STARVIA: El cruzado mortal

Starvia

La profesora repetía lo mismo que venía escuchando yo desde que comenzaba a gatear. La misma historia del origen de mi hogar. Todos nos sabíamos aquel cuento de memoria, de hecho en ese preciso instante mi amigo Arion lo estaba recitando, moviendo únicamente los labios acorde a las palabras de Lady Sasha.

Lo bueno de todo esto, era que estaba a punto de graduarme por fin. Tenía diecisiete años y a esta edad era cuando comenzábamos a laborar aquí. No veía la hora en dejar de perder el tiempo escuchando la misma historia una y otra vez. Ahora por fin se me permitiría hacer algo de provecho para mi madre y mi abuelo.

A lo lejos escuche que alguien decía mi nombre. Caí en la cuenta de que me había quedado ido, solo podía ver una mancha purpura y lavanda con una línea amarilla en la parte superior, eran los colores de la vestimenta de la maestra, quien me daba la espalda y se enfocaba en borrar los rayones de tiza de la tabla marrón situada en la pared frontal. Pestañe lo más rápido posible para recuperar la vista, tomando deprisa mis cosas del pupitre.

—Ya voy —Grité a quien fuera que me había llamado, el aula estaba casi vacía en su totalidad. A excepción de Nereida, una compañera, quien terminaba de escribir en su cuaderno unos apuntes que sacaba de un grueso libro. Y Jasón quien se quitaba su chaqueta de color marrón y la dejaba colgada en la silla antes de dejar el salón justo detrás de mí. Salí tan pronto como pude apresurarme y mire a mi trio de amigos esperando al borde de un pequeño invernadero en el interior del edificio que servía de escuela.
—Te has quedado dormido colega —Exclamó entre risitas Arion, cuando por fin me acercaba a ellos.

Voltee los ojos, aun con el sueño cargado y ganando terreno sobre mis parpados.

—Vayamos a El huevo del Cisne, tengo hambre. —Mi amiga Helena se veía claramente con la paciencia agotada por esperarme unos segundos más, y si, tal vez porque ella también tenía hambre, mi estómago comenzaba a rugir, así que no lo discutí.

El colegio estaba prácticamente sin protección alguna, es decir, algo que lo dividiera de lo demás, pues se trataba únicamente de un edificio en color oscuro, un poco gótico, alrededor no había más que árboles, bancas, y algunos negocios pequeños salteados por el campo.

Caminamos en dirección al sur, justo donde el mercado se ubicaba.

—Tanto te ha afectado la historia del origen, que te quedas dormido al instante — Exclamo Bastiaan quien me pisaba los talones.

Lo pensé un par de segundos.

—No puedo negar eso, estoy harto de escuchar las mismas palabras una y otra vez. —Sabía que era una exageración, aunque sí que había algo de verdad en ello, solo un poco.

—No te equivoques amigo —Tercio Arion un poco serio —La verdad es que no es lo único que hemos aprendido en estos años, ha habido otras cosas.

Mire a mí alrededor, conforme caminábamos, más y más puestos iban apareciendo en el camino, llegamos al punto de esquivarlos y hacer fila india. Por fortuna no había tanta gente como en otras ocasiones, sería la hora, pues era temprano por la mañana. Nos apretujamos en un pequeño puesto donde nos atendió una amable anciana de prendas en color blanco. Muy sonriente y de ojos brillosos. Tomo nuestros nombres y enseguida nos sirvió nuestra comida. Una ensalada a base de verduras con puré de papa y una bebida de agua fresca sabor coco.

Volví nuevamente los ojos hacia el rostro de Arion, quien inexpresivamente me seguía observando.

—Sí, tienes razón, tal vez, pero no negaras que la historia del origen se ha vuelto un tanto estresante, es decir, no hay día que no la escuchemos...

—...Pero Mikhail, tú mismo lo has dicho —Me interrumpió Helena —Tu abuelo...

—Dice que es fundamental sabérnosla — Fue mi turno de interrumpirle pues sabía exactamente lo que diría, tal vez fue un poco grosero de mi parte pero ¿A quién no le ha sucedido? nos gusta actuar tan pronto sabemos, adivinamos o creemos lo que va a suceder — Sé lo que he dicho y justo por ello es que opino que ya es tediosa.