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Que son todos unas personas preciosas, decidí dejar el Intenabo al final

Muchas gracias por sus comentarios que me suben mucho el ánimo y me hacen reír. Espero que disfruten mucho solesitos <3

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Dan se encontraba ya como nuevo tras el incidente en el hospital, después de todo no había sido tan grave.

Y extrañamente no había sentido la necesidad de correr tras el comisario para poder explicarle que había pasado.

Después de ello, Claudio pidió disculpas, no era un amante del compromiso y según el estaba bien soltero.

Pero quitando eso, Horacio se sentía un poco consolado, ya que su corazón independientemente de todo lo que pasó, ya no vivía de tener que explicarle cada mísera cosa que hacía a alguien.

Dejaba de ser tan dependiente y quizás eso estaba bien, quizás ya era tiempo de solo ser Horacio.

De amar a Horacio, amarse a sí mismo.

Ya era momento de no depender de nadie y de verdad lo disfrutaba, pero era un nuevo día.

Era la vida real y en la vida real, tenía un trabajo que atender y éxitos que conseguir.

Pero aún arreglándose, no podía evitar pensar que era bonito cada que se veía en un espejo.

No podía evitar arrugar la nariz levemente antes de soltar una risita y después alejarse del espejo, para poder desayunar.

Se sentía bonito, a comparación de cuando terminó con Volkov, todo pálido, triste y ojeroso.

Ya en comisaría rápidamente busco a Gustabo, se sentía feliz, hoy tenía buen ánimo, seguro sería buen día.

Llegó a comisaría ya cambiado, su capucha era nueva, de un color negro con pequeñas mariposas en el diseño.

Entró en comisaría para poder entrar en servicio y de lejos se escucho una puerta abrirse, seguido miro al ruso.

Ahora pequeños nervios afloraban su piel, pero no tenía que darle explicaciones, ya no eran pareja, en todo caso, fue el ruso quien nunca le dio explicaciones.

Como si pudiera reconocerle ahora, el comisario le vio fijamente, pero él de cresta estaba ya cansado de tanto drama.

Así que sólo pasó de largo sin mirarlo, causando un vuelco en el corazón de Viktor.

Camino hacía al armamento, tomó sus respectivas armas y salió para poder sacar a Héroe del garaje en lo que llegaba Fred.

Cuando estaba saliendo de la armería, al cerrar la puerta alzó la mirada encontrándose con un pecho, subió la mirada para ver al ruso de cerca.

De no ser por la capucha seguramente se habría visto su pequeño sonrojo y su seño fruncido.

—¿Quien es usted?

Volkov quería actuar natural, pero era más obvio que nada.

—Subinspector Dan, a su servicio comisario.

Le dijo en modo neutral antes de pasar por su lado y salir hacia el estacionamiento, a su patrulla.

Al llegar a esta solo pudo observar a Gustabo o Fred, este lo miró interrigativo ante su mirada ida.

Se limitó a negar y simplemente pusieron la patrulla en marcha, estaba la radio encendida y ninguno decía nada, así que decidió ser el primero en romper el silencio.

—¿Te dolió?

Preguntó tratando de esconder una sonrisa burlona, sabía que a Gustabo no le gustaba ser demasiado afectivo o tener pláticas tan significativas.

—¿Dolerme? ¿Que cosa?

Preguntó mirando rápidamente a Dan, antes de volver su vista al frente.

Dan apago la cámara y la radio que grababan todo dentro del patrulla.

—La pinga del abuelo. Ahí lo dejo.

Derepente el patrulla freno en seco, un sonrojado Fred miró a Dan, aunque su sonrojo no era visible por la capucha.

—¿Como lo sabes?

—Te conozco Gustabo, demasiado como para no notar que últimamente estabas más animado o que salias a la mitad de la noche.

Levantó la ceja antes de sonreírle burlon por debajo de la capucha.

Ambos hermanos volvieron a vivir juntos después de que el chico de cresta y el ruso terminarán, el departamento seguía pero sólo iba a limpiarlo de vez en cuando.

—Joh tío, yo caminando de puntillas y tu lo sabías todo.

Le dio un pequeño golpe a su hermano en el hombro, sabía que tendría que contarle ahora como había pasado todo aquello.

—Tampoco está de más decir que la casa se ha llenado de ropa algo más grande de la que usas.

Se rio mientras sus hermano hacia un pequeño mohín, solo había pasado, las miradas de cariño, los pequeños besos robados, las muestras de amor, las escapadas por la noche.

—Venga que ahora el superintendente, es mi cuñado.

Bromeo, el otro solo se cruzó de brazos negando antes de volver las manos al volante y seguir su camino.

—Sigo ofendido por que ya lo sabes y yo como un tonto.

Nuevamente se escuchó a Horacio reírse, estaba feliz, el abuelo no era un mal tipo.

Igual quizás a su hermano le venía bien darse el lujo de poder tener a alguien más a su lado, aparte de él.

—¿Tu como lo llevas?

Preguntó de pronto Gustabo, solo se pudo oír un suspiró, aún no lo sabía bien ni el mismo.

—Aún lo quiero, pero ya no hace falta, no más.

—Ese es mi niño.

Sonrió de manera dulce, elevando levemente la comisura de sus labios, era cierto, Viktor Volkov se había quedado tatuado en su alma y corazón, pero ya no lo necesitaba.

Nunca lo necesito.

No estaba bien depender de alguien para ser feliz, aun lo quería, si, pero no tan desesperadamente como había hecho, desde aquella vez que se pusieron a hablar de las cosas que solían hacer los otakus.

—Nico, nico, nii

—¿Cómo?

Soltó Gustabo descojonandose mientras daba pequeños golpesitos en su pierna, para después decir de pronto un 'nya'.

—Malditos otakus, no los soporto.

Fingió vómito, después de ellos sólo se pudieron escuchar más risas antes de que la cámara y el micrófono fueran nuevamente encendidos.

𝙃𝙚𝙩𝙚𝙧𝙤𝙨𝙚𝙭𝙪𝙖𝙡. ᵛᵒˡᵏᵃᶜⁱᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora