Cuando se trataba de él, la palabra único era auténtica, y le calzaba a la perfección; sin apretarle y sin holgarle.
Único en su esplendor, atrevido, alegre y suspicaz.
Único en su incauta belleza, etérea y sensacional; cazadora de miradas, de envidia y de deseo.
Único en su mirar, con aquellos ojos soñadores que presumían de la reminiscencia de un paraíso frente al océano.
Único en su suelto y desfachatado andar, enseñando una esbelta figura que pecaba de seductora y firme cuyo objetivo era robar la atención de cualquier mortal descuidado.
Único en su fugaz delicadeza, aquella que se desvanecía en cuanto separaba sus labios para reír a carcajadas o para largar alguna osadía.
Las palabras corrían a una velocidad mayor que la de los dedos de Dazai eran capaces de soportar. Sentado en aquel bar, como cada noche, escribía sin cesar. Lo único que precisaba era posar sus ojos sobre el camarero, y de esa manera las palabras brotaban de él como flores en plena temporada.
Había comenzado con su primer bloqueo como escritor. Se había frustrado de sobremanera y había decidido que el alcohol sería su desahogo y guiaría sus dedos. Sin embargo, al arribar esa noche, antes de siquiera poder arrimar su mano sobre una copa, sus ojos impíos se clavaron sobre el muchacho que atendía las mesas, un joven simpático que, al parecer, ya era querido por los presentes. Como escritor, sentía sus emociones a flor de piel constantemente. Y ciertamente, lo que recorrió su cuerpo en aquellos momentos fue una sensación que, en su cursilería, podía catalogar como un amor a primera vista, de esos de los que tanto escribía en sus burdos relatos.
Dazai era joven, por lo que no era un escritor afamado ni mucho menos exitoso; era simplemente un hombre aficionado cuyos escritos solo eran publicados en pequeñas revistas y por los cuales ganaba miserias. Había veces en las que no contaba ni siquiera con comida en su heladera, mas allí estaba, tras un bloqueo, desperdigando su última paga en alcohol.
Esa noche había comprendido lo que era una verdadera fuente de inspiración, y pensó que ese sería su salvoconducto, tanto profesionalmente como de manera personal. El camarero había robado su corazón y se había adueñado de su pluma desde esa noche, luego de la cual Osamu comenzó a escribir sin parar. Sin llegar a tomar ni una gota de alcohol del vaso que pagó, se había embriagado enteramente con la belleza de Chuuya Nakahara.
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Esto no es más que un acto de rebeldía de mi parte, ahre. La próxima semana, me vaya bien o me vaya mal, ya estoy de vacaciones, así que voy de cabeza con las dos novelas.❤️
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La musa del escritor ||Soukoku||
FanfictionUn escritor, embelesado ante la belleza de un camarero, siente la inspiración brotar con solo verle. Decide, entonces, presentarse cada noche en aquel bar para entregarle lo único y más maravilloso que puede obsequiarle: su arte.