Capítulo 13.

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Dominic.

Nunca creí en conexiones cómo estás hasta que la osadía y seguridad de Judith me lo confirmaron, cuando entro a la ducha desnuda dejándome observar su perfecto cuerpo y pidiendo que la folle en ese momento sin importar nada ni nadie, solo nosotros dos cegados por la lujuria que ambos teníamos acumulada.
Su cuerpo con el mío son la combinación perfecta, algo mágico que no dejaba de recordar, quería poseerla, enterrarme en ella una y otra vez  porque sentía que me había vuelto adicto a esa mujer.
Gracias a la maldad de sus hermanos tuve la mejor experiencia sexual.

- Me gusta tu perfume - dice al verme salir de la habitación.

Debido a que no estábamos casados, su padre y hermanos nos hacían dormir en habitaciones diferentes, ella estaba en una punta y yo casi en la otra, igual eso no iba a impedir que la visite está madrugada para recordar mejor lo sucedido en esa regadera.

Sonrío y tiro de ella para meterla en mi habitación presionando su cuerpo entre la puerta y el mío.

- Me gustas - reconozco dejando suaves besos en su cuello.

- No podemos - jadea cuando presiono suavemente mis dientes en su hombro descubierto.
Tira de mi boca para juntar sus labios con los míos en un jodido demandante beso, me gusta su ferocidad la prefiero así aunque en su faceta tímida también me pone como en esta.

Ella es una jodida droga que solo provocará una adicción de la cual nunca quisiera abandonar.

- No podemos - repite al sentir mis manos meterse bajo su vestido.

- ¡Alemán! - escuchamos el grito de uno de sus hermanos.

- Sal antes que quiera entrar y me vea aquí, te recuerdo que ellos piensan que soy virgen - comenta mordiendo mi labio inferior.

- Tu hermano es muy oportuno - digo molesto.

- ¡Alemán! - vuelve a gritar.

Dejando un casto beso en los labios de Jud, salgo de la habitación justo antes que su hermano llegué a la puerta que me mira frunciendo el ceño.

- Leo - hablo al reconocer al gemelo tatuado.

- Leonardo, para tí - sentencia. - Como se nota que vives en la ciudad, las duchas acá son rápidas y ahora no tenemos agua para el resto - se queja.

- Podemos comprar - sugiero.

- En verdad se nota que nunca viviste en el campo - acota negando su cabeza.

Lo sigo mientras va caminando para alejarnos así Jud podría salir de la habitación, no quería que sus hermanos me corten el pene y se lo den de comer a sus animales.

- Siempre viví en la ciudad - me justifico encogiendo mis hombros.

- Un princeso - murmura chasquendo la lengua.

No tenía la culpa de haberme criado en la ciudad, primero gran parte de mi vida estuve en Munich y Berlín después me vine para este país donde Christopher decidió que sería buena idea radicarnos en Chicago, siempre grandes ciudades porque nuestros trabajos estaban ahí.
No soy y nunca seré un hombre de campo.

- Ven muchacho - me llama mi suegro. - Dominic te presento a Ricky, amigo de la familia y él es el novio de Judith - nos presenta.

- Un placer - digo estrechando su mano.

A él hombre no le gustó nada escuchar eso y a mí este tipo ya me caí mal.

- Te estaba buscando - dice ella llegando a dónde estoy para dejar un beso en mi mejilla. - Hola Ricky - saluda.

Detestable Amor (2°PA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora