Capítulo 9: Juega a mi juego

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Si en mis ojos ves oscuridad, en mi camino verás sombras de Alejandro Lanús.

Aléjate Pterseo, antes de que sea tarde.

-¿Melanie?- pregunta mi madre desde el piso de abajo. -¿Estás ahí?-

–Sí mamá, ahora bajo.– la digo mientras me quito las lágrimas que tengo en las mejillas, hecho un vistazo a la habitación y salgo.

Cuando ya estoy abajo mi madre pregunta: – ¿Qué hay de cena?–

No soy una gran cocinillas así que preparo un huevo frito y nos sentamos a comer. Mientras estoy comiendo, mi madre empieza a hablar.

– ¿Has visto a alguien entrar en casa?– pregunta. Durante un segundo me atraganto y intento negar con la cabeza. -Es que una de las ramas del viejo manzano, que llega hasta la casa, está rota.–

–Habrá sido el viento.– intento persuadirla.

–No, porque justo cuando he entrado en casa he oído a alguien saltar del árbol.

Maldito Pterseo, siempre metiéndose en movidas; como cuando fuimos un día al circo y se les ocurrió la gran idea de entrar en una jaula. Ese día me hice amiga de los chicos y sobre todo de Jimena. Una chica cuerda como yo; encantadora, dulce, que no puede ver a nadie sufriendo.

- Lo siento Melanie, pero creo que cortaremos el árbol- dice mi madre. -Se que le tienes mucho cariño, pero es una de las entradas más sencillas en las que puede entrar un ladrón.-

- ¡No!- exclamo. Mi manzano, él estaba siempre ahí, en las buenas y en las malas. Era una de las pocas cosas que podía ver del exterior y antes de que se muriera, podía coger a hurtadillas todas las manzanas que estaban al lado de mi ventana. Era hermoso, tan lleno de vida. Alguna vez me imaginaba que me escapaba por alguna de esas ramas y iba al exterior, pero tenía miedo. Y aunque ahora esté muerto, tiene tantos recuerdos, que podríamos decir que sigue teniendo vida propia.

Al día siguiente Pterseo me está esperando en la puerta del autobús con su sonrisa picarona. Está haciendo como que nada hubiera pasado; no me va a obligar a decirle lo que siento, porque ni yo misma lo sé. Algún día le tendré que dar una respuesta, pero hoy no.

– Han cortado el manzano por tu culpa.– le recriminó intentando parecer enfadada.

–¿Por qué?

–Creían que era un ladrón.– Aunque si lo pienso bien, sí es un ladrón, el ladrón de mi secreto, el ladrón de mi coraz... ¡Pero qué digo! Son estos pensamientos los que me vuelven loca, ¿por qué digo estas cosas? He visto y leído demasiados película y historias románticas.

– ¿Me parezco a un ladrón?– me susurra cerca de la garganta.

– Tal vez un poco.– y miro hacia la ventana ocultando el rubor de mis mejillas.

Ya hemos llegado al colegio, qué rápido se me ha pasado el trayecto. Será porque Pterseo no ha parado de jugar conmigo, parece que está juguetón.

El colegio ha cambiado mucho desde el primer día que vine, ahora la gente lleva cosas extravagantes, ropa inusual; nadie te mira raro, nadie habla mal de ti. Incluso todavía hay gente que lleva gafas, algunas son luminiscentes. Ya no parezco la rarita de las gafas, soy una más.

–Bueno Mel.– dice Pterseo. Me encanta cuando me llama Mel, es tan dulce, tan irresistiblemente adictivo cómo sus labios dicen mi nombre; que me encantaría abrazarle, fundirme en sus brazos. –Me voy a clase, luego nos vemos.– me interrumpe mis pensamientos.

–No puedo Pterseo.– le digo antes de que se vaya a clase. – He prometido ir con Jimena a la peluquería hoy.–

–No pasa nada.– me dice mientras se acerca a mí lentamente. Está a muy pocos centímetros de mí, noto su respiración en mi oreja y me dice: –Mel.–

–¿Sí?– intento decirle en un susurro.

– No te cortes el pelo.– me dice mientras casi posa sus labios en mi mejilla. Noto su aliento de miel en mi cara ¡Está tentándome! –Prométeme que no te contarás el pelo.–

No se qué hacer, me muerdo el labio interno y le digo: –No, no lo haré.–

Pterseo sonríe, me da un beso en la mejilla y se va corriendo a su clase. Ha jugado conmigo, pero donde juega uno, pueden jugar dos.

Cuando terminan las clases todavía sigo pensando en cómo puedo vengarme de Pterseo; pero lo único que se me ha ocurrido son cosas que a manos de la ley estarían mal vistas. Así que será mi plan Z.

- ¡Ei Melanie!- exclama Jimena. - ¿Preparada para ir a la peluquería? -

- Claro.-

La peluquería a la que vamos está una de las más reconocidas estilistas del país. Hace los mejores peínados y todas sus clientas salen muy felices y sin bastantes billetes menos. Jimena quiere cambiarse de look, me ha dicho. La dejó su antiguo novio, y ya no quiere parecer una mosquita muerta nunca más; aunque no creo que un peinado cambie a las personas.

- Quiero que me cortes un poco las puntas pero dejame la melena larga, hazme un flequillo. Y luego quiero unas mechas moradas.- dice Jimena directamente a la peluquera.

Por una parte quiero hacerme algo, pero temo a las reprimendas de Pterseo. ¿¡Pero qué digo!?, si no es mi padre. Haré lo que me de la gana, como si me quiero pintar el pelo azul o verde fosfórito. En verdad me gusta mi pelo como está, ondulado y rubio.

Entonces lo veo, mi venganza. Está delante mío, en mis manos. La venganza es un dulce plato que se sirve frío.

¡ Ay Pterseo, a este juego, lo se jugar yo!

Eterno Poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora