Amistades tóxicas.

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Después de varios días de descanso, vuelvo a mis actividades normales, pero ahora las cosas han cambiado un poco. Las demás chicas me tienen más estima y K y Mme. Vicky me dan más libertad, incluso yo me siento diferente, más seguro y más tranquilo. Comienzo a ver el cabaret como un hogar. Sus pasillos, por largos que son, día a día me parecen más familiares y puedo desplazarme por ellos sin ningún problema. Mi cuarto ahora es una extensión de mí y he dejado mi huella en él, desde mi aroma hasta modificaciones que yo mismo hice. Todo parece marchar sobre ruedas.

Será un buen día.

Me despierto temprano y camino al comedor para desayunar. Voy descalzo porque me encanta sentir la afelpada alfombra bajo mis dedos. El fío ha bajado un poco, pero en las noches el viento se cuela por las maderas y la temperatura es apenas aguantable.

Cuando llego al comedor no veo a K quien suele estar aquí antes que yo leyendo un libro o desayunando o fumando un cigarrillo. No le doy importancia y me siento dejando un plato repleto de fruta, pan francés con canela, huevos revueltos con pimienta y un poco de avena. Le doy un trago a mi café y comienzo a planear en mi cabeza los acontecimientos del día.

-Hola. ¿Roxanne, verdad?-una voz gangosa me distrae de mis pensamientos.

-¿Perdón?-digo levantando la mirada.

-Que si eres Roxanne-responde una chica de ojos avellana. Su nariz de águila y sus mejillas redondas le dan un aspecto un poco cómico. Su cuerpo bombacho con forma de pera me hace preguntar que hace aquí. Me reprimo por pensar de esa manera, al fin y al cabo, ni siquiera la conozco y no debería juzgarla por cómo se ve, y mucho menos por ser cosas que ella no puede cambiar.

-Sí, lo soy-me pongo de pie y le doy la mano. Rastros de mi caballerosidad aún salen a la luz después de todo este tiempo.

-Oh, perfecto. Vi tu actuación la otra noche y me pareció genial. Bailas muy cabrón-su lenguaje me hace dar un respingo. Escucharla me hace dar cuenta que aquí casi nadie maldice.

-Bueno, muchas gracias, lo aprecio-le digo y vuelvo a sentarme. La chica se nota incómoda y me siento un poco mal por ella-, ¿Por qué no te sientas? Podemos desayunar juntas.

-¿En serio? Gracias-camina a servirse un plato y regresa a sentarse.

-¿Cómo te llamas?-le pregunto para tener algo de qué hablar y que le silencio no se vuelva incómodo.

-Gabriela-dice y muerde un gajo de naranja.

-Eres nueva, ¿no?

-No, llevo aquí mucho tiempo-dice ella mientras yo levanto la vista.

-Lo siento, es que nunca te había visto.

-Nah, está bien-hace un ademán con la mano restando importancia.

Platicamos de cómo empezó a vivir aquí y como son las cosas. Una típica charla de amigas. Me habla de cómo se siente, de lo que quiere en el futuro, pero nuestras metas no podrían ser más distintas. Ella quiere salir de aquí, "superarse" dice ella, encontrar un lugar nuevo y ser la estrella. Yo le digo que me siento feliz aquí, que estoy cómoda y que las cosas poco a poco van tomando su cauce.

-Para ti quizás, las cosas son de la verga si no se fijan en ti.

-Pero podrías hacer cosas para que la gente se fije en ti, es decir, no eres fea-lo digo más para levantarle la moral que porque sea cierto-. Apuesto que a muchos hombres les gustaría bailar contigo y, bueno, ir más allá-le guiño un ojo.

-Yo nunca dije que fuera fea-suelta una risa espeluznantemente familiar a la de un burro, mostrando sus pequeños dientes-, de hecho soy guapa. No necesito que nadie me lo compruebe.

Rouge Fée Donde viven las historias. Descúbrelo ahora