Más de él

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Quedaban dos días para la boda, habían pasado tres semanas desde la cena de compromiso, mi documentación estaba lista y también los preparativos para la boda. Yo insistí en que no quería una gran celebración, sólo bastaba con la ceremonia, pero fue imposible convencer a mis padres de no hacer una pequeña fiesta, al fín de cuentas ellos no saben que todo es una farsa.

En esas tres semanas he compartido mucho con Jareth, me ha enseñado lo básico de su idioma, su cultura y cosas así, hemos establecido una relación de mayor confianza y he aprendido mucho de él. Sé que su madre es española y por eso sabe hablar tan bien el español, le gusta mucho el helado sobre todo el de dulce de leche y chocolate, odia las zanahorias, es muy trabajador, ayudó mucho estos días a papá a hacer cosas en casa; en fín, creo que tenía una impresión errónea de él, ahora pienso que puedo confiarme y tengo más esperanza en que el trato salga bien y no termine en caos.

En dos días me caso, nunca he imaginado como sería mi boda, nunca he sido de esas niñas que sueñan con un príncipe azul que las rescata, mis sueños siempre han sido vinculados a lo profesional, a crecer, ser reconocida, sentirme realizada; pero al menos esperaba que, si me llegaba a casar, fuera con una persona a quien amase y me amase también, jamás sabría que todo giraría alrededor de una mentira.

Día de la boda...

Salí de la cama temprano, fue imposible que me quedara dormida, la noche anterior apenas pegué ojo. Lori se quedó conmigo ayer para ayudarme a prepararme. Como decidí, todo iba a ser muy sencillo, usé un vestido blanco que marcaba mi torso y caía suave después de la cintura, unas sandalias de tacón bajo de color blanco y Lori me hizo una corona de flores muy cursi como nos gusta, era hermosa, ella misma me maquilló y me peinó:

-Yo era quien soñaba con casarse y tú te me adelantas. - dijo colocando sus manos en mis hombros al terminar de colocarme la corona de flores.

- Sabes que esto no es real.

- Igual te estas casando y te irás. - Sus lágrimas comenzaron a caer.

- Ayy, no me hagas esto, empezaré a llorar también y estropearé el hermoso maquillaje que me hiciste. Ven dame un abrazo. - nos abrazamos y en eso llegó mamá.

- ¿Están listas niñas? -mamá entraba a mi habitación- ¡Ay dios mío! ¡Pero qué hermosa estas mi hija! - comenzó a llorar.

- Ven aquí, Lua. - dijo Lori invitándola a unirse a nuestro abrazo.

- Sabes que lloro de felicidad, ¿verdad hija?

- Lo sé mamá.

- Yo solo deseo que seas muy feliz.

- Claro que lo seré, las tengo a ustedes, tontitas.

- ¿Ya están listas? - preguntó papá tocando la puerta.

- ¡Listas! - dije.

Salí y me uní a mi padre para ir de su brazo, la ceremonia era en el patio, lo habían decorado muy bonito, invité a unos pocos familiares y amigos cercanos, papá tenía sus ojos llenos de lágrimas y estaba temblando, apenas me dijo lo hermosa que estaba y no volvió a decir una palabra, bajamos juntos al patio. Jareth me esperaba al final del recorrido bajo un arco de flores, llevaba un traje negro, lucía realmente guapo. Por el recorrido papá me habló:

- Mi princesa, sabes lo valiosa que eres, sólo permito que te marches porque jamás impediré tu felicidad, pero aquí siempre estará tu hogar, nunca olvides que te amamos. -al oír sus palabras no pude evitar llorar, nos dimos un abrazo y me besó en la frente para luego entregarme a Jareth.

- Estás muy hermosa.

- Gracias, y muy nerviosa también.

- No te preocupes, yo estoy contigo. - apretó mi mano y sonrío.

La ceremonia fue muy bonita y sin contratiempos, excepto porque se me resbaló el anillo cuando debía ponérselo a Jareth, me tropecé con el vestido un par de veces, pero sin duda, la parte más problemática fue cuando la notaria dijo: ¨Puede besar a la novia¨. En ese momento Jareth y yo nos mirábamos sin saber que hacer o al menos yo no sabía qué hacer, porque ante los gritos de los presentes pidiendo ¨beso¨, el me agarró por la cintura para acercarme a él y me dio un delicado beso en la frente.

- Olle - le susurré.

- No rompí ninguna regla. -dijo con esa sonrisa pícara que tanto le caracteriza.

Luego de la ceremonia, celebramos una pequeña fiesta y cuando por fín creía que mis problemas habían terminado y me disponía a regresar a mi habitación y tomar un merecido descanso, se me acerca mi madre para acompañarnos a la habitación de los recién casados. Se me había escapado por completo que tendría que compartir habitación con él. Uff, uff, que pesadilla, ya me había arrepentido. Habían decorado todo muy romántico, con velas, pétalos y toda la cuestión, pero yo necesitaba hacer hueco en alguna parte para que él se acostara, por supuesto yo me iba a pedir la cama.

-Ya sé lo que estás pensando, y no. Yo duermo en la cama. - Dijo Jareth dando un brinco y acostándose en la cama.

- Ni pensarlo.

- Entonces durmamos juntos, a mí no me molesta, hay espacio.

- ¡Nunca!, nun-ca.

- Entonces duerme tú en el suelo, princesita.

- Está bien, dormiré en el suelo. Mejor que dormir contigo. ¡Maleducado!

- Veremos cuanto aguantas ahí. ¡Testaruda!

- Que te crees, por supuesto que aguantaré, dormiré como los ángeles, ojalá tú si no puedas dormir. - agarré un cobertor y una almohada y me acosté en el suelo frente a la cama.

Estuve alrededor de una hora dando vueltas, pero no podía dormirme, me estaba congelando y no podía parar de estornudar. Sentí que Jareth se levantaba de la cama y se acercaba despacio, cerré mis ojos y fingí estar dormida. Él se agachó frente a mí:
-Mira que eres testaruda. -dijo, para luego levantarme en sus brazos y llevarme a la cama, me colocó una almohada en la cabeza y me arropó con una manta, se sentó en el borde de la cama y se quedó observándome y acariciando mi cabello.

Yo intentaba no mover ni medio músculo, ni respirar si era posible. Lo más seguro es que él halla notado que estaba despierta, pero en ese momento yo estaba convencida al cien por ciento de que no era así, y me preparaba interiormente para en caso de que estuviera intentando aprovecharse de mí, darle una buena lección. No dejaba de pensar en qué estaría planeando, en que todos los hombres son iguales, y otras cosas que se me venían a la mente, si me hacía algo podría golpearlo y salir corriendo, había una lámpara en la mesilla de noche, con un buen golpe lo tumbaría, tal vez dos. Podría amarrarlo también a la cabecera de la cama, aunque creo que no podría cargarlo...Por su culpa estaban surgiendo en mí, instintos homicidas.
Para mi sorpresa luego de un par de minutos se levantó, tomó una almohada y se fue a acostar al cobertor que yo había dejado en el suelo. Eso no me lo esperaba. Tal vez haya exagerado un poco. A veces creo que él no es como pensaba. A veces quiero saber más de él.

Por siempre, Evet.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora