Capítulo 1: Los felinos pelean por una buena cena

294 49 113
                                    

     Ser un mestizo nunca ha sido mi decisión. No lo aceptaría y mucho menos después de saber los peligros que acarrearía.

     Me desperté lleno de energía. Ya casi acaban las clases y con mucha dificultad había logrado pasar de año, casi. Era difícil ser un buen estudiante cuando eres diagnosticado con un trastorno por déficit de atención con hiperactividad, dislexia y esquizofrenia. Sí, era un desastre total. Todas las mañanas debía toar mis medicamentos para evitar tener alucinaciones, impulsos agresivos, ansiedad, pérdida de memoria, muchas cosas más. Una escuela secundaria de Nueva York había aceptado todos sus defectos y para convertirlos en virtudes: Escuela Secundaria Goode. Lo que más me motivaba de esa escuela era que muchos chicos con mis defectos se han logrado graduar e ir a la universidad.

     La esquizofrenia era algo reciente en mi vida. Llevaba dos meses de ser diagnosticado y todo porque una noche una mujer con un cabello castaño y unos hermosos ojos marrones entró a mi cuarto y me dijo que yo era una abominación. Nombró a alguien llamado Teseo y luego tocó mi cabeza. Desde esa noche comencé a oír voces y ver sombras por todos lados, como si algo me estuviera persiguiendo en la oscuridad. Perdía el sentido de la realidad y era cada vez más agresivo, pero mi madre me llevó lo más pronto posible al médico y me diagnosticaron esquizofrenia en etapa pre-psicótica. Mi vida era un desastre.

     Mi madre entró para asegurarse que ya me había levantado. Ella era todo lo que tenía en mi vida. Mi padre nunca se responsabilizó por mí. Mi madre dice que él era un viajero, duraron tres meses juntos antes de partir para siempre, y en alguna noche de esos tres meses fui concebido. Ella escapó de su país y de una terrible crisis económica, llegó a los Estados Unidos en busca de mi padre, pero nunca lo halló. Pero a pesar de todo lo que habíamos pasado juntos, éramos felices porque nos teníamos el uno al otro.

     —Vamos, Max —dijo con su dulce voz al entrar en mi habitación—. Debo llegar temprano al trabajo, creo que me ganaré el ascenso que tanto necesitamos —me miró sorprendida y colocó los brazos como jarra—. ¿Por qué aún no te levantas?

     Mi madre era una mujer estudiada. En Venezuela se había graduado de administración de negocios internacionales, o algo parecido. Llevaba tres años en su trabajo y por fin habían tenido en cuenta uno de sus consejo administrativo y le ofrecieron un mejor puesto. Todo eso era perfecto, porque quería estudiar en artes dramáticas para ser el mejor actor de Broadway, siempre he tenido una debilidad sorprendente por el teatro.

     —Ayer me acosté muy tarde haciendo video llamada con Estelle y Dibond —le expliqué a mi madre mientras me quitaba las cobijas de encima y me colocaba en pie—. Quisieron ayudarme para poder entregar el trabajo de matemáticas. Espero una buena nota, así no tendré que ir a clases de verano. Y podré ir al campamento que Dibond me invitó.

     —Aún no estoy segura de dejarte ir a ese campamento —comencé a quejarme pero mi madre me hizo callar—. Busqué en internet y no conseguí ningún campamento en Long Island.

     —Madre —respiré profundo—, te dije que era con la familia de Dibond, que les gusta acampar cerca de esa zona.

     —Tampoco conozco a los padres de Dibond —me miró con seriedad mientras yo le rogaba con la mirada—. Dile a Dibond que quiero hablar con sus padres y puede ser que te deje ir —salté de la emoción y la abracé—. Sí, sí, está bien, cariño. Ahora vístete y ven a la cocina a desayunar. No olvides tus medicamentos.

     Poco tiempo después estaba en la cocina del apartamento disfrutando de un desayuno estupendo. Mi madre me explicaba que hoy no podía recogerme a la escuela, que si podía decirle a Dibond que me acompañara para no andar solo por las calles de Nueva York. Ella casi nunca podía buscarme, así que era muy normal que no pudiera, pero no la juzgo era un mujer latina y madre soltera en Nueva York que trabajaba duro para poder darle a su hijo defectuoso una gran vida.

Max Gamboa: El Hilo de AriadnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora