A poca distancia de Longbourn vivía una familia con la que los Bennet tenían especial amistad. Sir William Lucas había tenido con anterioridad negocios en Meryton, donde había hecho una regular fortuna y se había elevado a la categoría de caballero por petición al rey durante su alcaldía. Esta distinción se le había subido un poco a la cabeza y empezó a no soportar tener que dedicarse a los negocios y vivir en una pequeña ciudad comercial; así que dejando ambos se mudó con su familia a una casa a una milla de Meryton, denominada desde entonces Lucas Lodge, donde pudo dedicarse a pensar con placer en su propia importancia, y desvinculado de sus negocios, ocuparse solamente de ser amable con todo el mundo. Porque aunque estaba orgulloso de su rango, no se había vuelto engreído; por el contrario, era todo atenciones para con todo el mundo. De naturaleza inofensivo, sociable y servicial, su presentación en St. James le había hecho además, cortés.
La señora Lucas era una buena mujer aunque no lo bastante inteligente para que la señora Bennet la considerase una vecina valiosa. Tenían varios hijos. La mayor, una joven inteligente y sensata de unos veinte años, era la amiga íntima de Elizabeth.
Que las Lucas y las Bennet se reuniesen para charlar después de un baile, era algo absolutamente necesario, y la mañana después de la fiesta, las Lucas fueron a Longbourn para cambiar impresiones.
--Tú empezaste bien la noche, Charlotte --dijo la señora Bennet fingiendo toda amabilidad posible hacia la señorita Lucas--. Fuiste la primera que eligió el señor Bingley.
--Sí, pero pareció gustarle más la segunda.
--¡Oh! Te refieres a Jane, supongo, porque bailó con ella dos veces. Sí, parece que le gustó; sí, creo que sí. Oí algo, no sé, algo sobre el señor Robinson.
--Quizá se refiera a lo que oí entre él y el señor Robinson, ¿no se lo he contado? El señor Robinson le preguntó si le gustaban las fiestas de Meryton, si no creía que había muchachas muy hermosas en el salón y cuál le parecía la más bonita de todas. Su respuesta a esta última pregunta fue inmediata: «La mayor de las Bennet, sin duda. No puede haber más que una opinión sobre ese particular.»
--¡No me digas! Parece decidido a... Es como si... Pero, en fin, todo puede acabar en nada.
--Lo que yo oí fue mejor que lo que oíste tú, ¿verdad, Elizabeth? --dijo Charlotte--. Merece más la pena oír al señor Bingley que al señor Darcy, ¿no crees? ¡Pobre Eliza! Decir sólo: «No está mal. »
--Te suplico que no le metas en la cabeza a Lizzy que se disguste por Darcy. Es un hombre tan desagradable que la desgracia sería gustarle. La señora Long me dijo que había estado sentado a su lado y que no había despegado los labios.
--¿Estás segura, mamá? ¿No te equivocas? Yo vi al señor Darcy hablar con ella.
--Sí, claro; porque ella al final le preguntó si le gustaba Netherfield, y él no tuvo más remedio que contestar; pero la señora Long dijo que a él no le hizo ninguna gracia que le dirigiese la palabra.
--La señorita Bingley me dijo --comentó Jane que él no solía hablar mucho, a no ser con sus amigos íntimos. Con ellos es increíblemente agradable.
--No me creo una palabra, querida. Si fuese tan agradable habría hablado con la señora Long. Pero ya me imagino qué pasó. Todo el mundo dice que el orgullo no le cabe en el cuerpo, y apostaría a que oyó que la señora Long no tiene coche y que fue al baile en uno de alquiler.
--A mí no me importa que no haya hablado con la señora Long --dijo la señorita Lucas--, pero desearía que hubiese bailado con Eliza.
--Yo que tú, Lizzy --agregó la madre--, no bailaría con él nunca más. --Creo, mamá, que puedo prometerte que nunca bailaré con él.
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Orgullo Y Prejuicio Jane Austen
RomantizmLibro de dominio público para personas que les gusten las novelas clásicas. Orgullo y prejuicio es la obra maestra de la escritora inglesa Jane Austen, cuyo trasfondo es la vida de la burguesía inglesa de comienzos de siglo XIX. La novela muestra có...