28. Defecto

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Durante mucho tiempo había pensado que su Lady era la mujer perfecta, sin ningún tipo de defecto ni debilidad. Ahora sabía que no, y es que, como acababa de demostrarle con el zumo que le había tirado encima, la torpeza era algo que Marinette llevaba en la sangre. Le agradaba saber eso, la hacía más humana.

Y le encantaban sus besos de disculpa, intensos y dulces al mismo tiempo. Ni siquiera le importaba que su camiseta siguiera sucia, no mientras Marinette continuara sentada en su regazo sin importarle nada más que besarlo.

Se separaron cuando la falta de aire se hizo notable, aunque ninguno hizo ademán de apartarse de aquella posición.

–Soportaré un zumo cada día si este es el resultado, princesa– Bromeó, aunque se arrepintió cuando ella hizo un intento por levantarse. Se lo impidió sosteniéndola más fuerte contra él –Oh, no, me debes otro beso.

–Pero si no hemos parado de besarnos desde que vinimos aquí... –Protestó aunque en el fondo no tuviera objeciones al respecto –Nuestros amigos estarán preguntándose qué demonios hacemos encerrados en los vestuarios tanto tiempo.

–Fuiste tú la que te lanzaste sobre mí...

–No es como si te molestara– Hizo fuerzas para apartarse finalmente de su abrazo y esta vez lo logró –Tenemos que volver ya.

Adrien hizo un puchero de tristeza al no sentir su peso encima.

–¿De verdad? ¿No crees que será sospechoso regresar con la camiseta igual de sucia que antes? Además –Sonrió maliciosamente al señalar la suya –Parece que no soy el único que necesita limpiarse.

Marinette bajó la vista hacia su propia camiseta y se dio cuenta de que Adrien tenía razón, se había manchado de zumo por haber estado pegada a él.

–¡No!– Se lamentó –¡Esto ha sido tu culpa!

–¿Por ser tan irresistible?

–Sí... Digo no– Gruñó con desesperación –Me vas a volver loca.

–Esa es la idea.

Mientras Marinette se echaba un poco de agua en la camiseta Adrien hizo lo mismo con la suya, aunque con resultados mucho menos favorables, por lo que la chica se dispuso a ayudarlo en cuanto terminó.

–¿Por qué siempre tengo que ser tan torpe? Tú eres perfecto y yo soy un desastre.

–Eso no es verdad, Marinette– Dijo poniéndose más serio que antes, acercándose para darle un beso en la frente y mirarla a los ojos –Eres increíble, solo un poco torpe, pero podremos manejarlo. ¿Quieres hablar de ser un desastre...? Bueno, yo no sé ni siquiera hacer mi cama. Ni tampoco sé cómo quitar esta mancha. De verdad, los empleados de la casa lo hacen todo por mí, a veces me siento un inútil.

–Pero eso no es tu culpa.

–Claro que sí, siempre me lo han dado todo hecho y nunca me planteé intentarlo yo. Si Plagg no hubiera llegado a mi vida posiblemente no sabría valerme por mí mismo. Así que los dos tenemos mucho que aprender, yo a ser un chico que valga la pena y tú a no tropezar con cada escalón que cruces. ¿Te parece un buen plan?

–Tú vales la pena, Adrien...

–Sabes a qué me refiero, quiero sentirme bien conmigo mismo. Y para eso necesitaré tu ayuda, no sé quién más podría enseñarme a cocinar galletas– Rio.

–Entonces yo necesitaré la ayuda de un gatito que me ayude a mantener el equilibrio.

–Genial, conozco uno– Bromeó antes de volver a besarla.

La voz de Alya llamando a Marinette los obligó a separarse del beso. Y en el caso de Adrien, a volver al mundo real en el que apenas podía recibir un par de besos a escondidas.

Reto 30 Días - Miraculous LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora