k e n n e t h
Siempre he creído que la forma en la que la vi por primera vez influyó en la continuidad de nuestra relación de amistad que establecimos desde el primer día. Ese día de septiembre mientras estábamos en esa tienda buscando un traje para la presentación del libro de Eliza, mi novia de la infancia, la escuché saludarnos mientras buscábamos entre las perchas. Pero no la vi hasta que salí del probador con ese horrible traje verde. Fue como... Sinceramente no lo sé. No sabría como describir ese momento.
La vi allí de pie, de perfil a mí y mirándose al espejo, con el pelo rubio y ondulado amarrado en un moño, con un vestido largo azul que se amoldaba a la perfección a su cuerpo. No fui capaz de decir nada. Y cuando me miró... Eso ya es otra historia. Sus ojos grandes y azules me miraban con intensidad y curiosidad, además de que su sonrisa era la más preciosa que había visto nunca. Se le formaban unos hoyuelos en las mejillas que eran de lo más bonitos y la hacían ver la chica más tierna de este mundo.
Esa misma noche tuve el placer de conocerla y en ese momento supe que era especial. ¡Había conseguido que dejara el tabaco -a medias- y que le permitiera llamarme Kenny! Poco a poco, a medida que pasaban los días, me iba gustando más y más y me iba sintiendo más atraído hacia ella. Incluso cuando me decía que el traje negro era el traje de mala persona.
Jamás me había importado una mierda lo que la gente dijera o pensara de mí. Me habían llamado de todo y a mí siempre me había sudado lo más grande. Hasta que ella me llamó mala persona. Para cualquier persona podría ser una tontería, pero cuando quien lo decía era Kayla, la cosa cambiaba porque ella sí lo sentía totalmente en serio.
Yo no me consideraba una mala persona, pero entendía porque ella lo decía, porque cierto es que no me considero tampoco la mejor persona del mundo. Era cierto que la frustración que llevaba años arrastrando la evocaba en mi trabajo, no tenía ni los mínimos escrúpulos a la hora de trabajar y si es cierto que actuaba con la cabeza y no con el corazón. El dinero no me había caído del cielo, el dinero me lo había ganado siendo cómo era, defendiendo a mis clientes y actuando con cabeza.
Pero Kayla me hacía querer ser mejor persona. Me estaba ablandando y no sabía si permitirlo.
Llegada la tarde del día después del juicio, salí del bufete y me dirigí hacia mi coche para irme a casa de Kayla. Iba a trabajar en su casa, solo para estar más rato con ella. Estaba cómodo con ella, la rabia que solía sentir se disipaba cuando Kayla estaba cerca. Llamé al timbre y no tardó ni cinco segundos en abrirme. Me monté en el ascensor y subí hasta su piso. Me esperaba con la puerta abierta, apoyada al marco y una sonrisa en sus preciosos labios. Vestía una sudadera ancha con el escudo del equipo de fútbol americano de la universidad de la ciudad. Debía ser de Logan.
―Hola, Kenny ―dijo sonriendo, extendiendo sus brazos hacia mí.
No pude esconder la sonrisa cuando se enganchó a mi cuello. La agarré de los muslos, no sin antes colocarme el maletín en el brazo, y la alcé para que me abrazara con sus piernas.
―Buenas tardes ―saludé antes de que sus labios besaran los míos.
Cerré la puerta con mi pie y entramos en su casa. Se estaba haciendo costumbre entrar en nuestras casas abrazados cuales koalas.
―Me alegro de que hayas venido ―murmuró bajando de mis brazos. Besó mi mejilla―. Pensé que pasarías más tarde.
―Si quieres puedo volver luego.
―No, no ―se apresuró a decir, sonriéndome―. Pero ahora tengo que hacer un directo para Instagram para hablar sobre lo ocurrido porque internet está ardiendo con lo de Jean Pierre.

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KENNETH © (EN AMAZON CON CONTENIDO EXCLUSIVO)
RomanceKenneth es uno de los abogados más despiadados de la Gran Manzana. Conocido como "el destripador de Nueva York" por la forma en la que encarcela a todo oponente sin piedad alguna. Kay acaba de llegar a Nueva York desde un pueblo de Montana tras rom...