Mis ojos se humedecen cuando estira mi entrada con su pene, moviéndose de manera circular para llegar más profundo.
Dios, lo amo tanto.
Sale e ingresa con rudeza, logrando que grite agudo por la intromisión. Mierda, mañana tengo que salir con Chris y voy a caminar como un puto pingüino.
—Joel —llamo en un gemido ahogado cuando entrelaza nuestros dedos, muerde mi cuello sin dejar de moverse.
—Te amo mucho —repite por no sé qué vez, pero ocasiona un caos en mi corazón.
Se supone que vino a hablar sobre no sé, y terminamos desnudos, entregándonos de una forma especial como solemos hacerlo cuando estamos juntos. Hay veces en las que simplemente vemos una película, o le cuento sobre mí día y viceversa, por eso trato de aprovechar cada segundo a su lado.
—Te... amo —gimo con voz ronca, mordiendo mi labio con fuerza cuando lleva mis brazos hacia atrás y sujeta mis muñecas para tener un mejor impulso— ¡Oh, mierda! ¡Joey!
Sus dientes se pasean por mí piel sin cuidado alguno, dejando marcas como siempre.
—¿Lo tengo?
Desde que entraste, imbécil.
—S-Sí —afirmo frenéticamente, hundiendo el rostro en las almohadas y lloriqueando un poco.
Se supone que luego de hacerlo iba a irse, pero aquí estamos, en la tercera ronda.
Rodea mi cintura para pegarse a mi espalda, dando más fuerte contra ese nervio que ocasiona graves daños en mí, haciendo que me retuerza como lombriz. Termino corriéndome en un fuerte grito.
Sin salir de mi cuerpo, acaba sobre su espalda y conmigo encima. Apoya sus pies sobre la superficie, doblando sus piernas. Pasa ambos brazos por debajo de mis rodillas, dejándome totalmente abierto, apoyo mis manos en sus hombros y fuertes gemidos se escuchan cuando comienza a embestir.
—¡Oh, sí!
Nunca me había cogido de esta forma, lo vimos en una porno y prometimos intentarlo, pero jamás llegamos a hablarlo y concretar.
Solo espero ser el único con el que pruebe nuevas cosas.
Ya sé que me debo ver como estúpido por pensar en algo así justo ahora, pero él lo tiene más tiempo que yo. Con Chris no debe fingir una amistad, no se encuentran a escondidas.
Se muestran ante todos como lo que son: esposos.
Mi pene otra vez está goteando por lo profundo que se siente, su piel se frota contra mis paredes y mi ano ya empieza a contraerse, asfixiando el grosor.
Sus manos dejan mis piernas para sujetar mi cintura, arañando y presionando toscamente porque también está cerca.
Apoyo mis pies en sus muslos, moviéndome en sentido contrario porque ya no aguanto más. Necesito hacerlo cuanto antes.
Sabiendo eso, me separo y doy vuelta en contra de su voluntad, escuchando su voz confusa, ronca por la excitación del momento. Con mi mano alineo su pene y me dejo caer, quedando recostado sobre él y dejando que lo haga a su ritmo porque ya estoy cansado y necesito correrme.
—Eres... muy bonito —murmura, separando mis nalgas y pegando a toda prisa.
—T-Tú también —jadeo en su boca, mordiendo su labio hasta hacerlo sangrar.
Y hasta ahora recuerdo nuevamente a su esposo.
Mierda.
Araño sus hombros cuando me corro entre ambos torsos y recibo todo, sintiendo cada tira caliente que me llena a la perfección.
Esto es lo que quiero por el resto de mi vida.
Beso de manera lenta sus labios hinchados, ronroneando cuando acaricia mi espalda sudorosa con sus manos.
—Te amo —afirmo, sonriendo y soltando un par de lágrimas.
—Lo sé, yo también lo hago.
•••
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