en un rápido movimiento que tomó desprevenido a todos, agarró la lanza del dios de la guerra ahorcándola con la misma. Nadie sabía cómo reaccionar, porque Percy seguía siendo él, solo que al mismo tiempo... no. Sus ojos brillaban, como si un foco verde se hubiera metido a sus retinas y por las partes de su cuerpo que se alcanzaban a ver habían unas especie de grietas que brillaban del mismo tono verde que sus ojos.

Los dioses se dieron la vuelta, poniendo una especie de barrera entre el hijo del dios del mar y el resto de jóvenes. Ares parecía un perro rabioso al que le acaban de poner collarín, incapaz de moverse como le gustaría – Percy... - susurró una voz, pero no era la de ninguno de los chicos con los que compartía una conexión, no, era Malcolm, que estaba al lado derecho de Will y que miraba al mayor entre sorpresa, curiosidad, tristeza y... y miedo. Aunque el semidiós, que en estos momentos recordaba más a un dios que a un hijo de un dios, se encontraba demasiado lejos del hijo de Atenea como para escuchar el suave susurro, pareció reaccionar ante su voz, pues quitó su mirada asesina y brillante de la cara del dios, que intentaba sin éxito alguno liberarse, y la posó en el grupo de adolescentes y jóvenes. Sonrió de lado, casi parecía una sonrisa de disculpa – Váyanse, antes de que salgan lastimados – su voz le puso los pelos de punta a Will, era la misma voz que había escuchado siempre, esa voz que en ocasiones se le hacía molesta o que le provocaba alguna risa, pero había una segunda voz saliendo de la boca de Percy, hablando a la par de él, pero que parecía más antigua que la del azabache, mucho más antigua.

Will sabía que la frase iba dirigido a los semidioses, pero los dioses interpretaron aquello como una amenaza y miraron furioso al insolente semidiós – Así que tengo razón – dijo Atenea – Has traicionado al Olimpo Perceus Jackson, y para unirte al ejército de Caos – la diosa escupió con asco aquellas palabras. Percy dejó de mirar a los semidioses y su mirada se volvió a los olímpicos, para este punto, Lupa ya no intentaba protegerlo a él, intentaba sacar a los jóvenes de la Casa Grande. Cuando salieron de la cabaña, Will se dio cuenta que, a pesar de la hora, prácticamente todo el campamento se encontraba fuera de la Casa Grande, tal vez esperando escuchar algo de lo que sucedía dentro, y por las caras de algunos, supo de inmediato que si que se habían enterado – Estoy harto, HARTO – dijo la voz enojada del azabache, aunque Will no estaba seguro si la escuchaba en su cabeza o no – de que siempre nos usen para librar sus batallas, harto de que tengamos que pagar por sus errores, simplemente porque creen que es nuestro maldito deber, de que las personas que amamos mueran por causa suya, que nos tengamos que despedir de hermanos, primos, amigos y amores cada día con la esperanza de que no sea el último, de rogarles, no, de suplicarles por una pizca de ayuda y que solo cuando ustedes también necesitan nuestra ayuda se acuerden de nosotros – Percy desenvainó a contracorriente y la puso contra la garganta del dios de la guerra, de la que brotó un fino hilo de icor dorado – Crean lo que quieran dioses, pero sepan que no importe lo que pase hoy, un día, los semidioses se levantarán y ese día – el azabache soltó una pequeña risa, como si se estuviera riendo de un chiste privado con alguien – Ese día conocerán el verdadero poder del caos, y créanme cuando les digo que no les va a gustar... pero creo que por ahora, les puedo dar una pequeña muestra – ruidos de una pelea brutal fueron lo siguiente en escucharse, la tierra tembló, las tuberías de la casa grande se rompieron y un gruñido de dolor, seguido del olor a una suave brisa marina fue lo último que supieron de los extraños acontecimientos, pero a Will no le hizo falta entrar a empujones de nuevo a la cabaña para saber lo que ya sabía.

Traición?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora