XVII

11 2 0
                                    

He llegado a la conclusión que nadie me detesta más como yo misma. Lo he analizado muy cuidadosamente y la verdad es que me odio desde hace años y no me había dado cuenta.

Ver mi reflejo en el espejo es una de las cosas más asquerosas que hay. En mi mente solo pueden estar los gritos de esas personas diciéndome que soy horrible, que moriré virgen, que es mejor que esté muerta.  

No puedo soportar ser yo. Es muy doloroso. ¿Es tonto? Puede que lo sea, pero te juro que no se siente nada bien.

No sé nada de pastillas ni alcohol. Pensé aquel día que tal vez tomando unas cuantas pastillas y tomando un poco de ese ron que tenía mi madre escondido en su habitación, iba a dejar de existir. Error. Solo dormí más de la cuenta por unos cuantos días. 

Ver mi cabello tan corto frente al espejo, y todo el resto bajo mis pies, me ha hecho pensar que quizás el verme así me ayude al menos un ápice contra mi propio repudio.

Sé que detestan verme pasar por los pasillos de la escuela. Sé que me detestan más por no ser lo que ellos quieren.

Y aquí va mi punto: una de las cosas que descubrí fue lo siguiente: he pasado toda mi vida siendo lo que ellos, niños tontos, quieren. Y no soy lo que yo quiero ser. Y el peor dilema es que no sé qué es lo que quiero ser.

Resulta tan agotador estar esclavizado a llenar las expectativas de otros. Ser lo que hasta tu madre espera. Pero siento que estoy perdiendo algo en ese intento circundante. ¿Cuánto cuesta ese sacrificio?

Mi hermana ni existe en mi vida. Mi padre ni debe acordarse que existo. Matt debe de estar preocupado por no poder tener sexo con mi madre con la debida privacidad. Mis amigas están cansadas de escucharme. Aquel Dios que se supone que se debe sentir cerca está cada vez más lejos, en una escalinata que no logro llegar. ¿Y qué tengo? Mera mierda. 

Desconozco lo que es ser una adolescente normal. Siempre ocurre algo que es más importante o es demasiado inapropiado para salir con chicos de mi edad. Todo es incorrecto. Los deberes, mi hermano menor, la limpieza de un puta casa es más interesante y no corro peligro de volverme una mala niña. Los demás son la escoria. Los demás pueden contagiarme malas costumbres como si de un virus se tratara. Y me pregunto ¿por qué mi madre se afana tanto en que el mundo me contamine cuando tal vez estoy contaminada desde años atrás? ¿Puedo ser yo la portadora? ¿Estoy mejor protegida en la burbuja que me asfixia cada vez más? Tal vez no sea tan desagradable morir ahogada. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 28, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Lo que ocultan algunos ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora