La viuda roja

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Es Mediodía y Elliot lleva varias horas haciendo reconocimiento mientras intenta acercarse a su hija. Han inspeccionado la ciudad y hecho un mapa general de la isla, y mientras tanto, han encontrado algunos sitios de interés para pasarla bien, cómo un parque, o una playa.

Pero al acercarse el mediodía, momento en el que alguna gente sale de trabajar y otra tanta entra a hacer lo mismo, Elliot se da cuenta de algo. Así que se sienta en un banco de cierto parque junto a Tina para que ambos puedan ponerse al corriente con sus observaciones.

— Tina, dime ¿Has visto algún menor de edad hoy?

— Nadie. Todo el mundo parece de veinte para arriba. Tampoco parece haber gente mucho mayor de cincuenta.

— ¿Qué te viene a la mente?

— Qué tal vez la gente de esta isla no tiene hijos. ¿Sabes? Es un destino turístico para solteros muy famoso en internet. — Señala Tina.

Elliot se fija a su alrededor disimuladamente. Hay poca gente cerca, sólo una mujer de morado con apariencia de estar en su plenitud, y al otro lado del parque, un grupo de hombres vestidos con ropa deportiva, aparentemente entrenando.

— Creo que algo pasa. — Dice Elliot acercándose a Tina ligeramente y susurrando.

— ¿Qué? — Pregunta Tina repitiendo el gesto.

— Secuestran a los niños. — Afirma la mujer de morado, ahora mucho más cerca de lo que estaba hace un momento, tomando a ambos por sorpresa. Ninguno de los dos puede reaccionar antes de que ella empiece su explicación. — Ésto es lo que sé: Cada noche, antes de la una, los niños oyen una canción que los mayores no podemos oír. Una que los atrae hacia Kinder Woods, no la Isla en la que estamos, si no el bosque homónimo, en el centro de la misma.

— ¿Y qué hay en ése bosque? — Pregunta Tina.

— Nadie lo sabe, porque nadie que haya entrado en ese bosque ha salido con vida.

— Disculpe, pero ¿Cuál es su nombre? — Pregunta Elliot.

— Me llaman Kathriel De Ignis, un gusto.

— Kathriel, un gusto para mí también. — Le estrecha la mano Elliot. — De poder ser me gustaría hablar con usted en otra ocasión, ahora me temo que debo retirarme. ¿Podría darme su dirección?

— Victory Park, 17 — Dice antes de darle la espalda y salir caminando sin más.

Uno de los hombres de antes se les acerca.

— Oye, yo no le haría caso si fuera tú. Esa mujer anda en cosas turbias. — El tipo habla con la voz ronca de un taxista neoyorquino con un grave problema de tabaquismo. — Le dicen de todo, pero su mayor apodo por aquí es "La viuda roja".

Otro de los atletas interrumpe su sesión de ejercicios y dice. — Le dicen así porque descuartizó vivo a su esposo. Pero escapó de prisión y su crimen ya prescribió.

— Entiendo, muchas gracias por su advertencia. — Elliot sonríe y se retira, seguido por Tina. Empiezan a seguir de cerca a Kathriel.

La siguen hasta una pizzería, momento en que la pierden totalmente de vista entre la multitud. Elliot recuerda la última vez que pidió una pizza y se queda pensando en lo deliciosa que es, mientras Tina lo mira. Una mujer uniformada se les acerca y le dirige la palabra a Elliot.

— Disculpe, señor, no lo había visto antes así que tendré que preguntarle su nombre.

— La rica pizza. — Dice Elliot pensando en voz alta en pizza antes de salir del trance. — Eeh ¿Qué dijo? Ah, mi nombre es... — Piensa que decir para que no quede extraño. — Capizza, Larry Capizza.

— Señor Capizza me temo que su nombre no está en mis registros. Tendrá que acompañarme, usted y su novia, a la comisaría.

Así que son llevados sin resistirse. En el trayecto pueden ver el bosque, y dan casi media vuelta a la zona urbana de la isla, lo cuál en la patrulla toma 4 horas. Suficiente para que se hagan una idea de la estructura general de la isla. En sí la misma está compuesta por tres anillos, el central delimita el bosque, el intermedio marca el límite de la ciudad con la playa, y el exterior es la línea de la costa.

Elliot no puede evitar notar que este coche patrulla en particular es un auto clásico, viejo, sí, aunque ha recibido cariño últimamente.

— Un Shelby Cobra. Excelente auto, yo le regalé uno así a un amigo mío. — Dice. Pero la mujer de uniforme no dice ni una palabra hasta que llegan a un lugar que definitivamente no es la comisaría. Parece más bien un pequeño puerto. Además del detalle de que no hay nadie en la calle o en las cercanías. Ambas cosas hacen que a Elliot le suenen todas las alarmas.

— Bajen del auto. — Ordena la oficial.

— ¿Por qué? Es un excelente auto. — Responde Elliot.

— Porque no tengo tiempo para ustedes. Se van a ir de la isla ahora.

Una rata pasa corriendo por la calle y la mujer se distrae al verla.

— Cómo decía, se van a... Ya no están.

Efectivamente, Elliot usó ese momento de distracción para poder abrir un portal a Little Lightwhere a los pies de él y Tina.

— ¿Y ahora qué hacemos? — Pregunta Tina.

— No estoy seguro de dónde podría ser un buen lugar para entrar, así que esperaremos a que sea de noche. Utilizaré espejos dimensionales para vigilar el borde del bosque. Si lo que dijo esa mujer es cierto, veremos al niño del globo y podremos salvarlo.

— Me parece un buen plan.


El Protectorado del MultiversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora