Capítulo Cuatro

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La fiesta era bastante impresionante, todos estaban bastante felices y algunos estaban algo borrachos. Elena estaba disfrutando mucho, Christian le había dicho que llegaría algo tarde porque estaba trabajando en el pueblo vecino, pero aun así estaba muy alegre, hasta que vio a su amiga borracha subirse a bailar sobre una mesa. Fue corriendo a donde estaba la rubia para hacerla bajar de la mesa.

—¡Alex! ¡Baja de ahi! —Elena no tenia idea de como devolverla a su casa sin que su  madrastra se enterara de que escapó— ¡Por favor!

—Ni loca, hoy es mi noche de libertad y claro que pienso volverme salvaje —dijo la rubia mientras daba vueltas sobre la mesa. Pero una de las patas de esta se rompió haciendo a Alejandra caer, para su suerte un chico iba justo por ahí la atrapó—. Mi héroe ¿Cómo puedo agradecerle?

—¿Me concedería un baile? Pero en el suelo, no soy muy bueno bailando sobre las mesas. 

—Estoy segura de que a ella le encantaría, pero ya esta demasiado borracha y debe volver a casa —esa era la razón por la que no lo permitían a Alex salir de fiesta, tomaba demasiado y nunca respetaba los horarios.

—No puedo volver así, mejor déjame ir a bailar un poco y así se me baja —la chica arrastro al muchacho a la pista de baile. 

—Buena fiesta —ella volteó inmediatamente, reconocía esa voz serena y profunda. Él sostenía en sus manos una pequeña caja— ¿Me permites?

—Claro que sí —ella se recogió el cabello y él le colocó el collar de plata alrededor del cuello, era un dije con la forma de una hoja—. Es precioso, gracias. Aunque no era necesario darme un obsequio.

—Lo sé, pero realmente quería darte algo —ambos se quedaron en absoluto silencio, estaban algo nerviosos— ¿Te gustaría ir a dar una caminata por la laguna? Hay mucho ruido y no pudimos seguir hablando la otra vez porque no íbamos a dejar dormir a tu madre.

—Me parece genial —Elena volteó a ver una vez más a Alejandra, se veía un poco más tranquila mientras coqueteaba con el apuesto chico. Solo se iría un rato de todos modos—. Entonces ¿Qué tal te fue con el herrero?

—Bastante bien, aunque pienso renunciar pronto. Me gustaría abrir una taberna y ya tengo suficiente ahorrado.

—Eso suena increíble y me alegro por ti. El otro día en la fonda dijimos muchas cosas, ¿en serio crees que soy la chica más bella que haz conocido? —él se sentía avergonzado, a muchas personas el alcohol las ponía demasiado sinceras, pero por alguna razón para Chris era el sabor de el chocolate caliente.

—Si, eres la chica más genuina y hermosa que he conocido. Me gustaría tener una oportunidad, si aceptas. No soy muy bueno con frases dulces, pero las cosas que me cueste decir con palabras quiero demostrarlas con acciones y tu realmente me gustas —Elena acaricio la mejilla de Christian, le gustaba como se sentía esa barba de tres día. Él se inclino y ella se puso de puntillas, cuando estaba a menos de dos centímetros de distancia un gruñido que helaba la sangre se hizo audible, era un lobo gigantesco de pelaje rojizo y ojos rojos—. Mantente atrás de mi. 

—Tengo un cuchillo en mi bota, pero dudo que sirva de mucho —Roger estaba bastante molesto y quería pelear, en esa forma Christian no poseía mucha ventaja, pero mostrar quien era por completo podía significar perder a Elena y todo lo que logró en tantos años.

—Por favor, no quiero hacer esto —Elena no entendía a que se refería Chris, pero el lobo no retrocedió— Espero que algún día me perdones por ocultarte la verdad.

Christian cambio de forma a la de un lobo de pelaje pardo, sus ojos verdes de tornaron dorados. Era el mismo lobo que siempre cuidaba de ella cuando estaba en el bosque. Se abalanzó sobre el otro lobo y ella cerro los ojos del susto, escuchó los gruñidos, después un chillido horrendo. Abrió los ojos lentamente, el lobo de pelaje rojo ya no estaba y el que parecía ser Christian estaba en el suelo sangrando un poco. Ella se acercó y le acaricio la frente, él volvió a su forma normal.

—¿Me odias? —ella soltó una pequeña carcajada.

—No podría aunque quisiera. Admitiré que es un poco aterrador que me cuidaras tanto tiempo para que al final terminaras teniendo sentimientos por mi, pero yo te espiaba desde la ventana de la fonda cuando ibas a vender madera a Gepetto —ella vio la herida, parecía algo profunda—. Vamos a mi casa a curarte eso, quizás necesites puntos.

—Gracias.

—No creas que esto termina aquí, deberás contestarme muchas preguntas. 

Elena le ayudó a levantarse y se fueron a escondidas a la casa de ella para no preocupar a nadie.  Después del susto a Elena se le olvido por completo Alex, pero esa historia la retomaremos más adelante.

Cuentos que no son cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora