IV (Gregory)

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Llevaba un largo rato apretando los dientes para aguantar el dolor, ciertamente le habían dado una paliza. 

“Pero ¿cómo se suponía que iba a saber que serían dos?” - sus pensamientos lo hacían hervir por dentro, se estaba comenzando a cansar de las misiones sin información suficientemente precisa.


 Un maldito subordinado de Asmodeo- soltó las palabras con asco tras escupir un poco de sangre al suelo, incluso había un diente en el rojizo charco. Resopló frustrado.


Para peor, había escapado y la cosa podría ponerse fea. Pero no podría haber hecho más, suerte tuvo de salir con vida. Después de todo él nunca fue el guerrero mas capaz del grupo.
Se inspeccionó un poco. Tenía el brazo izquierdo colgando sobre su costado, exhibiendo el hueso que atravesaba la carne formando un ángulo extraño, su pecho estaba cruzado por tres profundos cortes diagonales y le dolía al respirar, por lo que supuso tendría varias costillas rotas. 
Estaba tendido en el suelo de un callejón, al que había llegado con un esfuerzo mayúsculo, pues en su tobillo derecho se exhibía una quemadura con forma de mano, que había hundido su carne y le causaba dolor solo con mirarla.
Dirigió su cabeza hacia arriba, ingresando aire a sus pulmones con fuerza a pesar del agudo dolor.

“Lo siento mucho, perdí a la niña… Si, se que debería apresurarme antes de perder el rastro, pero necesitaba unos minutos”- sabía que lo estaría escuchando, estaban conectados después de todo. 


Cerró los ojos y hurgó en su riñonera, tras un momento, consiguió un pequeño frasquito de plástico cuyo contenido era un líquido bermellón algo espeso.
Le quitó el tapón y lo bebió de un trago, un escalofrío lo recorrió tan pronto el pequeño envase quedó vacío.
Comenzó a sentir como sus huesos se iban desplazando hacia su sitio original  y su carne crecía, tejiéndose allí donde hiciera falta.

Gracias señor mío - susurró mientras besaba un crucifijo dorado que colgaba de su cuello.


Pasó un tiempo allí quieto, hasta que las primeras luces del día asomaron. Se puso de pie con cierta dificultad y comprobó la pequeña funda de cuero tras su espalda, donde debería estar su arma, solo que en esta ocasión su mano no halló nada mas que aire.

“Oh mierda” - Se giró de nuevo hacia el hospital, esperaba no tener que toparse con el nuevo limpiador. Comenzó a andar aún encorvado por el dolor mientras en su mente se repetía con pesar una sola palabra - “Traidor”.

Entre Fuego y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora