Cuando Horacio salió de servicio sentía que le faltaba el aire, podía ignorar a Viktor, pasar por alto sus miradas.
Pero haberlo tenido cerca y por tanto tiempo había estremecido cada parte dentro suya.
Estaba demasiado alterado que nisiquiera noto como el Audi, que le sabía dado el super cuando eran informantes había parado frente a su departamento.
—¿Vas a bajar Horacio?
El chico de crestas escucho la voz de su hermano, lo miró tratando de disimular que se encontraba mal.
—Si, queda más cerca de comisaría—Excuso, queriendo irse rápido de allí.
No quería volver a ser una carga para Gustabo, no quería cargarle otra vez sus problemas.
Gustabo alzó la ceja cuando miro a su hermano salir y casi correr hacía dentro.
No pudo evitar preocuparse, sabía que un civil se había sobrepasado con el, incluso varios agentes tuvieron que sostenerlo para no ir a buscar a ese hijo de puta y reventarlo porrazos.
Quizás hubiera sido más sano seguir haciendo el capullo por la ciudad, Horacio era más feliz siendo un mierdas que un perro del estado.
Tenía la cabeza hecha un lío pero aún así arrancó el Audi, sin saber que en cuanto su hermano entró a su departamento volvió a derramar sus lágrimas.
Lloró nuevamente por el mismo hombre que no tenía un poco de mísera piedad por su pobre corazón que estaba a nada de palmarla.
Y lo peor de todo es que podía enojarse con él, pero no odiarlo, aún si estaba destruyendo la poca cordura que le quedaba.
No podía dejar de pensar en lo sucio que estaría sí regresará a los brazos de Viktor, con esas manos que ya habían tocado alguien más.
No tendría problema si hubiera sido antes de comenzar una relación, pero joder, que idiota tenía que ser para botarlo como si nada y después buscarlo para ahora si hablar.
No cabía en cinismo alguno, solo quería tener un poco de paz, quizás tomarse unos días de descanso no vendría mal.
Le pediría permiso a Conway para poder quedarse en casa a pensar que haría.
Lo horrible de esta situación era que no podía calmar el dolor en su pecho, siempre había tenido un corazón sensible.
Y como si fuera una señal su teléfono vibró levemente, espero un momento tratando de volver a respirar con tranquilidad.
Claudio💙 Hey! Voy a salir por unos tragos ¿Quieres venir?
Lo pensó un momento, desde que había comenzado su relación con el ruso había dejado de lado todo eso de las adicciones para lograr tener una relación sana y para que mentir, tener salud propia también.
Se llevó su dedo pulgar al dedo y lo mordisqueo levemente, nervioso, sin saber muy bien que hacer.
Yo Me vendría bien
Claudio💙 Paso por ti en una hora
Se miró al espejo y pudo ver el ligero maquillaje que se había hecho para su trabajo algo corrido por las lágrimas.
Chasqueo la lengua antes de separarse del espejo para poder tomar un desmaquillante y quitar el poco maquillaje que se había puesto en la mañana.
Se dirigió a su cuarto una vez retirado el maquillaje e hidradatado levemente su piel, eligió una vestimenta bastante sexy.
Volvía a mirar esos pantalones de cuero, esos que fueron su fiel compañero durante los tiempos de vicio y diversión. Tomó también una camisa que parecía de seda.
Se metió a dar un baño, relajando su cuerpo después de tantas horas de trabajo.
Le costó un poco ponerse aquel pantalón de cuero con la piel humedecida por la crema.
—Mierda, mucho tiempo sin usarlos.—Intentó sonreír antes de mirarse en el espejo.
Tuvo demasiados recuerdos y las ganas de llorar volvieron, provocando la quemazón en su nariz.
No quería que le afectará, pero no podía evitarlo, Viktor estaba en lo más profundo dentro de él y no sabía cómo sacarlo de allí.
Se colocó la camisa, tenía el corte demasiado abierto, al punto en que el tatuaje de Virgen que tenía en su pecho podía apreciarse.
Paso una cadena dorada por su cabeza reposandola en su cuello y al contrario de verse brusco solo podía verse más delicado.
Tomo su bolsa de maquillaje y volvió a mirarse al espejo llevando a una mano a su cara.
Comenzaba a desanimarse.
¿Realmente lo valía?
¡Joder claro que lo valía! ¡Era el puto Horacio Pérez!
No iba a dejar que un cabeza hormiga le arruinará cada momento, era el héroe, nadie se reía del héroe.
—Me cansé de ser buena onda—Hizo un puchero para verse en el espejo.
Tomo su maquillaje y plasmó arte en el lienzo más bonito de todos, en el mismo.
Terminó su vestimenta peinando su cresta, esa que era su esencia y en la vida creía haberla visto alzarse tan orgullosa y bonita como esa tarde.
Cuando llegó Claudio incluso quedó pasmado, desprendía tanto poder y que decir de la sensualidad que veía ante sí.
—¿Nos vamos?—Preguntó con una sonrisa, no podía evitarlo.
Miro al doctor boquear sonrojado antes de asentir y mirar al piso avergonzado.
—Te ves precioso—Dijo en voz bajita mirando directamente su rostro.
Sintió todo su interior temblar y también terminó sonrojado, parecían un par de niños saliendo a escondidas.
Llegaron al auto que Horacio había dejado al doctor en la mañana y se pusieron en marcha, llegaron a el Vanilla al estar más cerca.
El sol comenzaba a despedirse dando entrada a la oscura noche.
Como dicen, la noche alberga horrores, Horacio sería el más escandaloso y precioso de todos ellos.
Las luces rojas y naranjas en la entrada daban un tono bastante sexy al lugar, pero al entrar la fiesta estaba en su máximo punto al parecer.
Las luces cambiando a todos los colores posibles mientras la música estaba a tope.
Ambos acompañantes se dirigieron a la barra comenzando a tomar.
• ◯ •
Se sentía mareado, desde hace rato había perdido de vista a Claudio por más que tratara de localizarlo con la mirada.
Su mente se distrajo cuando unas manos volvieron a acariciar sus caderas. Llevaba rato bailando con un tipo un poco más alto que el.
Se notaba que también estaba borracho pero eso no significaba que bailará para nada mal.
La cabeza la daba vueltas se sentía algo confundido pero no pida dejar de mover su cuerpo que parecía encajar tan bien con el del extraño, parecía que la noche todavía lo quería en acción.
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