III

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El Rey se permitió una sonrisa, una sonrisa que solo una persona se la merecía, mientras iba a estar con su hijo.

Había pasado poco más de una década desde ese día, desde que Arlene falleció inmerecidamente y reclamó, ahora su hijo. Nada para un ser como él que ya había vivido muchos años, inmortal, intocado y despreocupado por el paso del tiempo, prácticamente un momento fugaz, pero era todo para Jahad cuando estaba con su tesoro más querido.

Todos y cada uno de los días con su hijo eran preciosos, cada momento, sin importar lo que ocurriera en ellos, quedaba grabado en la larga memoria del Rey. En los breves años que pasaron, Jahad vio crecer a su hijo, tanto física como mentalmente. Le había enseñado a caminar, a hablar, a leer, todo. Todo lo que ese chico aprendió fue del Rey.

El Rey estaba inmensamente complacido con los resultados en el desarrollo de su hijo, que había planeado extensamente con cuidado. Bam había pasado de ser un niño sonriente a un niño aún más alegre. Inquebrantablemente feliz de recibir a su padre con sus brillantes sonrisas y su amor incondicional, y sus hermosos ojos dorados rebosantes de la misma inocencia que poseía cuando era un bebé, tal como lo había querido Jahad.

Bam adoraba a su padre por completo, como debería. Como estaba destinado a ser. Ver ese tipo de amor profundo por parte del hijo de la mujer que amaba más que a nadie le dio tanta alegría al Rey que simplemente no podía articularse. Era un tesoro.

Y como no había ningún otro infeliz inmerecido para disfrutar de la luz que le daba su hijo, todo ese amor puro e inmaculado era solo para Jahad. El chico, el amor del chico, todo era suyo y no de V.

Para asegurarse de que seguiría siendo así; Jahad mantuvo a su hijo en dos únicos lugares donde sabía que nadie lo encontraría ni lo vería jamás: su propio dormitorio y la sala del trono, los dos lugares aislados y siempre ocultos donde Jahad criaba a su hijo. Sería todo lo que Bam conocería hasta que llegase el momento de interactuar con los demás.

La habitación de Bam fue creada para ser tan cómoda para él como aislada. Solo había una ventana y la puerta de la habitación estaba constantemente cerrada por ambos lados y impedida de ser encontrada por cualquier medio posible. Pero el niño nunca se quejó (¿Por qué lo haría?) y siempre fue feliz solo con el Rey.

Tan importante como era que el niño dependiera de él, también era importante para él leer. Incluso solo para ayudarlo a aprender y desarrollarse. Así que Jahad le permitió a su hijo una pequeña variedad de libros para leer en cualquier momento que quisiera, junto con algunas otras actividades. No solo para aprender, sino también para ocupar su tiempo mientras esperaba que su Padre se le apareciera, y siempre aparecía. Pero solo unos pocos, para que Bam no aprendiera a depender de otros medios para la felicidad.

Pero siempre tenía cuidado con la información que permitía que su hijo absorbiera en su mente inocente, ya que siempre influiría en él en diversos grados. Y, por regla general, a su hijo no se le permitía buscar ninguna información que el rey considerara "peligrosa".

Peligrosa para su desarrollo previsto, claro.

No dejaría que nada envenenara la inquebrantable devoción de su hijo.

Jahad entró en la habitación del hijo, sus ojos solo se enfocaron en un lugar, y sonrió tiernamente a quién estaba viendo.

Allí, en una silla al lado de la única ventana, estaba un niño vestido con una túnica, el cabello castaño rozando sus hombros, mirando el cielo despejado fuera del palacio. Allí, esperándolo como siempre con amor, estaba su hijo.

The Prince in the Tower || Traducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora