Guardián

Capitulo 10 - Agradecimiento

Ubicación: Desconocida.

   Hora: Desconocida.

   Alejandro respiró profundo y cerró sus ojos para ganar algo de valor. Apretó bien la silla entre sus manos, mientras que Guillermo estaba sosteniendo una tubería que había sacado de la misma habitación en la que se encontraban. El vapor salía por ella, pero no le importaba si le hacía algo al avión; se irían en cuanto tuvieran la Bane.

-¿Listo? -preguntó Guillermo mientras ponía una mano en la perilla.

-No. -negó Alejandro.

-Solo recuerda darle con todo. -trató de asentir sin tener éxito alguno. Pero el soldado se dio cuenta de que confirmaba.

-Vamos.

   Lentamente Guillermo abrió la puerta, volviendo ambos a observar al par de soldados que estaban parados de espalda vigilando la puerta de la habitación. Guillermo le apuntó a Alejandro al soldado que estaba parado a su lado, él asintió y se posicionaron detrás de ambos. Entonces contabilizó con los dedos.

   1, 2, 3.

   Y en un movimiento no letal, pero sí de gran fuerza, ambos dieron contra la cabeza de los soldados. Con el tubo y con la silla, la última se partió a la mitad de lo fuerte del golpe.

-Oh, oh. -soltó Alejandro cuando vio al soldado caer al suelo inconsciente. Mientras que el otro estaba en las mismas condiciones.

-Bien, ahora vamos a buscar dónde está la batería. -El soldado le quitó el arma a uno de los que estaba desmayado, y ambos comenzaron a movilizarse a través de la habitación. En ella pudieron encontrar algunos muebles y una mesa en el centro. Era parecido a una sala de reuniones, solo que no habían sillas alrededor de la mesa central.

   Abrieron los cajones e inspeccionaron por todos lados. Nada.

-No está aquí. -dijo Alejandro mientras cerraba uno de los cajones.

-Pero encontré esto. -Guillermo volteó y le mostró un bolso de gran tamaño de color gris.

-Eso es…

-Un paracaídas -el soldado lo dejó sobre la mesa-. Iré a buscar la batería, si no logro obtenerla, saltas.

-Pero…

-Dije que saltas -ordenó Guillermo poniéndose serio de inmediato, eran ordenes, no estaba dispuesto a discutirlas-. Haré lo que sea necesario para destruir esa cosa. Si no logro llevármela la destruyo como sea. Y tú saltas del avión. -le apuntó con el dedo.

-No puedes destruirla así de simple. -trató de explicar el menor.

-Entonces haré que el avión se estrellé conmigo y ella dentro. Pero esa batería no quedará en manos de ellos.

-Guillermo -subió considerablemente la voz Alejandro-, no dejaré que te mates con la batería. Además así no se destruirá -él no iba a obedecer ordenes otra vez-. Y no saltaré sin ti. -finalizó la conversación cruzándose de brazos.

-¿Por qué jamás me obedeces? -cuestionó Guillermo, adaptando esa pregunta a una forma más casual y hasta bromeando. Lo que jamás había visto Alejandro, desde que le conocía el único humor que había utilizado con él era el sarcasmo y la ironía.

-¿Por qué debería hacerlo ahora?, jamás lo he hecho antes -Alejandro sonrió levemente-. Además no sé usar un paracaídas. -soltó una suave risa y caminó a la puerta que daba al pasillo.