Capítulo Tres

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A nuestro querido muchacho se le frustraron los planes de bailar con Elena, ella estaba muy ocupada como niñera de Alex que se encontraba bastante borracha, por decir poco.

Por otro lado Azul no podía creer lo que estaba viendo, se suponía que le concedería su deseo a la borracha Cenicienta para que ella fuera al baile, pero la chica parecía estar más interesada en el ron y en pasarla bien que en los muchachos. 

—Buenas noches Azul —era claro que él estaría en la fiesta, todo el pueblo lo estaba y hasta ella que no era de ahí fue invitada—. No esperaba verte aquí.

—Me quedé hasta hoy, me iré mañana. Se supone que debía hacer algo, pero se complicaron las cosas —en otros tiempos ella hubiera seguido a la chica para convencerla de ir a la fiesta de palacio, pero la verdad es que no le apetecía hacerlo y no era su culpa si la chica se escapó para ir a otra fiesta.

—¿Me harías el honor de ser mi cita esta noche? La ultima vez que nos vimos te portaste algo esquiva. Es tu decisión y si mi presencia te molesta solo dilo, me iré. Pero piensa que si no funciona jamás me volverás a verme.

—¿Y si funciona? —el chico se sentó junto a ella, esa era la entrada que necesitaba.

—Quizás puedas alargar tu estancia en el pueblo —dijo acercándose a ver si ella lo rechazaba, pero no se alejo de él.

—Creí que vivías con tu padre, así que ¿Qué tienes para ofrecer? —dicho eso soltó una carcajada.

—Sí, yo ayudo a mi padre y vivo con él, ya es algo mayor. Pero tú no te preocupes, si te logro convencer de quedarte unos días más se me ocurrirá algo. No pienso tenerte aquí para citas supervisadas por mi papá —Azul no podía negar que el muchacho era dulce y viéndolo con atención podía notar que tenía unos lindos hoyuelos que combinaban bien con su sincera sonrisa.

—Creo qué podría aceptar una cerveza —el chico fue corriendo por la bebida, ella solo soltó una risita, esa sería una noche divertida.

—Aquí está ¿Quisieras algo más? —Azul negó con la cabeza. Ambos se quedaron sentados en un incomodo silencio mientras terminaban sus bebidas— ¿Bailarias conmigo?

—Creo que puedo aceptar esa invitación.

Ambos bailaron por un rato, el hada no dejaba de pisar los pies del muchacho. Azul ayudó a princesas a ir a bailes por mucho tiempo, pero ella jamás había estado en uno. Ser hada madrina no era un trabajo sencillo, deber ayudar a todos a ser felices y dejándose a sí misma en segundo plano, pero esa noche estaba bastante feliz, no era capaz de recordar la ultima vez que lo fue.

—Tengo que confesarte algo, eres pésima en esto —ambos rieron, ella no se haría la ofendida después de haberle pisado tanto los pies.

—No soy de ir a muchas fiestas, esta no esta tan mal y debo admitir que la compañía es muy linda.

—Si quieres podemos ir a tomas una tasa de café o algo a mi casa, para que te tomes un respiro. Pero no te preocupes de que no me comporte, no soy ningún picaflor.

—Te creo, dudo que metas chicas a la casa que compartes con tu padre.

Fueron a la carpintería y Azul podía jurar que algo en ella era familiar, algo que no podía notar a la luz del día y que parecía solamente dar pistas a la tenue luz de los rayos de luna que se colaban en el lugar, pero ella aun no descifraba porque ese lugar se le hacia tan conocido. Hasta que la vio, la foto de una hermosa mujer de cabellos castaño rojizo junto a un hombre.

—Es bellisima ¿No? Yo no la conocí, pero por lo que dice papá de ella es como si lo hubiera hecho —en ese momento se dio cuenta de donde estaba y de quien era ese muchacho. Muchos años atrás ella le dio vida y después lo volvió real, tenía ordenes claras, no interferir.

—Debo irme, lo siento —la chica salió corriendo de ahí para después transformarse en un hada, así Rodrigo no la encontraría. Iba tras ella, pero al salir de la carpintería se tropezó con un muchacho quizás un poco mayor que él.

—Necesito esconderme de los guardias o me van a fusilar probablemente —la mirada color lavanda del extraño parecía ser gentil y genuina—. Por favor.

—Pasa —después de unos minutos escucharon a los guardias, pero estos se fueron tan rápido como vinieron— ¿Por qué te están buscando?

—Por robar unas cosas a los invitados de la fiesta de Palacio. Puedes llamarme Rob...

—¡No! No quiero ni saber tu nombre, no quiero tener nada que ver en todo esto. Ya se fueron los guardias, así que por favor vete. Mi padre y yo tenemos una vida tranquila, lo ultimo que quiero es conseguirnos problemas por culpa de un ladrón, así que lo siento y por favor retírate.

—Si, entiendo y enserio te agradezco —el ladrón desapareció en dirección al bosque.

Rodrigo solo se quedo pensando en azul y es su rápida huida, no sabia que hizo mal y quizás jamás volvería a verla. Ella por su parte estaba confundida, por un momento olvido sus deberes y se permitió soñar, pero era lamentable que ese no era el destino que estaba preparado para ella.

Cuentos que no son cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora