Capitulo 9 - Atadura a lo Alto

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   Ubicación: Desconocida.

   Hora: Desconocida.

   Calma. Paz. Tranquilidad.

   Era lo que se sentía en aquel lugar, a pesar de todo estar a oscuras, Alejandro podía sentirse completamente cómodo. Era su lugar feliz.

   Vio como su padre salía al jardín en donde él estaba sentado, mientras jugaba con unos soldaditos verdes que le habían comprado. Cuando su padre se le acercó no evitó la emoción, ¡iba a jugar con él! ¿Hacía cuanto que no pasaban tiempo como padre e hijo?

   El pequeño Alejandro se levantó rápidamente para pasarle unos soldados a su padre. Quien los recibió sin ninguna expresión facial. Pero eso no le llamó la atención al menor, lo que sí lo hizo fue el ver como su viejo padre se metía en el juego con él; haciendo voces y efectos de explosiones junto al más pequeño.

   Su padre nunca jugaba con él.

   Una emoción se propagó por el cuerpo de Alejandro, pero nuevamente vino la mala sensación. Cuando su padre le dijo "Debo hablar algo contigo, hijo".

   Entonces una vez más se vio en aquella situación, momento en el que su padre le comunicaba que debía salir a una reunión de ventas fuera del país. Pero ese no era el problema, era el país donde iba, uno de los más violentos y lleno de atentados. Lo que dejó helado al menor. A pesar de tener nueve años, él sabía lo que significaba aquel viaje y lo que podía provocar en su vida como la conocían.

   Pero antes de decir adiós, pudo ver como el grupo de personas entraba al lugar. “Los de traje”, así le conocía él. Su mente de niño, aunque muy desarrollada para su edad, no podía distinguir a ese grupo como otro nombre que no fuera ese. Y sabía por qué estaban ahí. El entrenamiento que le dio su padre en ese caso hizo efecto de inmediato.

   Alejandro corrió en dirección contraría mientras estos seguían entrando, todos vestidos de traje negro y camisa blanca. El menor sin mirar atrás, con lagrimas en sus ojos por el miedo, corrió y hasta entrar a la casa por una de las ventanas. Una vez dentro miró por la ventana antes de meterse detrás del librero, como debía hacerlo.

   Observó detalladamente como su padre era rodeado por esos hombres. Era la quinta vez en su vida que observaba aquello. Y como siempre, su padre agachó la cabeza y les siguió sin poner una queja. Alejandro sabía que nada le pasaría a su padre, pues ya lo había vivido, pero el miedo no se lo quitaba nadie. Nadie le quitaba aquel susto, aquel temor, aquel momento en su mente que quedó grabado. Hombres con armas en las manos, llevándose a su padre.

   Un temblor le hizo saltar y recordar que debía esconderse. Pero eso no sucedió como debía. Al voltearse vio como aquel estantes de libros se tambaleaba amenazante. No podía moverse.

-¡Enano! -un gritó le alertó. Miró a su derecha y le vio. Un hombre extraño pero a la vez muy conocido, con una voz que odiaba pero significaba completa seguridad para él.

-¡Enano! -repitió el hombre de rasgos un poco chinos, pero no era chino. Le parecía demasiado conocido, aunque sabía que jamás le había visto en su vida.

-¡Enano despierta! -el tambaleo del mueble incrementó y sintió como todo el suelo se movió de repente. Esa voz. Era demasiado conocida.

-¡Despierta! -gritó una vez más a todo lo que le daba el pulmón. Lo que provocó que el mueble cediera encima de él. Su cuerpo no se pudo mover para escapar. Gracias a ese grito todo se derrumbó sobre él. Y lo único que pudo sentir y hacer algo hacia ese hombre, lo detestó.

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