—Joel, b-basta —susurro en medio del beso, intentando separarme porque los invitados no tardan en llegar.
—No tienes idea de lo mucho que me calientas —admite, llevando sus manos hasta mis muslos, alzándome y caminando hacia la cama.
Muerdo su labio, empezando a desabotonar su camisa. Se encarga de mi pantalón, sonriendo como si fuera un chiquillo.
Ocasionando que los recuerdos de la universidad lleguen como ráfagas a mi mente.
—Te amo, mi amor —escucho decir, su lengua pasa por mi cuello, me mueve sobre su erección.
Jadeo bajo, ansiando tenerlo dentro mío.
—Yo también te amo, Joey.
Antes que libere su erección, la puerta de nuestra habitación se abre y la vocecita de Patrick hace que me caiga al suelo.
Mis mejillas se ponen rojas, con prisa arreglo mi ropa y voy hasta él. Termino colocándome de rodillas para estar a su altura, aunque hay centímetros de diferencia y sé que será tan alto como Joel.
—¿Ocurre algo?
—Aidé ya está lista, los abuelos acaban de llegar y también los invitados —avisa con el ceño fruncido, es un hábito que copió de su padre cuando lo veía memorizar algo.
—De acuerdo, cariño.
—Ok —asiente con una sonrisa, saliendo, dando pequeños saltos como si fuese un saltamontes.
Joel vuelve a cerrar la puerta y lo miro desde mi posición. Su mano recae en mi cabeza, acariciando mis cabellos y parte de mi rostro.
—¿Ansioso, bebé?
Noto el tono de diversión, la sonrisita que me regala. Mi corazón da un vuelco ante el amor que siento por él.
—Siempre —contesto, guiñando en su dirección, poniéndome de pie con su ayuda y besando sus dulces labios.
Nos separamos cuando el timbre suena otra vez.
Con las manos juntas, vamos hacia la sala.
No es cumpleaños de nadie, no es aniversario nuestro.
Es un día de contar la verdad, a pesar de que es dolorosa y voy a quedar como la peor persona, lo acepté. No puedo permitir que Melody siga viviendo una mentira.
—Hola, Richard —saludo desde lejos, alzando mi mano.
—¿Qué hay, Er?
Comenzamos a charlar un poco, aunque noto cierta tensión e incomodidad en Chris.
Diviso a Patricia hablando con Aidé y Melody, así que me acerco hasta ella de manera sutil. La abrazo y me quedo por mucho tiempo así, intentando no llorar delante de mi hija.
—Espero que también me abraces de esa manera —oigo hablar a mamá, que se acerca con Patrick, aunque mi hijo se termina yendo en busca de su padre.
—Nop.
Cuando las adolescentes se alejan a la sala, me dedico a susurrar para que nadie escuché nuestra conversación.
—Tengo miedo —confieso, recibiendo caricias por parte de Patricia.
—Ya pasaron dieciséis años, es justo que lo sepa, en algún momento se debía de enterar —murmura mi madre.
—Joel no debió ocultarle la verdad a su hija —esta vez habla mi suegra—, pero era cosa de ellos y no quise meterme.
—Jenny estará retorciéndose de cólera en su ataúd —suelta con diversión mamá.