Por siempre, Evet.

Blandito

Es un comienzo un poco cursi, pero sí, me he despertado por el haz de luz que se escabullía entre las cortinas de las ventanas pegándome directamente en la cara, lo primero que he hecho es mirar mi móvil, eran las nueve y tenía un mensaje de Jareth.

De: Gruñón 8:00am
¨Buen día torbellino, estaré de regreso en la tarde, quédate en casa y no hagas ninguna locura¨

- ¡Lo siento Jareth, pero hoy haré muchas locuraaassss! – dije dando saltos en la habitación e imitando una risa malvada.

- Este va a ser un día solo para mí, daré un paseo por la ciudad, me tomaré fotos, comeré comida deliciosa, uff compraré baklava. –dije mientras me vestía con un vestido rojo con estampado de flores, una cazadora de denim y unas botas, tomé un pequeño bolso y me preparé para conocer Estambul.  

Sé que es un poco peligroso salir a recorrer sola las calles de una ciudad en donde nunca había estado, pero en la vida se deben tomar riesgos y yo quería conocer el mundo, por ahora empezaría a recorrer las calles de esta preciosa ciudad. Además, no estaba tan desorientada, la noche anterior hice una gran investigación de los lugares a los que podía ir, y preparé un recorrido desde el departamento. 
La primera misión era tomar el desayuno, podía hacerlo en uno de los puestos de comida callejera o visitar algún café, al final me decidí por un pequeño café que hacía esquina en una calle, tenía una pequeña terraza con solo tres mesas, la decoración era minimalista y había muchas plantas alrededor, acogedor y completamente mi estilo. La dueña era una anciana muy amable que apenas hablaba inglés, pero igual nos entendimos y pude hacer mi orden, pedí un té turco, el cual me asustó mucho por su color rojo tan oscuro y lo acompañé con unas galletas de almendras que me recomendó la misma señora, acıbadem kurabiyesi se llamaban. Satisfecha me despedí, pero como no podía faltar en uno de mis días tuve un pequeño accidente. 

Al salir tropecé con una chica a la que le acababan de servir su café y terminé derramándoselo, no importa el continente, Lien Almar siempre seguirá siendo ella misma.

- ¡Dios mío!  ¿Qué acabó de hacer? ¡Lo siento muchísimo! –dije nerviosa sacando una servilleta de mi bolso para dárselo a la chica. 

- Oh, no te preocupes querida, no es para tanto, casi no me ensucié la ropa ya está. –dijo ella limpiándose las manos con la servilleta. 

- De verdad lo siento. 

- ¡Espera! ¡Hablas español! 

- Oh, con los nervios apenas me percaté del idioma en el que hablaba.

- Es genial poder hablar tu idioma de vez en cuando, no es tan fácil encontrar a alguien con quien hablar español en Turquía. 

- ¿Eres de España?, digo por el acento.

- Sí, y tú de dónde eres.

- Cuba, soy cubana.

- Waoo, y qué te trae desde tu isla bonita hasta aquí.

- Te molesta si me siento a acompañarte, hoy estoy conociendo la ciudad y no tengo nada que me apure.

- Claro, yo encantada. 

- Mi nombre es Lien. 

- Yo soy Claudia.

Luego de un par de horas Claudia me había contado su historia de cómo había llegado a esta ciudad persiguiendo un amor al que se oponían su familia para después ser abandonada por el imbécil, sin tener tan siquiera un lugar dónde vivir, no podía regresar a la casa de sus padres por lo que decidió abrirse camino aquí y ahora Turquía se ha convertido en su hogar, me contó que trabaja en un salón de belleza y comparte piso con una chica italiana. También le conté mi historia, o al menos lo que podía ser contado, y ambas estábamos encantadas con habernos conocido, incluso nos hicimos una selfi, al final de la conversación intercambiamos números y prometimos mantener el contacto. Era una chica encantadora.
Ya era mediodía y aún quedaban muchas cosas que quería hacer, sabía que no las podía hacer todas en un solo día, pero al menos debía ir al lugar más bonito que había visto desde mi llegada, el paseo marítimo. Siempre veía escenas de las novelas que se grababan en ese lugar y es hermoso, la costa, las gaviotas, las personas, y los puestos de comida, qué más iba a querer.