El Libro perdido

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Salimos de la escuela, aunque no con la misma seguridad que con la que habíamos entrado, ya que el lugar a cada segundo se ponía más desértico y silencioso. Desde luego aún se escuchaban voces a lo lejos. El polvo dorado sobre los árboles, los puestos, y todo lo demás, ya se habían quedado solo como una fina capa de arena gris mate apagado (Mis amigos y yo nos dedicamos a sacudirnos el que aún quedaba sobre nuestras cabezas y hombros, antes de salir de la escuela).

—Hay que tener cuidado a partir de ahora, así como está el ambiente, no tardaran en preguntarnos que estamos haciendo fuera de nuestras villas —Advirtió Helena con voz baja, me di cuenta de que miraba a un par de guardianes de La fuerza de Astrea a lo lejos, tan retirados que tuve que entrecerrar los ojos.

Caminamos hasta ocultarnos en unos árboles de grandes y oscuras copas. A la luz de las antorchas sería difícil vernos con facilidad, ya que el volumen de las flamas había bajado considerablemente.

—Debimos habernos decidido más rápido, en un momento donde aún hubiese la suficiente gente para pasar desapercibidos —Exclamo Bastiaan.

—Tienes razón, pero ya es demasiado tarde para ello, ahora hay que seguir así—Respondí.

Lo más probable era que los guardianes se quedaran hasta que ya no hubiese habitantes en el punto, pero lo que más me temía era de los guardianes de Escorpio, gente de la anciana Ursa, aquellos que había visto cuando la escoltaban, fueran los que pudiesen echar este plan abajo, pues tenía un raro presentimiento a juzgar por la actitud de la complicada mujer. Precisamente ahora que lo pensaba, no sabía que cada anciano podía tener sus propios guardianes, mi abuelo no lo hacía, estába completamente seguro que el resto de los ancianos tampoco, ¿Cuál era la razón de La líder de Escorpio para tener guardias personales?

—No sé si esto tenga algo que ver Mikhail, pero los guardianes parecen rondar más el lado al que se supone debemos ir, ¿O es acaso mi imaginación?

El plan era entrar a la sala privada del Trofeo del vellocino, pero había un pequeño problema, algo insignificante y sin importancia... que había comenzado la junta de ancianos. Y lo que me decía Helena no era imaginación suya, tenía sentido que los guardianes rondaran más ese territorio. Y era demasiado obvio, lo debí haber pensado mucho antes, ya que se habían llevado a mi abuelo delante de mis narices.

— ¡Demonios! Esto está más complicado de lo que pensé —Exclamo indignado Bastiaan.

—Shhh quieres bajar la voz... —Le chisto Helena. Mi amigo puso los ojos en blanco.

Los guardianes solían andar con cierto sigilo y calma, más sin embargo, sus sentidos de alerta eran engañosos, por lo que tendríamos que cuidar cada paso que dábamos.

—Acerquémonos un poco más —Sugerí. Uno a uno fuimos saliendo del escondite, había otro árbol parecido unos metros más adelante, el reto era llegar hasta él.

Primero fui yo, seguido de Helena, después Arion y por ultimo Bastiaan. Caminamos lo más sigilosamente posible,  la espalda baja pero sin mirar al suelo, es decir con la cabeza hacia abajo pero con los ojos escudriñando todo al nuestro alcance.

El gótico edifico, similar a la escuela, solo que más grande, ahora estaba unos pasos más cerca de nosotros, las antorchas encendidas a su alrededor lucían tenebrosas aunque ya no iluminaban únicamente de escarlata, ahora involucraban más colores.

— Ahora sí, ¿Cuál es el plan hasta aquí? —Pregunto Bastiaan. Arion chisto y Helena le regaño.

— ¡Bastiaan hablo enserio, baja la voz!

—Lo siento, pero ¿Qué hay que hacer?

Levante la mano en señal de espera. Mi intención visual estaba en las siluetas que podía distinguir más allá de los árboles.

STARVIA: El cruzado mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora