PRÓLOGO.
Sinceramente, a veces me siento tan sola que siento que mi propia sombra camina sin mí, ahí. Cerca. Burlándose de mí y mi control, de mi autodominio, de mi autosuficiencia. Creo que si consigo volver ahora a mi cuerpo, o tan solo a mi mente por encima del dolor, vomitaré el universo y todos los malditos exámenes de aptitud, los cables, los zumbidos y las quemaduras. Voy a vomitar todos mis principios, no, mejor dicho los suyos. De mí ya no me queda nada que no sea ese pinchazo y el frío que me produce la aguja de metal abriéndose paso en mí.
Debe ser la anestesia, pienso, quieren que olvide el dolor. Pero no puedo olvidar lo único que me sostiene y siento en este preciso instante. No puedo abandonarme, no al menos de esta manera. Me quedan pocas ganas y pocas fuerzas, es cierto. Pero a mis diecisiete intensos años llenos de intentos, tiene que quedarme algo más. Tiene que haber algún tipo de felicidad allá a afuera, cruel conmigo, escapándome de las manos a cada paso. Tiene que haber algo diferente a la tristeza que aún no me ha tocado los poros. Necesito descubrirlo, no puedo quedarme sin pasión.
Sin embargo es por eso por lo que me han puesto en esta fría camilla, me he quedado sin pasión. Es como volver a disfrutar de los veranos con Kevin, lanzándonos al agua que ha permanecido helada todo el año. Solo que él no está, y o yo sí, estoy aquí, me han lanzado hasta el fondo y siento como cuchillas el frío impactando burbujear sobre mi piel. La camilla se mueve en un túnel temporal, están intentando inútilmente salvarme, son tan ingenuos como yo. Debería estar repasando toda mi vida, solo por si me espera algo detrás del velo, no debería sentirme después mal por culpa de la conciencia. Pero mientras me abren paso por aquel pasillo de mármol hacia quirófano no me queda nada que repasar, tengo miedo pero ya no siento nada.
Miro hacia arriba y veo los fusibles, están haciendo para mi un espectáculo de ondas salvajes. Los destellos decoran el techo hasta que llego a aquel lugar impregnado de químicos. Cuando lo veo todo tan negro tengo frío. La doctora cierra las puertas de la sala, he estado aquí muchas veces antes, pero jamás lo he visto todo tan difuminado, tan fino. Todo el equipo médico está empañado por espejismo de agua del verano.
-Necesito rápido más anestesia. Si tocamos esos brazos a carne viva se doblará en dos del dolor.-oigo a la doctora.
-Enseguida se la aplico.
Control, dominar completamente tus sentimientos, extinguirlos.
-¿El instrumental está preparado?
-Todo a punto.
Respirar profundo, con la mente sujetar la emoción, quebrarla.
-Entonces comencemos señores.
Ahí está, siento el primer corte a pesar de que dicen haberme suministrado la anestesia. Me arrancan la piel y lo siento en silencio, sin sentir como me arqueo y me intentan sujetar. No se parece en nada a correr descalza por la hierba fresca sin aire, jadeante entre las risas. No se parece en nada a lanzarme al lago helado en verano y sentir el frío besarme cada articulación. Esto es diferente. Es más vacío. Es asfixiante. Todo es mentira, hasta los libros. Todo lo que el universo pueda hacerte sentir es irrelevante si el precio es sentir esto. Tengo miedo, estoy recordando mi vida. Creo que voy a morir y si no olvido, realmente moriré.
-Nelly- susurra bajito. Me giro hacia la habitación, llevo horas delante del muro esculpiendo antes de darme cuenta de que se ha despertado.
-¿Si?
-¿Estás llorando?
-Perdona.-digo palpándome la mejilla húmeda. No recuerdo haber empezado a llorar.

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Carpe Diem
Bilim KurguVivo en un mundo sacado de un comic malo, ya sabes... De esos que antes la gente publicaba y leía por fascículos en los periódicos. No sé que clase de persona podía leer tal basura, pero nosotros no hemos podido elegir nacer en este sistema. Quiero...