El punto en su máximo punto

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Lady Sasha impartía la clase, hoy su humor era extrañamente raro, ¿Por qué? Bueno, no era difícil de deducir, todo lo que nos decía era sobre la calma, la seguridad que teníamos en el pueblo, la sabiduría de los ancianos, cuanto debíamos aprender de ellos, y cuan afortunados éramos de estar en armonía. Si me lo preguntas estos temas jamás los había tocado, parecía más una clase de relajación y meditación que de Él universo, si mi sueño no fuera tan fuerte y no me tuviera que obligar a mantener los ojos bien abiertos, su comportamiento me daría risa, porque nos hablaba de los ya mencionados temas pero al final su actuación terminaba en una débil y forzada sonrisa, como si ni ella misma creyeran en las palabras que salían de su boca. ¿A que iba con todo esto? Al suceso de la noche anterior, a la extraña explosión de brillo que había invadido todo el pueblo. Era evidente que se le había asignado esa tarea, talvez por el director de la escuela, o por algún miembro de La primera Mano, aunque el director también era miembro de dicha organización, daba igual, creo que si quieres liberar tensión y preocupación de una persona, (o de un grupo de 40 estudiantes) lo ideal sería que empezaras por ti mismo a relajarte, y eso le faltaba a la maestra. No la culpaba, el destello de la noche anterior nos había tomado a todos desprevenidos.

Tenía mi cabeza recostada sobre la paleta del banco, pero me obligaba a mí mismo a mantenerla en alto por más difícil que me resultara.

A mis compañeros y amigos parecía haberles afectado de la misma manera pues algunos mostraban ojos rojizos y cabellos no muy peinados, sobre todo a Bastiaan, quien parecía que una cabra le había pasado la lengua por la parte trasera de su cabellera.

Como si hubiese sentido que le miraba y me estaba aguantando la risa, el joven se volteo a mí y susurro: —Lady Sasha debe hablar ya del tema directamente, se le da fatal las indirectas. Luce más nerviosa que el día que Helena le regalo ese intento de tarta de manzana.

Mi amiga escucho aquel comentario y las inevitables risitas mías y de Arion, lo que ocasiono que fulminara con la mirada a nuestro colega.

—Era su cumpleaños, avergonzados deberían de estar ustedes de que siquiera se acordaron. —Se defendió entre murmullos.

Asentí aun con la risa ocasionada y enderece mi cuerpo sobre el banco, tenía que estar despierto, no podía quedarme dormido, eso sí sería grosero de mi parte, y también quería evitar burlas de mis compañeros.

Arion me chisto a mi izquierda.

—Amigo, ¿Tu abuelo te dijo algo sobre lo que paso anoche?

Me encogí de hombros.

Estuve a punto de decir que yo no había mirado a mi abuelo desde días atrás, pero la verdad es que la noche anterior cuando lo acompañe a su reunión, todos los ancianos me habían visto allí, por lo que mentir de esa manera me sería muy arriesgado. Eso sin mencionar a la gente que se hallaba a las afueras de las villas justo en esos momentos.

—No me comento nada al respecto, pero creo que si lo hace, no lo hará solo conmigo, creo que toda Starvia se dará cuenta. —Fue una manera de decir acerca de que todos los ancianos tenían que informar en sus respectivas villas la conclusión a la que se había llegado por el momento.

—Bueno tienes razón, todos tenemos derecho a saber —Murmuro por última vez.

Lady Sasha nos dio la libertad de salir a desayunar unos minutos más temprano. Sin duda alguna ella era quien no soportaba la tensión que se guardaba en el aula con respecto al mismo tema que se hacía tendencia ese día.

El pueblo, aun en pleno día se miraba trastornado, la poca gente que iba y venía lucía tensa, cada persona sumida en su temor e incomodidad. Las nubes en el pueblo aparecían de manera muy escasa, aquel era uno de esos días, en los que la luz dorada del sol se ausentaba, solo para dejar una iluminación blanca y débil que parecía cumplir el objetivo de darnos un día más por mera obligación.

STARVIA: El cruzado mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora