Parte 2

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¡Enjoy!

La pregunta (sin pelos en la lengua) de Buckley saca a los protagonistas del duelo de miradas del ensimismamiento.

― ¡Qué! ¡Dios, no! ¡Jamás! ― Exclamó el agente, frunciendo el ceño con desdén. Aunque su cara ha enrojecido furiosamente.

― Cállate, teniente Buckley. ― Gruñó Hale, cruzando los brazos como si esa postura fuera suficiente para mantener cierta distancia con la atmósfera actual.

― Dios, creí que sería un poco más discreto e inteligente, teniente Buckley. ― Declaró el agente Stilinski. Azorado, sobra decir.

― Es solo que ustedes huelen.

― ¿¡Qué!? ― Chilló el agente. ― ¿Cómo que olemos?

― A excitación. Tensión sexual, sí. Eso, agente Stilinski. ― Dijo, encogiendo los hombros casi con aire desinteresado.

Una vez más, Díaz estaba sonriendo divertido. Y Parrish no sabía cómo ayudar al agente federal, porque obviamente es el único con desventaja ahí, incapaz de oler. Porque sí, claro que huele a excitación, junto con el lobo de ojos verdes.

― Capitán Hale, ¿podría ayudar un poco aquí? Como, desmintiendo, por ejemplo. ― Reclamó, mirando con ojos furiosos al ojiverde. Furiosos, tanto como avergonzado.

― El teniente Buckley no dice mentiras. ― Gruñe, para variar. Casi pareciera indignado.

― ¡Que no qué! ¡Obviamente es incierto! ¡Yo no...! Saben qué, olvídenlo. Eso es todo por hoy, no puedo más con ustedes. Estúpidos lobos con sentidos hiper desarrollados, desconsiderados e idiotas. ― Gimió, saliendo de la sala, colocándose su camiseta con prisas (sí, casi que ha discutido semidesnudo, lo que no había ayudado a que el lobo Hale se calmara, gracias) y abrochando los botones con desorden mientras se apresura hacia otra sala en esta parte del edificio.

Sobra decir, instalaciones secretas de la CIA en la ciudad. Se encierra en la habitación, una cocina descubre, lo que le motiva, porque necesita una taza de café. Así que se acerca a la cafetera, feliz de que esté a tope con café caliente. Se sirve una taza y lanza una maldición cuando el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose lo sorprende.

― Capitán Hale, qué hace aquí.

― Necesitamos hablar. Y aclarar esto, agente Stilinski.

― ¿Aclarar qué?

― Me deseas y te deseo. Eso es obvio.

El agente se atragantó con el sorbo de café que intentó tomar con calma. Pero claro, el estúpido lobo tenía que hablar sin pelos en la lengua.

― ¡Maldición! Mi lengua~ ― Gimoteó, con la boca abierta y la lengua afuera, escaldada, sensible.

Y tentadora. Muy tentadora, a ojos del lobo Hale.

― Deja de provocarme, no he tenido sexo y la luna llena está cerca. Estás volviendo loco a mi instinto, agente Stilinski.

― ¡Qué! Oh dios, no me digas que mi castidad está en riesgo con ustedes a la luz de la luna llena.

― No, imbécil. Somos hombres lobo no violadores.

― Pero acabas de decir que te provoco, que me deseas. ¡Y yo no he hecho nada!

― En mi opinión experta de hombre lobo, es porque somos compatibles. Mi instinto lo supo en cuanto entraste en la sala de conferencias. Y ahora, cuanto más discutes conmigo, tu propia excitación se eleva, puedo olerte, agente Stilinski.

WILD HEARTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora