La Navidad había llegado y con mi hermano nos fuimos a Kalispell. Nos íbamos a quedar allí solo tres días pero posteriormente vendrían nuestros padres a Nueva York un par de días más, ya entrado febrero.
―¿Va bien la tienda, cielo? ―me preguntó mamá mientras desayunábamos el día de Navidad.
―Sí, va súper bien ―dije contenta―. Está prácticamente lista, solo falta colocar los productos en su sitio. Abriremos al público el día dos de enero.
―¿Y vas a estar tú el día de la inauguración? Se puede montar una buena.
―Hemos quedado con que yo diré que estaré allí algún momento, pero no la hora. Nos interesa que vayan por la tienda, no solo por mí.
―La tienda está súper bien, seguro que a la gente le encanta ―repuso mi hermano. Yo le sonreí.
―Esperemos que sí.
Tras desayunar, decidí ir a vestirme y me equipé con la bufanda, los guantes y un gorro antes de salir de casa. Hacía un frío increíble y, además, había nevado. Salí de casa y me fui hacia el mercado de Navidad que se hacía cada año.
En él había de todo, no solo cosas de Navidad, con precios muy bajos. Me compré una guirnalda de luces para mi habitación pues la que tenía yo se había estropeado y un pack de cinco marcos blancos. Cuando llegué a los últimos puestos, me detuve delante de uno que tenía tazas con mensajes. Les eché un ojo a todas y no pude evitar sonreír a ver una en la que ponía:
"No siempre soy tan capullo"
Tuve que comprarla.
Antes de que ocurriera todo, le compré a Kenneth un traje verde oscuro casi negro y un par de camisas negras para regalárselo en Navidad. Ya no podía devolver ese traje. A ver, por poder sí que podía, pero no quería. Se lo daría a Aura junto la taza para que se lo diera.
Había pasado por unos días un poco duros, no iba a negarlo. Saber que Kenneth quizás se había ido de mi vida me hizo sentirme sola de nuevo. Cuando se fue de mi casa dando un portazo, fue instantánea la sensación de soledad que me invadió. No fue hasta pasados unos días que me di cuenta que no estaba sola. Jolines, tenía a Logan, a Eliza, a Aura, a Sophie y Sarah, a mis padres... Pero yo no solo los necesitaba a ellos. Sentía que lo necesitaba también a él.
Volví a casa después de haber comprado una edición preciosa de Jane Eyre, el libro favorito de Eliza -para ella, obviamente- y una chaqueta estilo gabardina para Aura.
Cuando llegué, mis tíos ya estaban llegando para comer todos juntos.
Por suerte, la comida pasó rápido. Todos charlamos de cómo había ido el año, de lo que haríamos en fin de año y de los planes que teníamos para el próspero año. Mis tíos paternos hablaban de viajar por Europa, los maternos de trabajar para jubilarse y mis padres más de lo mismo.
A lo tonto, entre charla y juegos, la casa se despejó a las siete. Mi padre fue quién se encargó de la cena mientras mi hermano y yo patinábamos en el lago congelado de detrás de casa. Lo hacíamos desde que éramos críos y nos encantaba. Los vecinos de la urbanización de mis padres habían pedido al ayuntamiento que pusieran focos apuntando al lago así poder ver a partir de las cuatro y media en invierno, que era cuando anochecía.
―¿Has hablado ya con...?
―No ―respondí antes de que dijera su nombre, mientras patinaba de espaldas―. Hace tres semanas que nada.
―¿Por qué?
―¿Cómo que por qué, Logan? ¿Qué clase de pregunta es esa? ―Bufé.
―¿Él no ha contactado contigo?
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KENNETH © (EN AMAZON CON CONTENIDO EXCLUSIVO)
RomanceKenneth es uno de los abogados más despiadados de la Gran Manzana. Conocido como "el destripador de Nueva York" por la forma en la que encarcela a todo oponente sin piedad alguna. Kay acaba de llegar a Nueva York desde un pueblo de Montana tras rom...