Capítulo 7

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Que mala suerte me cargo.

Sabía que no nací con buena suerte desde el momento en que me enteré que a mis padres me les resbalé por las manos cuando eran una recién nacida, pero esto es demasiado malo

—¿Ya buscaste en el baño?

—Si, nada de valor.

—Bien tenemos la computadora, los muebles y los demás aparatos.

Mientras los dos hombres hablaban, seguí moviendo mis manos para desatar la cuerda que por suerte esta floja.

Serán unos ladrones, pero son una mierda haciendo nudos.

Hoy planeaba llegar a casa y dormir de inmediato con Davet después de darme un baño, pero para mí mala suerte dos hombres llevaron su plan de asaltarme justo cuando estaba cerrado el consultorio.

No puedo pedir ayuda, los locales cerca ya están cerrados y los autos no pasan mucho a esta hora.

Al menos soy buena corriendo.

—¿No tienes nada más?

—Eh... no.

—Mientes.

Mordió el anzuelo.

En la siguiente habitación hay un lugar escondido en el piso, ahí guardo un poco de dinero por emergencia.

Los dos hombres se miraron con una sonrisa y uno entro a la habitación, mientras que el otro se quedó en la puerta para vigilarme, pero en realidad toda su atención estaba en su compañero.

Es el momento.

Logre zafar mis manos de la cuerda y me quite los zapatos con cuidado. Sentía unas gotas de sudor caer por mi frente y espero solo unos segundos antes de correr.

Al asegurarme de que el hombre no estaba interesado en mí, me levanté y corrí lo más rápido que podía.

—¡Mierda!

Seguí corriendo y traté de hacerlo más rápido cuando los pasos del hombre se comenzaron a escuchar detrás mío.

Cuando vi la puerta sentí un poco de alivio, pero desapareció cuando la empuje y no se abrió.

Cierto, cerraron con llave.

—Tienes buenas piernas linda.

Me gire con la respiración agitada y totalmente asustada.

—No hay donde correr.

Sonrió y miro mis piernas.

—Tal vez no estaría mal jugar un poco.

Sentí escalofríos cuando se acercó y busqué una manera de salir. Mis ojos miraron un banco de madera donde coloque encima un jarrón con flores de colores.

Mi mente actuó rápido y me lance al sujeto a quien tome por sorpresa. Ambos caímos al suelo, pero me levante de inmediato y tome el banco haciendo caer el jarrón el cual se rompió.

Con todas mis fuerzas lance el banco a la ventana de cristal y este se rompió con el impacto y el vidrio roto se esparció por el suelo.

Mis pies me ardían, pero tenía que salir antes de que llegara el otro hombre. Así que, ignorando el dolor, corrí hacia el único escape de salida.

—¡Detenla!

Atravesé la ventana y seguí corriendo, pero solo 2 metros después caí al suelo cuando un gran peso me empujo.

Me sentía aturdido y con pulsaciones en la cara. Mi respiración se detuvo unos segundos y un zumbido molesto era lo único que escuchaba.

—Maldita mujer.

Cenizas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora