Último año de secundaria, estaba a solo unos meses de dejar esa cansada rutina atrás, sólo tenía que aguantar un poco más, sólo unas cuantas semanas y podría presentar su examen para la universidad y, con algo de suerte, mudarse.
Pasó su tarjeta y las pequeñas puertas le dieron paso a la estación, bajó las escaleras y caminó un par de metros más, se detuvo, acomodó su mochila y dio un vistazo rápido a la pantalla más cercana para ver cuánto tardaría el próximo tren, su mirada chocó con la de un hombre demasiado alto, lo ignoró y una vez que vio los pequeños números marcar tres minutos volvió a girarse para observar las vías del tren, una mujer en silla de ruedas se acomodó a su lado, por lo que prefirió alejarse un par de pasos, buscó de nuevo la pantalla y de nuevo sus ojos se toparon con los que aquel hombre, frunció muy ligeramente el ceño y sin presentar atención a los números en la pantalla se alejó de la mujer en silla de ruedas, iba a ser un lío estar tan cerca de ella, y prefería evitarse molestias como tener que pedir permiso a la hora de bajar.
Tenía memorizados los lugares donde quedaba cada puerta del tren, por lo que dejó dos puerta de distancia. Miró su reloj y buscó de nuevo la pantalla, topando por tercera vez con la fija mirada, de ojos irritados, del extraño adulto. Su corazón se saltó un latido, porque estaba seguro de que aquel hombre no debería estar tan cerca si él se había alejado, acomodó sus lentes cuando escuchó el familiar sonido del tren acercarse y en cuanto éste entró en la estación las personas, previamente dispersas, empezaron a acercarse, por lo que solo para sentirse un poco más seguro se encaminó más hacia el fondo de la estación mientras el tren detenía su recorrido, las puertas abrieron pero él caminó un poco más y se metió en el penúltimo vagón, se detuvo frente a la puerta del otro lado y puso su mano en la barandilla para no perder el equilibrio una vez que el vehículo se pusiera en marcha, pasó su mirada por los asientos y cuando las puertas empezaron a cerrar, sus ojos se dirigieron a la puerta que estaba antes de la que él usó para entrar y ahí estaba el hombre, observándolo con demasiada obviedad.
Y fue justo el momento en el que empezó a entrar en pánico.
¿Lo estaba siguiendo a él? Miró a su alrededor y no vio a nadie de los que estaban al inicio de la estación, él se había alejado bastante, ese hombre no debería estar ahí.
Se puso recto, mirando fijamente la puerta frente a él, tratando de calmar sus crecientes nervios. Llevó su mirada al lado contrario de donde se encontraba el hombre, a la unión que daba paso al último vagón y con un poco de duda, se empezó a mover, con cuidado, pero siendo traicionado por sus nervios, tropezó con el relieve de la unión, que se movía en demasía, y estuvo a punto de caer, pero se sostuvo de una barra y pasó al otro lado, donde el suelo ya era estable, había llamado un poco la atención, por lo que con la cabeza ligeramente inclinada se acercó a una de las puertas, una vez estuvo cerca de una, donde se encontraba un chico vestido de negro, cubriendo su cabello con una gorra del mismo color y unos lentes sobre ésta, miró despacio hacia el camino que había recorrido y vio al hombre cruzando la unión de ambos vagones, su respiración se pausó, sus manos empezaron a sudar, haciendo que la que sostenía el tubo se deslizara despacio, sus ojos empezaron a empañarse y moverse nerviosos por el resto del espacio, le faltaban un par de estaciones para bajar, pero ¿Y si también lo seguía fuera de la estación? ¿Qué iba a hacer entonces? ¿Por qué lo estaba siguiendo en primer lugar?
Su respiración se hizo más pesada y el picor en las palmas de sus manos se hacía más intenso, fijó sus ojos en la camisa oscura del hombre frente a él y se quedó completamente quieto y tenso, observando con demasiada intensidad los pálidos brazos al descubierto, que sostenían entre sus delegados y blanquecinos dedos un teléfono móvil.El tren se detuvo, y mientras unas personas salían y otras entraban, él se mantuvo en su lugar, apenas respirando, sin apartar la vista de la tela negra y la nívea piel frente a él. El tren retomó su curso, y cuando pasó una curva que casi lo hace caer, reaccionó de inmediato, miró hacia donde había visto al hombre pero ya no estaba ahí, en su lugar, se encontraba a menos de un metro y medio de él, volvió su cabeza al frente con brusquedad y se soltó de la baranda, y dando pasos largos y rápidos se fue hasta la última puerta del tren.
Llegó la otra parada, y él delgado chico no se encontró con el coraje para mirar una vez más hacia atrás, en su lugar, se mantuvo completamente tenso en un mismo punto, siendo balanceado por los movimientos del vehículo y en cuánto llegó a su parada y las puertas se abrieron lo suficiente, saltó fuera de vagón y a zancadas caminó hasta la salida de la estación, en su camino a la salida vio los ventanales y sus ojos lograron capar una figura alta que resaltaba de entre las demás.
Cruzó el puesto de control y salió a la calle, tenía que caminar 15 minutos hasta su escuela, y el recorrido no solía ser muy transitado a esa hora.
Tragó fuerte y, con el corazón martillando en su cuello y oídos, cruzó la calle.