11. ¿Conoces a una tal Kayla Rivers Martens?

50.9K 3.9K 1.1K
                                    

Era lunes y tenía mi última reunión con mi hermano por todo el tema del juicio. El lunes siguiente era el juicio y queríamos darle un último repaso, aunque el domingo nos reuniríamos con Louisa en mi casa para detallar hasta la última de las cosas. No estaba preocupada porque teníamos casi todas las de ganar ya que, a pesar de no tener las grabaciones de las cámaras de seguridad, las cuales desaparecieron por arte de magia, teníamos una grabación mal hecha y mal vista por el móvil de la asistente del fotógrafo, además de tu testimonio y el de otras chicas que fueron toqueteadas por él. Además de un mensaje que me mandó Jean Pierre -el fotógrafo- cuando me fui de allí, el cual decía:

"O vuelves y terminas tu faena, o te vas a arrepentir de no haberlo hecho".

Lo peor que me podía pasar era que me hicieran pagar (dinero) por no haber cumplido con el contrato. Pero no me daba la gana. Lo único que quería es que ese hombre quedara escarmentado y dejara de hacer lo que hacía con las chicas que iban a fotografiarse a la revista. Como se notaba que él formaba parte de la directiva...

De camino al bufete, recibí una llamada de Louisa.

―Hola, Louisa.

―Tenemos un problema, Kay. Uno gordo.

―¿Cuál? ―pregunté preocupada.

―El abogado de Jean Pierre lo ha dejado colgado y acabo de enterarme de quién es el sustituto. ―Hubo un silencio por ambas partes antes de que siguiera hablando―. Kenneth Adamson. No sé si sabes quién es pero lo conocen como el...

―El destripador de Nueva York ―musité.

Estaba casi sin respiración. ¿Cómo podía haber aceptado ese caso? ¿Cómo...?

―Sabes que no soy pesimista pero estamos más que jodidas, Kay.

―Es... Es mi amigo, Louisa. No puedo creerme que... ―Suspiré.

―¿Es tu amigo? Tienes que pedirle que deje el caso, Kayla, por tu bien.

―Estoy yendo al bufete en el que trabaja mi hermano y Kenneth está allí. Voy a hablar con él.

―Vale, vale, bien ―dijo un poco más tranquila―. No le cuentes nada de tu defensa. Nada. Ni las pruebas, ni nada.

―No te preocupes.

Intercambiamos un par de palabras más y nos despedimos.

No cabía en mí que Kenneth fuera a defender a un abusador. Estaba enfadada. Enfadada y muerta de miedo tanto por si perdía ese caso como por si Kenneth no abandonara ese caso. Pero tenía una cosa clara: si Kenneth iba contra mí en ese juicio, no iba a dirigirle la palabra nunca más.

Cuando llegué al bufete, no había nadie en la recepción, así que me acerque a Koeman, el cual estaba sentado en el sillón de al lado del ascensor, tomando un café.

―Hola, Frank Koeman.

―Hola, Kay ―saludó sonriendo.

―¿Puedes decirme dónde está el despacho de Kenneth?

Cuando me dijo donde estaba, subí hacia el mismo piso donde mi hermano tenía el despacho pero no me detuve en el suyo, sino que seguí hasta el despacho del fondo. Llamé a la puerta, respirando hondo y, cuando me dio paso, abrí la puerta.

Kenneth levantó la mirada cuando entré y una pequeña sonrisa asomó por sus labios. Y quise sonreír muy dentro de mí, pero no lo hice. Llevábamos días hablando por teléfono absolutamente cada noche y lo había escuchado reír algunas veces. Me sentía bien con él pero en ese momento quise aventarle la silla a la cabeza. Y eso que yo soy pacifista pero... Agh.

KENNETH © (EN AMAZON CON CONTENIDO EXCLUSIVO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora