Algún Lugar de Galicia, España
7:00 a.m.
Alejandro abrió sus ojos sintiendo el brillo de sol entrar por la ventana, una queja salió de sus labios. Había soñado con que estaba en su gran mansión, disfrutando del agua de su piscina y de un buen trago, sin preocuparse de nada más que de cómo no quemarse su blanca piel con el cálido y fuerte sol. Pero volvió a la realidad cuando despertó, pues estaba dentro de una horrenda cabaña, llena de telarañas, la cual estaba en medio del bosque y sin ninguna señal de civilización lujosa.
Se levantó y su espalda crujió por culpa de dormir sobre un saco en la dura madera de la choza. Hizo otro sonido de queja, aún seguía con la misma ropa y se sentía muy sucio.
Se forzó a dar una mirada a la silla donde estaba su guardián, solo para notar que este no se encontraba.
"Genial, seguro me ha dejado solo en medio del bosque para que muera comido por un lobo", se quejó en su mente mientras se ponía en pie dispuesto a salir. "¿Hay lobos en España?", se preguntó a sí mismo, anotando mentalmente buscar luego en internet.
Caminó a la puerta para lograr salir, esquivando una araña que estaba posada en la pared.
La luz de sol le llegó de lleno y la sintió muy acogedora. Fue que le vio, el mismo brillo de sol le llegaba a Guillermo suavemente, quien estaba junto al río, quién sabe qué estaba haciendo, pero la luz se posaba en él de una forma que Alejandro jamás había visto. Como si fuera un ángel frente a él. Por un momento el joven Alejandro se sonrojó... pero todo pasó cuando el soldado abrió su boca.
-Eh, enano, ¿quiere el desayuno en la cama también?- se burló el hombre mientras caminaba con su cuchillo en mano y algo en este, dirigiéndose a una pequeña fogata en el suelo.
-Me llamo Alejandro, maldito hijo de puta.- le insultó en silencio y se le acercó. Observó unas extrañas cosas que llevaba el soldado clavadas en cuchillo, las identificó de inmediato.
-¿Qué llevas ahí?- preguntó Alejandro.
-El desayuno, hoy tenemos crustáceo, su majestad.- molestó Guillermo con sarcasmo, mientras se agachaba y colocaba los cangrejos, que tenía en su cuchillo, en la hoguera. Sobre unas barillas que estaba utilizando para quemar a los cangrejos.
-¿Dónde sacaste esos cangrejos?- consultó la Alejandro.
-Los pedí en entrega a domicilio- Alejandro giró sus ojos tratando de no golpearle, pues sabía perfectamente que eso no terminaría de la mejor manera... para Alejandro -. Pues claro que en el río.
-Ajá.- Alejandro se cruzó de brazos y nada más le observó cocinar los cangrejos.
Pasaron unos minutos y Guillermo levantó uno de los crustáceos.
-Este está listo, come que hoy caminaremos mucho.- se lo pasó a Alajandro, insertado en un palo. Quien lo recibió con una clara muestra de asco.
-Eh...- iba a agradecer sarcásticamente, pero decidió tragarse sus palabras.
-Si su majestad no gusta del manjar que nos da el río, la obligaré a comer yo.- Guillermo estaba comiendo él de un cangrejo. Alejandro observaba con asco como mascaba partes blancas del crustáceo, lo que era la carne comestible. Casi vomitando la nada que tenía en su estomago.
-Ogh...- se puso una mano en la boca al mirar como comía el otro.
-No vomites, te sentirás más débil de lo que ya estás- Alejandro estuvo a punto de preguntarle por qué se preocupaba por él, pero no lo logró cuando se vio interrumpido con la respuesta -. Porque no te cargaré si te desmayas, te dejaré en medio del bosque simplemente.
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Guardián
FanficLa vida cambia repentinamente, para bien o para mal. Pero cambia. Alejandro jamás creyó quedar involucrado entre un conflicto de guerra y trafico de armas. Pero cuando es el principal objetivo de una organización, deberá escapar para salvarse. Pero...