LeMat.

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-Frankie, hola-trato de ignorar sus ojos clavados en Jean-. Trajiste el arma, perfecto.

-¿Qué arma?-pregunta Jean sin dejarme de agarrar la cintura.

-Necesito un arma para un espectáculo de pirata, ¿no se molestó tu padre, Frankie?

De los dedos del chico cae la funda del descomunal revolver LeMat.

-¿Por qué me ilusioné nada más?-la voz de Frank es lejana, como si hablara consigo mismo.

-¿Frank? ¿Qué sucede?-sus ojos no dejan de ver a Jean y su respiración comienza a agitarse. Sus hombros suben y bajan rápidamente. Su cara se descompone en una mueca de enojo y sufrimiento.

-Yo confié en ti. Te dije que te quería, pero tú solo me trataste como a un niño, como si mi opinión fuera un infantil capricho, como si mis sentimientos fueran como nieve que se derrite. ¡Pues no lo son!

-Frank, espera, tranquilo. Jamás pensé eso de ti, déjame ex-

Mis palabras se ahogan bajo una explosión imponente que llena el aire con olor a pólvora. Miro rápidamente a Jean quien está agachado contra su motocicleta. El agujero de la bala ha ido a abrir un boquete del tamaño de una mandarina en la puerta dorada.

-Confié en ti y solo me ilusionaste-otro disparo dirigido al suelo levanta esquirlas de cemento que me rebotan en la cara.

-Me levantaste solo para dejarme caer-otra bala pasa zumbando en el aire junto a mi cadera.

-Frank, déja eso, por favor, no arruines tu futuro por algo como esto.

-¿Mi futuro?-me ve como si le acabará de decir que sus balas están hechas de harina-, Sí, mi futuro. Tienes razón, no debo arruinarlo por algo así-baja el arma y yo suelto un suspiro-. Mejor arruino el tuyo.

Dispara contra Jean.

El disparo me aturde y cuando volteo veo que la motocicleta está tirada contra el suelo con los faros estrellados y el tanque de gasolina perforado. Otra bala cruza el aire y rasga la camisa Jean quien se abalanza contra Frank.

Frank resiste la embestida y le dispara a quemarropa a Jean, empujando el cañón del arma contra su hombro.

Jean grita como lo haría un lobo herido, pero eso solo ha acelerado su adrenalina. Golpea a Frank en el estómago con el brazo bueno y lo priva del aire. Otro puñetazo le cruza la cara, y lo deja semi inconsciente tambaleándose en la acera. Hago remembranza y cuento los seis disparos. Estamos a salvo. Ha sido un susto de muerte.

Corro hacia a Jean quien también se tambalea con las manos en las rodillas. Lo abrazo y beso su cuello, sus mejillas, su frente, sus labios.

-Te amo, Jean. Te amo, te amo. Por favor no me dejes nunca-la imagen de imaginar a Jean tirado boca abajo mientras un charco de sangre se extiende a su alrededor hace que suelte un alarido reprimido.

-Yo te amo también, Rox-Me abraza de modo que mi espalda queda contra a Frank quien se debate entre la inconsciencia varios metros alejado-, más de lo que jamás amaré a nadie.

-Te amo, Jean, te a…

Busco una explicación para el dolor que siento en el omoplato izquierdo. Mi cabeza intenta encontrar alguna lógica para saber que está sucediendo.

Y entonces recuerdo.

Un LeMat no tiene seis balas. Tiene nueve.

Otro disparo me empuja lejos de los brazos de Jean. Aterrizo en el suelo.

Jean arremete de nuevo contra Frank, pero él ya tiene puesta la pistola contra su cien con la culata apuntando al cielo.

Un chasquido y después la vida de Frank se remite a un recuerdo.

La pistola cae contra el suelo con una bala que nunca se disparará con el nombre de Jean en el cilindro.

Miro a mi derecha. Mis flores blancas comienzan a mancharse de mi sangre, arruinando su belleza.

-Mira, Jean. Arruiné las flores-digo con una voz ahogada por la sangre en mi garganta-, eran lindas, lo siento.

Jean se acerca a mí y me toma de la nuca, sus dedos se empapan de sangre inmediatamente.

-Siempre podremos comprar otras-dice con lágrimas colgantes en sus ojos-, porque estaremos juntos y no nos alejaremos nunca el uno del otro.

-Nunca-algo me jala hacia abajo, como a una tumba anticipada, llenando de oscuridad los extremos de mi vista-, porque te amo más de…

-Lo que jamás amé a nadie-decimos a coro.

Los ojos de Jean son lo único que distingo ahora de entre la penumbra. No podría pedir una mejor vista.

-¿Jean?

-¿Sí, querida?

-Tengo sueño.

-Duerme entonces, cuando depsiertes…-su voz se quiebra horriblemente-, cuando despiertes aquí estaré.

Una lágrima suya me cae en la barbilla y sus suaves dedos me la quitan.

-¿Jean?

-¿Sí?

-No quiero irme, no quiero irme nunca.

No hay respuesta para eso, no hay comprensión humana que expliqué como terminé aquí y quizás sea lo mejor. A veces, las cosas son mágicas simplemente porque no las entendemos. Y yo no quiero entender este mundo. Nunca.

Los labios de Jean me besan en un último adiós y con ello se va mi último suspiro. 

Rouge Fée Donde viven las historias. Descúbrelo ahora