—¿Estás bien?
Dejo la caja de cereal en su sitio, volteando hacia Chris que me mira preocupado.
Arrugo la nariz confundido.
—Sí. ¿Por qué la pregunta?
—Desde hace días te noto más pálido y delgado —habla con miedo—. ¿Estás enfermo?
Niego.
Sonrió un poco para dejarlo tranquilo.
—Te aseguro que estoy bien.
—Si tú lo dices.
—En serio, Chris, no me pasa nada.
Asiente un poco más calmado, mostrando sus dientes en una preciosa sonrisa.
—Te creo, amigo.
Eso duele, me lastima escuchar esa palabra.
—¿Me esperas? Debo ir al baño.
—Claro, no iré a ningún lado sin ti.
Ok.
Él no merece el daño que estoy haciendo en su matrimonio.
Camino a paso apresurado, teniendo un fuerte dolor en el corazón porque estuve ignorando todos los síntomas desde hace dos semanas.
Me encierro en el primer cubículo que encuentro disponible, luego de poner el seguro saco mi celular.
Espero que conteste la llamada.
—¿Er?
¡Bingo!
Aunque no tanto.
—Joel, tenemos que hablar de algo serio.
—¿Ocurre algo? ¿Estás bien?
—Sí... y-yo, creo que estoy esperando un bebé —susurro con miedo.
No puede ser un castigo, algo me dice que no lo es. ¿Entonces por qué lo siento como uno?
Joel se queda en silencio.
Hasta que escucho una puerta ser cerrada y su voz ahora es más baja.
—¿Estás seguro?
—Un poco, sí.
—¿Quieres darme una respuesta más precisa, amor? —suena más relajado.
—Dejé de cuidarme —admito—, no, no creí que llegaría a ocurrir esto.
—Joder, Erick. El doctor fue específico, no debías dejarlo.
—¡Ya sé! —exclamo—. Pero, después de eso pensé que no sería necesario, había pocas posibilidades de terminar embarazado.
—Me corro siempre dentro, ¿realmente crees que no ibas a terminar con un bebé?
—Deja de regañarme —murmuro con fastidio, haciendo un puchero, aunque no puede verlo.
Suspira a través de la línea, y podría jurar que está masajeando el puente de su nariz.
Lo conozco.
—Debes ir a la clínica ahora mismo.
—Estoy con Chris —hablo bajito.
—¡Mierda!
—Tengo miedo —reconozco sintiendo un nudo en la garganta.
—Estoy contigo —dice tiernamente—, saliendo del trabajo iré a tu departamento y luego vamos a una clínica para que te revisen, ¿te parece?
—Sí.
Cuelga sin decir nada más, dejándome un sabor amargo en todo mi ser.
El celular vuelve a sonar, es él.
—Olvidé decirte lo mucho que te amo, sé que te asusta, yo también estoy cagado de miedo, pero... no voy a dejarte, nunca.
Mis ojos se convierten en dos pozos llenos de agua, sin tener límite alguno.
—¿Lo prometes?
—Te lo juro, mi amor.
Y ahora sí cuelga.
Lejos de sentirme tranquilo, solamente tengo más miedo que antes. Me apresuro en mojar mi rostro y secarlo con un paño que llevo siempre. Voy en busca de Chris, pero no lo encuentro donde lo dejé.
Envío un mensaje a su teléfono, pero no contesta.
Toco con delicadeza las telas que están delante mío, aspirando el olor del ambientador que echaron al piso. Mis ojos se centran en un par de sudaderas que están en oferta y son colores muy bonitos. Selecciono tres, volviendo a mi tarea de buscar a Chris.
Sin pensarlo dos veces, me dirijo a la sección de ropa para bebés. Inconscientemente sonrío un poco, pensando en mi futuro hijo o hija.
—¡Aquí estás!
Salto del susto en mi lugar.
—Joder, Chris. Casi me sacas el corazón —exagero entre risas, abrazando la ropa que voy a comprar para que no termine en el suelo—. ¿Dónde te metiste?
—¿Te gusta? —me muestra un conjunto blanco, muy hermoso, ignorando mi pregunta.
—Sí, es muy bello.
—Lo voy a comprar y de esa forma le diré a Joel que estamos esperando un bebé —anuncia con emoción.
Mi sonrisa se borra de golpe, antes de que pueda siquiera esbozar una en su dirección ante la noticia.
•••
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